La muerte navega en el lago Chad
La Habana (PL) A la crisis provocada en el noreste nigeriano por los ataques el grupo extremista islámico Boko Haram, se suma otro grave problema, la muerte gradual de la principal fuente de vida en la región, el lago Chad.
Casi 30 millones de personas viven en las costas de ese verdadero mar interior y dependen del mismo para sobrevivir, por lo que su probable desaparición desencadenaría una grave crisis humanitaria.
Se trata de un gigantesco cuerpo de agua compartido por Nigeria, Camerún, Níger y Chad, que se ubica en las cercanías del Sahara, en el corazón de África central.
Aún cuando se trata de un lago endorreico, que no evacua cantidades significativas de líquido por desagüe superficial ni por infiltración, se está secando rápidamente.
Considerado como la cuarta reserva más grande de agua dulce del continente, en 1960 tenía 26 mil kilómetros cuadrados pero en la actualidad su extensión se calcula en poco más de dos mil.
Tal reducción se debe, según las investigaciones, al avance acelerado de la desertificación por el cambio climático, así como a una sobreexplotación de las aguas de sus principales fuentes, en especial las del río Chari, usadas para la irrigación de cultivos.
Níger ya no tiene acceso al agua del lago, pues la retirada de esta de la cuenca le alejó de sus fronteras. Con el tiempo se sumarán los otros tres países hasta que su imagen solo quede en el recuerdo.
Un reciente informe a Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos (NASA) alertó que resulta inminente la desaparición del lago Chad. Otras pesquisas calculan que ese proceso podría tardar hasta 20 años.
La fauna característica del lugar se está borrando virtualmente. Cada vez son menos las jirafas, búfalos, hienas, gacelas y antílopes y sin embargo aumenta la presencia del quelea, un ave también conocida como pájaro langosta que constituye una verdadera plaga, pues acaba con los cada vez más escasos cultivos.
Debido a su poca profundidad, que promedia 1,5 metros y llega a solo siete como máximo, cualquier variación climática que afecte el régimen de precipitaciones altera su volumen y extensión, a lo que se añade cada vez de manera más significativa la acción del ser humano.
Tras lograr su independencia, en 1960, Nigeria puso en marcha ambiciosos proyectos de regadío para beneficiar a decenas de miles de hectáreas de cultivos y se construyeron varias presas en los ríos Hadejia y Jamaâ€Öar.
El denominado Proyecto de Irrigación del Sur del Chad, iniciado a fines de los años 70, afectó a varias fuentes fluviales de la cuenca, en particular al Chari, cuyas aguas se embalsaron y desviaron mediante canales, en particular hacia las áreas arroceras.
Los habitantes de las comunidades ribereñas, que siempre vivieron básicamente de la pesca, se afectaron al alejarse las costas por efecto de la reducción del lago.
Según estudios, las aguas hoy se encuentran a cientos de kilómetros de ciudades nigerianas como Malamfatori y Baga, donde la vida giraba en otros tiempos en torno a los puertos.
La muerte paulatina del lago Chad arrastra sus poblaciones al éxodo y genera refugiados climáticos, quienes se ven obligados a pasar de pescadores a agricultores, y aprovechar en lo posible las tierras que emergen. Otros se convierten en pastores de raquíticos rebaños.
Tales penurias agudizan los conflictos sociales. Los pescadores de las cuatro naciones pelean por los escasos recursos y se enfrentan con los agricultores y ganaderos en la lucha para sobrevivir.
En 1964 se creó la Comisión de la Cuenca del Lago Chad, integrada por representantes de los cuatro países que comparten sus riberas, a los que se sumó la República Centroafricana.
Ese organismo, que debía coordinar su aprovechamiento en interés de preservarlo, resultó ser incapaz de enfrentar el gradual deterioro y tal situación tiende a agravarse, indican especialistas.
El ministro nigeriano Adamou Namata, representante de su país ante el grupo, señaló que «Si no hacemos nada, el lago simplemente se desvanecerá».
Parviz Koohafkan, director de la División de Tierras y Aguas de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), expresó que «la trágica desaparición del lago Chad debe ser detenida y los medios de vida de millones de personas que viven en esa extensa zona deben ser salvaguardados».
La tensión aumenta en las fronteras por el establecimiento de nuevos límites territoriales y los derechos de uso del agua.
El ex primer ministro italiano y enviado de la ONU para la región, Romano Prodi, expresó que «allí donde la gente se ve obligada a vivir en la pobreza y a explotar los recursos naturales de manera desproporcionada, el terrorismo encuentra un campo de acción más fácil que reclutar a jóvenes y expandirse».
Salvar al lago Chad es indispensable para lograr la paz en esa inestable región, por lo que la Comisión promueve un programa que mezcla la protección de los ecosistemas con el desarrollo económico y el mejoramiento de los parámetros de seguridad.
La Comisión de Cuenca del lago Chad propuso ante la comunidad internacional la construcción de un trasvase que lleve las aguas de los ríos Oubangui y Chari hacia el lago Chad a través de canales navegables.
No obstante, algunos ambientalistas consideran que debido al agotamiento de los acuíferos subterráneos, tal proyecto tendría un impacto ecológico negativo.
Otro programa, más costoso y de mayor alcance, es el denominado Proyecto Transaqua, el cual plantea llevar 100 mil millones de metros cúbicos de agua de los afluentes de la cuenca del río Congo al lago Chad.
El Transaqua, cuya idea es de fines de los años 90 y se revitalizó ante el agravamiento actual de la crisis, permitiría no solo salvar al lago, sino irrigar siete millones de hectáreas de cultivos y proporcionar seguridad alimentaria a más de 100 millones de personas.
Los cuatro países ribereños continúan sus esfuerzos para lograr el financiamiento necesario a fin de salvar al lago Chad y brindar esperanza a los pobladores de sus orillas que hoy sufren en los límites de la supervivencia cotidiana.
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