El hombre que construyó el arcoíris

Por Julio Morejón

La Habana (PL) Acompañada por su imaginario de grandeza y sobreviviendo con constancia mítica a las pesadillas, Africa abre día a día el pabellón de su historia y muestra con modestia las virtudes de hombres colosales como Nelson Rolihlahla Mandela en su 95 cumpleaños.
La  hospitalización del héroe en Pretoria colocó al continente ante una realidad incontrastable: la posibilidad de perder en una época  de importantes definiciones unionistas a uno de sus íconos.
Antes fueron otros los que escalaron a la gloria sin  poder concretar todos sus ideales libertarios, como Patricio Lumumba y Amílcar Cabral.
El nonagenario líder histórico sudafricano tiene la fortuna de palpar la realidad política que construyó con esmero de orfebre, un país para todos, donde la dignidad humana no volverá a ser pisoteada y el color de la piel dejó de ser óbice para avanzar en la vida, aunque esta sea dura y arriesgada.
«La muerte es algo inevitable. Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo y que, por lo tanto, dormiré por toda la eternidad», así expresó en un momento de suprema brillantez.
Un Estado multirracial en el que convivieran todos los sudafricanos  por encima de estigmas excluyentes de raza o credo e ideología, constituyó el proyecto más humano y avanzado de un país que la sevicia trató de dividir en pequeños establos de almas y profusos almacenes de fuerza de trabajo.
Para cambiar los tiempos había que sacrificar incluso la vida…
Así lo entendió la vanguardia, así lo comprendió Mandela, cuando sin abandonar el espíritu de paz, legado a su generación por las enseñanzas de Mahatma Gandhi, también optó por sembrar heroísmo para el futuro con la lucha armada, con el Umkhonto We Sizwe, brazo armado del ANC- que ya se percibía como una necesidad histórica.

IDEA Y ACCION

«Yo no tenía una creencia específica, excepto que nuestra causa era justa, era muy fuerte y que estaba ganando cada vez más y más apoyo», así de firme ante la vida continúa siendo Nelson Mandela al borde de cumplir el 18 de julio próximo 95 años, y continúa dando lecciones de amor por la humanidad, el secreto de su resistencia.
Madiba, como se le conoce en el país y que responde a un título honorario de su comunidad Xhosa, está ingresado en el hospital Mediclinic Hear por una infección pulmonar que le socavó la salud; este es su cuarto internamiento desde diciembre pasado por problemas respiratorios contraídos a lo largo de 27 años en las cárceles del régimen racista.
El héroe sudafricano -hoy identificado con justicia universal como el padre de esa nación- luchó durante 67 años contra la segregación racial impuesta mediante el apartheid por la minoría blanca, hasta las transformaciones políticas que echaron a tierra al sistema y que en 1994 posibilitaron a famoso luchador convertirse en presidente.
«Todo parece imposible hasta que se hace», razonó cuando el fin del régimen racista aún parecía un cálculo ilógico, ya que la Sudáfrica segregacionista contaba con el respaldo de poderosos aliados, que optaban por pronunciar hipócritas condenas o por asumir una sospechosa mezcla de compromiso constructivo.
La cárcel fortaleció la imagen pública del combatiente e ideólogo del Congreso Nacional Africano (ANC) y proyectó hacia el exterior de Sudáfrica una propuesta revolucionaria asimilada por las masas populares que universalizaron las consignas de «fin del apartheid» y «liberen a Mandela».
Ante la presión mundial y las transformaciones provocadas por el conflicto en el sur de Angola, la insurgencia namibia y de la guerrilla sudafricana hasta poco antes de los años 90, el pétreo sistema del apartheid comenzó a desmoronarse para dar paso a un arcoíris político, el inicio de lo que Mandela pronosticó y soñó.

ANTES Y DESPUES

Coincidiendo con la preocupación mundial por los reportes de gravedad de Madiba, un simbólico homenaje se realizó en la Granja Liliesleaf, en las afueras de Johannesburgo, donde varios de sus compañeros de lucha se reunieron para rememorar el aniversario 50 de una redada policial que se relacionó con el Juicio de Rivonia.
Lo ocurrido en aquel entonces fue un duro golpe en el enfrentamiento  al régimen de la minoría blanca. Mandela había logrado evadir a los gendarmes  haciéndose pasar por un cuidador y permaneciendo clandestino en Liliesleaf.
Cuando los integrantes del ANC fueron arrestados y enviados a prisión en 1963, Madiba ya estaba encarcelado por otra condena, no obstante fue  considerado  el acusado número uno de conspiración en el momento de llevarlos ante la corte en un histórico proceso judicial.
En 1960, el Congreso fue declarado ilegal y luego sus principales jefes encarcelados y juzgados en el Proceso de Rivonia en 1963-1964, en el cual se sentenció a Mandela y con él a otros líderes del ANC como Ahmed Kathrada, Walter Sisulu, Govan Mbeki, Andrew Mlangeni, Raymond Mhlaba, y Elias Motsoaledi.
También se incluyeron en el caso a Walter Mkwayi (que escapó durante el juicio), Arthur Goldreich (prófugo antes de las audiencias), Denis Goldberg y Lionel Bernstein, todos acusados por el fiscal Percy Yutar de sabotaje y crímenes equivalentes a traición.
En la conmemoración, Bob Hepple, quien fue acusado de conspirar con Mandela para derrocar al gobierno del apartheid, lamentó la ausencia del héroe: «Es una triste coincidencia que él no pueda estar con nosotros y que esté en el hospital hoy» dijo, según la prensa anglófona.
El estado de salud de Nelson Mandela  pasó de grave a crítico el 23 de junio, cuando internacionalmente se preparaban la celebración el 18 de julio del cumpleaños 95 del líder. En los días cercanos a su onomástico el paciente dio señales de mejoría, aunque permanecía reportado en situación crítica.
Hubo un antes -cuando todo lo relacionado con el líder era prohibido- y un después, cuando fue reconocido como un icono de la humanidad. Hoy por hoy el mundo recuerda al hombre que venció al martirio y como lo definió Juan Manuel Roca en 1988 en el poema Un sol para Mandela:
«Los periódicos no enseñan su rostro por no reconocer que si la luna es blanca la dignidad es negra, que tras los jardines y los campos de golf de los blancos de Pretoria, ruge una selva milenaria».

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