
Gran encrucijada
Por Guillermo Robles Ramírez
“El arrimado y el muerto, a los tres días apestan”; un refrán que lo escuchaba muy a menudo en mi infancia dicho por mi abuelita, y lo mismo me lo repetía mi mamá cuando era adolescente.
Lo mismo sucedía en mi edad madura cuando era un joven adulto, e independiente y cuando estaba con la inquietud de casarme ya no solamente me lo decía mi mamá sino también mi papá, a lo que él agregaba la expresión, “la casada casa quiere”, a lo que un día me respondió el por qué tanta insistencia o mensajes indirecto o mejor dicho más directo.
Al día de hoy les agradezco a mi mamá y papá, porque ese fue una motivación de trabajar duro para tener mi propia casa desde antes de casarme, aun sin saber quién sería la mujer de mi vida.
Lo anterior viene a colación porque actualmente existen matrimonios o parejas que no se han podido cortar el cordón umbilical familiar, es decir, siguen viviendo en la casa de alguno de los padres de cualquiera de los cónyuges, suegra o suegro. Y no se trata de matrimonios o “rejuntados”, jóvenes sino ya personas entre los 30 y 40 años de edad con familia.
Pero también existen quienes llevan años viviendo en espacios de alquiler, aunque realmente son menos quienes optan por esta decisión porque el precio de la renta de una casa se encuentra fuera del presupuesto salarial promedio. Para quienes se encuentran en ésta situación de vivir en arrendamiento mobiliario, siempre estarán con la incertidumbre de permanencia, porque nunca se sabe cuándo, el arrendador pedirá a los inquilinos la devolución del inmueble ya sea para venderla o para dársela a uno de sus familiares cercanos porque se casó el hijo o hija del dueño de la propiedad. Aunque la principal causa por parte del arrendador de cambiar a los inquilinos es porque sube el costo de la renta de acuerdo a las necesidades que va teniendo, o bien, por la avaricia.
La causa o motivo no es lo que importa, pero cuando una familia de bajos recursos logra adquirir una casa de interés social en cualquier colonia del país por lo general es una vivienda de dos cuartos, con sala comedor, cocina, baño y cochera.
Y sucede en cualquier familia con nueva vivienda, se adapta a la distribución y espacios de la misma, o bien cumple con las expectativas de ese momento.
Pero sí se suman nuevos descendientes se ven a la necesidad de transformar una de las habitaciones, y donde antes dormía uno ahora son dos o más.
Hay casos por no decir en la mayoría que resulta imposible la distribución original del hogar, cuando se toma la decisión de ampliarla cerrando la función de cochera para la construcción de un nuevo cuarto para abrirse espacio aunque mutilen el garaje.
Sin embargo, la situación sigue como al principio al igual que miles de casas de interés social, es decir, la privacidad es una palabra que no se conoce, porque hasta para cambiar de idea es preferible salirse del hogar, porque siempre hay gente que entra y sale, ya sea para utilizar el sanitario esperando el turno de cada quien inclusive para bañarse hay necesidad de establecer tiempos.
Los ruidos de las viviendas de cada lado se escucha perfectamente bien si, es decir, cuando encienden una lavadora o, cualquier aparato de sonido como la radio o televisión y no siendo suficiente se oyen las discusiones diversas que se puede tener entre los cónyuges o cualquier otro familiar del vecino.
Situaciones como la mencionada es mucho más común, resultando una mayoría en todo el país. Y más cuando se trata de viviendas de interés social, donde una familia puede adquirir una de estas viviendas resuelve de una forma lo que tanto se me estuvo enseñando con estos refranes populares, “la casada, casa quiere”, y “el arrimado y el muerto, a los tres días apestan”.
La generación “Millennials y generación Z”, es decir entre la edad de 15 y 44 años de edad, se encuentran en una disyuntiva, así como también los padres de esas hijas e hijos. Unos que no saben el cómo sacar a sus retoños casados o “rejuntados”, de sus hogares; así como los “arrimados”, el tomar valor para salirse a vivir en una casa independiente.
Por una parte extremadamente paternalista o sobreprotectores, quienes se sacrifican todo por el tener a su nieta o nieto lo más cerca, no ven el daño que están haciendo para dejarlos volar.
Y en contraparte, no salir de su zona de confort, justificado al no buscar la independencia porque las rentas están demasiado elevadas, o aquellas casas de interés social, cada vez están construidas más pequeñas que miden en promedio entre los 38 y 40 metros cuadrados de construcción. Una gran encrucijada para las generaciones mencionadas anteriormente y las venideras, en donde la verdad se oculta dentro de cada hogar mexicano. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México, Presea Trayectoria Humberto Gaona Silva 2023) www.intersip.org
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