DICHO SEA DE PASO: ¿COBARDES O CONFORMISTAS?

Decía el escritor Louis Dumur, que «La política es el arte de servirse de los hombres, haciéndoles creer que se les sirve a ellos».

Estoy convencido de la gran verdad que encierran las palabras del suizo, pues tal parece que son una descripción contundente de la política mexicana, en particular, de la tendencia que sigue el gobierno de hoy.

Y es que en la actualidad, vivimos en una situación en la que los políticos se sirven de los ciudadanos, desviando o malgastando los recursos de todos, sin haber logrado mejorar nuestra calidad de vida. Mucho se sirven de nosotros, mientras que a nosotros no nos sirven de mucho.

Hoy, como en cada periodo electoral, vemos a los partidos y a los candidatos de siempre, buscando con desesperación lo único que le interesa de los ciudadanos, -además de sus impuestos- sus votos. Ven en éstos, el medio para poder continuar con un estilo de vida cargado al bolsillo de los demás y les permitan el seguir formando parte de un selecto grupo que vive en un estado de excepción legal. En resumen, quieren permanecer inmersos en lo que dicen combatir: la corrupción y la impunidad.

Y ahí es donde se ve más claro que el político no busca servir, sino servirse. A pesar de los esfuerzos del gobierno y del priismo, por detener la exhibición pública de lo indebido, su historial no habrá de desaparecer. Las medidas otorgadas por el INE para retirar los promocionales del PAN, no harán que los relojes, las propiedades y los excesos de los priistas de hoy, desaparezcan.

De la misma manera, los discursos plagados de medias verdades y que pregonan supuestos logros de un gobierno, que ha sido mediocre en el mejor de los casos. No ocultan que lejos de consolidar una nueva etapa de crecimiento, con una importante ola reformadora, parece incapaz de salir de un estancamiento, que se ha convertido en su zona de confort.

A pesar de que el ejecutivo federal, a través de ese curioso instrumento al que se llamó «Pacto por México», logró el apoyo de las principales fuerzas políticas para poner en marcha un ambicioso programa reformador, en el que pudo imponer casi la totalidad de sus iniciativas, sólo con modificaciones estéticas propuestas por la oposición, ha sido un fracaso en tratar de pasar de las palabras a los hechos.

Y es que la supuesta reforma fiscal ha representado un freno para el crecimiento del país, al tiempo en que fue un instrumento muy bien diseñado, sólo para llenar las arcas de un gobierno que, además de no ser transparente en el ejercicio del gasto y haber mostrado tener preferencia por la asignación de contratos a algunos empresarios en particular, es despilfarrador y poco responsable en el gasto.

Éste gobierno, desde su inicio, tiene metida la mano en el bolsillo del ciudadano.

Un gobierno que para financiarse recurre, quizá por la genética priista, a más y más deuda. Sólo en el primer bimestre de este año, el déficit público alcanzó los 150,744.5 millones de pesos, 220% más que en los meses de enero – febrero de dos mil catorce.

Los problemas no son sólo la forma en que el gobierno de Peña Nieto se hace de los recursos, sino la forma en que los gasta.

El gobierno gasta mucho y gasta mal. El propio Presidente de la República ha incrementado el gasto de su oficina hasta los 6,397 millones de pesos, en los primeros dos años de su gobierno, 32% más de lo que gastó Felipe Calderón en el mismo periodo y 68% más de lo que gastó Ernesto Zedillo , hablando de pesos constantes de 2014.

Un gobierno frívolo, que a pesar de sostener que tienen un compromiso con la educación, ha reducido su gasto en esta materia, de un 4% del PIB en el 2009 a un 3.7% del PIB en el 2014.

Queda claro que las ideas del futuro, son los refritos de los fracasos del pasado. Nuestro país sigue padeciendo esa vergonzosa dualidad entre el gobierno rico y el pueblo pobre, que es quizá, la más clara muestra de la enorme desigualdad y de la indignante injusticia reinantes en nuestro México.

Desigualdad que sigue siendo aprovechada por los mismos oportunistas de siempre, que siguen considerando a la dádiva como el método ideal para controlar políticamente a los ciudadanos, especialmente a los que menos tienen, mientras pregonan que es la gran estrategia para el desarrollo social. En 2014, 11.9% del PIB se destinó a esta secretaría, pero la mayoría son entregas de recursos que lejos de erradicar la pobreza, la administran.

Otra vergonzosa muestra, es la creación de la ley FICREA, pues por una parte materializa el interés electorero para obtener votos, utilizando recursos públicos para pagar un fraude privado, además de que atenta contra la inclusión financiera de los campesinos, e influirá negativamente en las oportunidades de desarrollo de ese grupo social.

De todo se valen para obtener los votos que les permitan continuar en una posición de poder, que les garantice, a su vez, el manejo de enormes recursos y prerrogativas, que serán utilizados, nuevamente, para perpetuar este círculo vicioso. El gobierno del presidente Peña Nieto, es digno heredero del legado de otro mexiquense, Carlos Hank, pues tienen bien entendido que, como decía el profesor, «En política, todo lo que se puede comprar es barato».

No podemos seguir así. Es el momento de cambiar el rumbo y sentar las bases de un gran cambio en el 2018. Los ciudadanos debemos de votar, sabiendo elegir. Alejarnos del mediocre que se conforma con sus reformas y se queja de que nos resistimos a las buenas noticias, pero que no se da cuenta que, es él quien se resiste a ver las malas noticias y que tristemente son más.

Tampoco podemos confiar en esos populistas de hoy, que ocultan su pasado en una falsa defensa de los pobres, a quienes sólo utilizan para generar su propia riqueza.

Debemos de entender que el progreso del país pasa por un cambio en el manejo económico y que el progreso de los ciudadanos necesita, indudablemente, de una mejora en los ingresos de estos.

Es urgente que los salarios de los trabajadores mexicanos se vean incrementados, no por una obra de buena voluntad del gobierno, sino para acatar el mandamiento constitucional de que estos deben ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural. Es decir, debemos de apartarnos de los discursos que buscan evadir este cumplimiento, aduciendo motivos de productividad o cuestiones inflacionarias, a las cuales la Constitución no nos remite, para defender como un gran logro la burla que significa un aumento de poco más de un peso. Basta para demostrar el gran incumplimiento de los que dicen que sí saben gobernar, el comparativo entre el salario mínimo actual, de alrededor de 70 pesos, y el monto que este debería tener para cumplir con la Carta Magna, según el CONEVAL, que es de 350 pesos.

Y es que el pretexto de la inflación, es tan común como absurdo. Si nos ponemos a razonarle un poco, el efecto de un aumento importante a los salarios mínimos, tendría efectos inflacionarios sólo en el primer mes, los mismos efectos que tuvo el aumento de impuestos que trajo consigo la reforma fiscal.

Tenemos unos gobernantes que, como se dijo al inicio , lejos de servirnos, se sirven de nosotros. Es evidente que el PRI no trabaja por lo que nosotros queremos, sino por lo que ellos quieren. Legisladores discutiendo la ley anticorrupción, mientras revisan un catálogo de yates, es muestra de que el nuevo PRI, es el viejo PRI. Ver al PRI de Enrique Peña Nieto hablar de honestidad, es un chiste que se cuenta sólo.

La política es rehén de la corrupción. El regreso del PRI a la presidencia, implicó el regreso de las mas deplorables prácticas de gobierno y la interrupción de una tendencia por un gobierno transparente.

Los oscuros negocios que se hacen al amparo del poder público, han significado el éxito de empresarios, que ya ni siquiera buscan esconder sus lazos económicos y patrimoniales con los políticos. Los bienes inmuebles son una curiosa fascinación del Presidente y sus más cercanos colaboradores, que tienen en común, que todos ocupan propiedades a nombre de constructores que hicieron fortuna a costa del presupuesto público. Una nueva camada de empresarios, que entendieron rápidamente que, como decía el antropólogo Santiago Genovés, «Hoy la distancia más corta entre dos puntos, es el dinero».

Es momento de aclarar las grandes mentiras del PRI. La electricidad ha bajado de precio, porque producirla cuesta menos. Un 15% de la electricidad se produce ahora en hidroeléctricas, mismas que fueron rehabilitadas por el gobierno anterior y esta energía es 55% más barata, lo que se conjuga con la producida por termoeléctricas , que funcionan con un gas barato, por la caída del precio internacional de los energéticos. Lo mismo puede suceder en el caso de la generación de combustóleo. En realidad, la reforma energética, nada tiene que ver con la baja que se ve en los recibos de CFE.

Por lo que hace a la economía, no hay nada que presumir. Si la inflación se muestra en bajos niveles, es en gran medida por la baja en algunos alimentos y la ya citada caída en la electricidad, que generalmente es reversible y si analizamos todos los datos, veremos que la inflación en mercancías no alimenticias, mantiene una tendencia alcista bien consolidada, que en gran parte, es consecuencia de la devaluación del peso. La inflación baja, tiene una fuerte relación con un consumo interno deprimido. Es sencillo, si el comerciante vende poco, evidentemente no subirá sus precios, pues corre el riesgo de que, incluso ese poco, ya no se venda.

Merecemos un cambio que nos aleje de estos gobernantes de lentejuela, con buena imagen y nulas ideas. Merecemos algo más que un México de corrupción e impunidad. Necesitamos convertirnos en esa sociedad que lucha por salvar a México, de los que dicen que están salvando a México. Necesitamos generar el cambio, desde la sociedad, recordando que, como dijo el doctor Robert Anthony, «Lo opuesto de la valentía, no es cobardía, es conformismo».

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