Guillermo Robles

Envenenan a sus propios clientes

Por Guillermo Robles Ramírez

            Desde que se dieron las indicaciones para prevenir el contagio del Covid-19, todo se resume en mucha limpieza. Hasta entonces se hiso una conciencia para el correcto aseo de manos ya que solamente personal médico lo hacía habitualmente pero casi un poco más del 90 por ciento de la población, lo hacía con la técnica correcta, que es el mojarse muy bien las manos, aplicar suficiente jabón, frotar palmas, luego mano derecha en dorso de la izquierda entrelazado los dedos y viceversa, frotar las manos entre si con dedos entrelazados posteriormente frotar el dorso de los dados contra la palma de la mano opuesta, manteniendo unidos los dedos hacerlo en ambas manos, y redondear el pulgar izquierdo con la palma de la mano derecha, frotarlo y  viceversa, frotar la punta de los dedos de la mano derecha contra la palma de la izquierda, haciendo movimiento en rotación, y por último enjuagar con abundante agua y secar.

            Sin duda todo un ritual al principio, pero ya después uno lo hace de manera automática.

            Tuvo que pasar una pandemia mortal para hacer caso a la importancia de la limpieza, comenzando en manos y lo anterior me recordó lo insultante que ha sido el modo de trabajar de las autoridades federales y estatales de salud pública.

            A parte de solo convertirse en estadísticos, y las acciones los dejan en solo recomendaciones y consejos de limpieza e higiene, hasta en los alimentos. En este último rubro siempre se han referido a los alimentos elaborados en el hogar, y también cuando la familia va comer fuera de casa o en lo individual a algún restaurante.

            Todas las acciones, sean por la vía de recomendaciones, advertencias y castigos por no cumplir con las normativas que no sean supervisadas, sirven para pura “chingada”. Lo anterior porque, al menos físicamente si éstas, no son revisadas por lo general nunca se cumplen.

            Las advertencias o recomendaciones son solo para simular, aparentar y defraudar laboralmente al o los patrones sean particulares o gubernamentales, haciendo como si se cumplieran cuando en verdad no se hacen.

            Las Secretarías de Salud, tanto federales como estatales, insisten hasta el cansancio que hay que tener cuidado en la higiene desde el momento en que se sirven los alimentos en algún negocio de comida preparada, sea una fonda, estanquillo, restaurante de bajo nivel, mediano o alto, incluyendo además a los rimbombantes y caros o mejor conocidos como los “fisfis”.

            Es importante en estos últimos porque para cualquier enfermedad o virus, no tienen distinción por el poder adquisitivo o prepotencias, estas atacan sin piedad a cualquier persona, sin importar su “linaje”.

            Muy a pesar de las recomendaciones de las autoridades federales y estatales, ninguno de estos negocios de comida preparada son sujetos a inspecciones físicas y/o directas, es decir, domiciliarias en ninguna época del año.

            Es incongruente el gasto publicitario, o discursos, por parte de las autoridades de salud pública, cuando solo se limitan a eso, es decir, recomendaciones sin supervisión.

            El desempleo propio de la mala Administración federal, más el cierre definitivo de muchas empresas y comercios causado por la pandemia, ha hecho que el comercio informal se incrementara en el país para poder sobrevivir económicamente, siendo la venta de alimento elaborado en miles de hogares surgieran.

            Su propia naturaleza por las condiciones del Covid-19, este comercio que no cuentan con licencias sanitarias, tiene un porcentaje muy alto de no cumplir con las medidas y normas mínimas de higiene.

            Cómo exigir o pedirle eso a los ciudadanos, cuando sus autoridades de Salud no cuentan con las herramientas suficientes y menos personal para sino semestral, al menos una vez al año se dignen en acudir a esos establecimientos, sea establecimientos como negocios formales o improvisados en casas particulares, al igual que los ambulantes.

            Ahora surge una modalidad que se plantea como si la comunidad es irracional y no entiende que la higiene además de exigirse, debe vigilarse de vez en vez, pues las autoridades de Salud, exhortan e invitan a los vendedores de alimentos elaborados a que ejerzan una auto medición o evaluación por los propios dueños de restaurantes, fondas, estanquillos, casas particulares, etc., que venden al público comida.

            Quien o quienes hayan sugerido a las autoridades de Salud que mediante esta nueva regla de confiar en la honestidad de cada dueño de negocio de venta de alimentos elaborados, se logrará que se cumplan con las mínimas reglas de higiene, es posible que se refieran a preparadores de comida de otros países con culturas y costumbres más arraigadas, pero sin ofender, en nuestro querido México todavía nos falta además de higiene, saber pagar a esos sufridos meseros a quienes les juntan las propinas con el raquítico salario que reciben para justificar que reciben el mínimo de la ley, si bien les va, además deben capacitarlos y enseñarles cómo servir, comportarse y dejar de improvisar en labores tan comunes como es la de presentarse con un cliente de restaurante y saber servir y atenderlo con las más mínimas reglas que dicta la urbanidad.

            Es probable que haya países en el mundo que lo hagan, pero resulta ridículo y además infantil que confíen las autoridades de Salud de México, que un taquero, “gordero”, lonchero, cocinero y un chef gourmet se auto evalúe por sí solo y se auto certifique que los alimentos que preparó se hacen cien por ciento higiénicamente.

            ¿Quién comprueba que, en las cocinas de esos negocios, se cumple con las normas básicas en salud y que garantice higiene para los comensales? ¿Quién cuida que no se utilicen productos caducos, porque ni siquiera los sanitarios son supervisados y predomina permanentemente la promiscuidad? ¿Quién cuida y garantiza que alimentos caídos al piso accidentalmente son, aunque sea, relavados y relimpiados o del suelo van a la cacerola?

            La idea de que se autoevalúen los restauranteros, surge porque las autoridades de Salud del Estado y país, no cuentan con recursos suficientes para contratar inspectores o supervisores domiciliarios, creciendo desmesuradamente el número de establecimientos dedicados a venta de alimentos elaborados.

¿Por qué no empezar desde abajo, es decir, en las famosas “pulgas”, mercados sobre ruedas?, para poder ir reduciendo el círculo de envenenadores de sus propios clientes, porque no pueden llamarse de otra manera. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México) www.intersip.org

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