El Sendero de los Iluminados: Criaturas Frágiles

Por Alan Prado

Tercera parte. 

Algunos rinden culto a la ciencia con la misma devoción ciega que otros reservan para la religión, ignorando que no proporciona respuestas para los por qué, solo para los cómo. La ciencia carece de intención, no es moral ni inmoral, simplemente es. 

Sin embargo, el hombre siente la necesidad de aferrarse a algo, incluso a un método frío y neutral, para llenar el vacío dejado por su Dios muerto. 

Aquí es donde aparece el todo, esa fuerza que no demanda devoción ni sumisión. No es consciente, no emite juicios, pero lo abarca todo. Es la red de energías y leyes que gobierna la realidad. 

A diferencia de Dios, el todo no te observa ni te castiga, pero está ahí, indiferente y eterno. La conexión con estas fuerzas no se logra mediante rituales ni plegarias, sino a través de la comprensión de tu lugar en el cosmos.

Comprender esto no es un privilegio, es un acto de valentía que pocos se atreven a asumir. Sin embargo, el miedo al vacío sigue dominando. El hombre moderno no es tan distinto de aquel que encendía fogatas para espantar a los espíritus. Hemos sustituido a los dioses por ideologías, las plegarias por mantras vacíos, pero el mecanismo es el mismo. Se necesita algo que explique el caos, algo que apacigüe el terror ante la muerte. Pero ese miedo es, en última instancia, una ilusión. 

《Como decía Epicuro, la muerte no es nada para nosotros, porque mientras estamos, la muerte no es. Y cuando la muerte es, nosotros no somos》.

Tememos a lo que no muchos han transformado la espiritualidad o la ciencia en un reemplazo de Dios.

Tememos a lo que no comprendemos, y ese temor es la raíz de nuestras cadenas. La religión, las corrientes espirituales modernas y hasta ciertos discursos científicos son, en esencia, herramientas para evadir la verdad. Esa verdad es que estamos solos, no en un sentido desolador, sino liberador. No hay juicio, no hay propósito impuesto, no hay destino que cumplir.

Lo que hagas con tu vida depende únicamente de ti, pero esa libertad aterra, porque implica que también eres responsable de tus fracasos, de tus decisiones, de la manera en que enfrentas la inmensidad del cosmos. 

En este contexto, la noción de una moral divina resulta absurda.

《La moralidad, no es universal, es una construcción cultural》. 

Las reglas que consideramos éticas no tienen validez fuera del marco que las originó. Pretender que un ser infinito y eterno se preocupe por los dilemas morales de los humanos es proyectar nuestra pequeñez en algo que no la comparte. La única guía que necesitas no se encuentra en el cielo ni en los libros sagrados, está en tu capacidad de razonar y en tu disposición para asumir las consecuencias de tus acciones.

《No existe ningún dios allá afuera, modulando, afinando ni ajustando, mucho menos organizando la vida de una manera moralmente aceptable. Todos esos dispositivos mentales son simplemente construcciones antropogénicas sin conexión con una realidad completamente diferente.

Alan Prado (AMEP 11:11).

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