Elecciones presidenciales italianas y los nuevos retos de Renzi

La Habana (PL) La elección de Sergio Mattarella como nuevo presidente italiano constituyó una demostración de fuerza del primer ministro Matteo Renzi y de unidad de su Partido Democrático (PD) pero abrió serios retos para su Gobierno.

En una cuarta votación, donde solo era necesario alcanzar una mayoría simple de 505 votos de mil nueve grandes electores, el exjuez del Tribunal Constitucional acumuló el respaldo de 665, para consagrarse como figura de consenso.

Sin embargo, las vías para lograr tal resultado podrían poner en riesgo en un futuro próximo aspectos importantes del programa de Renzi y su coalición en el Gabinete con Nuevo Centro de Derecha (NCD) frente a un arreglo en el Parlamento con Silvio Berlusconi.

El magnate mediático, que logró la reducción de una pena de un año de trabajo para la comunidad en su contra por evasión fiscal deseaba una mayor coordinación con Renzi, con quien hace un año firmó un acuerdo de cooperación, el llamado Pacto de Nazareno.

Los partidarios del PD y Forza Italia (FI) de Berlusconi llegaron a un arreglo en la sede de los primeros, situada en la calle Nazareno, pero ahora esa avenencia parece letra muerta.

De acuerdo con el diario La Repubblica, algunos prominentes diputados del FI consideraron que el referido pacto llegó a su fin y demandaron una reestructuración de la dirección de esa agrupación.

Al menos 30 miembros de la formación resucitada por Berlusconi, tras su expulsión del Senado a finales de 2013, apoyaron a Mattarella, en lugar de votar en blanco como lo solicitó el también exprimer ministro.

Tal situación causó una división entre las filas de FI y generó fuertes críticas de sus miembros al multimillonario italiano, quien dirigió en tres ocasiones el ejecutivo, por plegarse a las demandas de Renzi, el más joven primer ministro de la posguerra italiana.

Lo de votar en contra del exjuez del Tribunal Constitucional parecía una cuestión de principios para el magnate mediático, después de que el primero renunció en 1990 como ministro de Educación en el gobierno de Giulio Andreotti.

En esa ocasión, Mattarella protestó así contra la aprobación de la llamada ley Mammas que permitía la transferencia de tres canales públicos al emporio mediático Mediaset, de la familia Berlusconi.

Otro elemento incómodo para el dueño de casi el 90 por ciento de los medios de difusión italianos y con al menos un proceso pendiente de sentencia, fue la posición irreconciliable con la mafia del exmagistrado.

Mattarella perdió a su hermano Piersanti cuando fue asesinado por la Cosa Nostra siciliana en la década de 1980, tras lo cual entró en el mundo de la política.

La prensa local especuló que en la década de 1990 Il Cavaliere, como también se conoce a Berlusconi, pactó un arreglo de protección con el crimen organizado, gestionado por personas cercanas a él y políticos, pero ello carece de confirmación policial.

Aunque en un principio el septuagenario exjefe de Gobierno no expuso reparo alguno a la figura del exintegrante de la Corte Constitucional, reprobó las formas empleadas por Renzi para imponer esa candidatura al resto de los partidos.

Pero a diferencia de abril de 2013, cuando 101 diputados del PD votaron en contra del exprimer ministro Romano Prodi, el candidato de esa organización, en esta ocasión los demócratas votaron en bloque.

En ello incidió que Renzi llamó a la bancada de su partido a votar en blanco en las tres primeras vueltas en la Asamblea Nacional, cuando eran necesarios dos tercios, es decir, 673 votos, para solo presentar la candidatura del exjuez en la cuarta ronda.

Los riesgos también vinieron del NCD, después de que su máximo dirigente y titular del Interior, Angelino Alfano, amenazó con abandonar la coalición por la falta de consulta para presentar la candidatura de Mattarella, afirma Corriere della Sera.

Pero Renzi amenazó con dejarlo fuera del ejecutivo, por lo que Alfano, antiguo condiscípulo de Berlusconi, decidió retirar su oposición.

LOS RETOS

La ruptura del pacto de Nazareno puede llevar al gobierno de Renzi a carecer del apoyo de FI en temas cruciales como la reforma de la ley electoral, de la composición del Senado y del paso de más prerrogativas a las regiones, que requiere cambios constitucionales.

Aunque sin ser de la alianza en el poder, FI garantizaba un respaldo en ambas cámaras de la Asamblea Nacional para el PD, pero tras la votación en la asamblea conjunta las cosas parecen cambiar radicalmente.

El tres veces primer ministro italiano anunció que pasaba a la oposición respecto al gabinete de Renzi, pero la unanimidad en esta ocasión en las propias filas de FI está lejos de ser la del pasado año, cuando Il Cavalieri rescató esa agrupación, ya olvidada.

Además, sobre el jefe de Gobierno de centroizquierda pesa como espada de Damocles la amenaza de las principales centrales sindicales de rechazar los intentos de aprobar una reforma al código laboral que haría más frágil la estabilidad de los empleos.

Por su lado, Renzi lo ve de otra forma, pues considera que los cambios en el artículo 18 del código laboral para permitir más flexibilidad en los contratos y despidos en el mercado del trabajo ayudaa así a las estrategias anticrisis de las compañías.

Pero el tema es un asunto muy delicado para los trabajadores italianos, de ahí que prometan una huelga general similar a la registrada en 2011, cuando Berlusconi intentó hacer algo parecido y más de un millón de personas salieron a las calles.

La votación de más de 600 diputados, incluidos algunos de FI a favor de Mattarella mostró las posibilidades de maniobra del joven exalcalde de Florencia ante un experimentado Berlusconi que aún guarda cartas debajo de la manga en el juego político italiano.

FI podría, como lo hizo en otras ocasiones el exprimer ministro, provocar un voto de censura del ejecutivo de centroizquierda para intentar nuevamente probar suerte en las urnas.

Pero lo cierto es que Renzi pasó la difícil prueba de llevar a votación a un candidato de consenso al estratégico puesto de la presidencia italiana.

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