DESCONFIANZA GENERALIZADA
Por tantos años de simulación democrática y malos gobernantes, los mexicanos somos desconfiados. Los chiapanecos tenemos ese nivel de desconfianza mucho más arraigado.
La sabiduría popular dice que hay que desconfiar de la persona que lo ve todo bien y de aquel que lo ve todo mal.
La verdad es que la desconfianza es la madre de nuestra seguridad interna. Seguramente por ello, nuestro ánimo se inclina a confiar en aquellos a quienes no conocemos porque todavía no nos han traicionado.
Otro esquema de seguridad personal nos puede llevar a confiar en confiar en las malas personas, porque estamos seguros de que no cambian jamás y, por ende, no esperamos nada bueno de ellos.
El problema es que corremos el riesgo que grupos de interés y personas que deberíamos tener siempre alejados, rijan nuestras vidas.
Así está sucediendo actualmente en México, con sus instituciones, con sus autoridades, con sus gobernantes.
Los actos de corrupción descubierta en las más altas esferas gubernamentales de este país es, sin duda alguna, el evento que dinamitó nuestro nivel de desconfianza en las autoridades.
Es problema es que ahora nadie cree en nada de lo que dice y hace el gobierno, por muy real o bueno que sea. El problema no es únicamente eso. El nivel de desconfianza en nuestros gobernantes hace que empecemos a desconfiar entre nosotros mismos, unos a otros.
Los resultados del Informe país, presentado recientemente por el Instituto Nacional Electoral (INE), indica que siete de cada diez personas desconfían de las personas que los rodean. Los mexicanos desconfiamos de nuestros vecinos, de los maestros, de las personas que los contratan para trabajar; de la persona que les vende todos los días en la tienda.
El dato de la desconfianza ciudadana es abrumadora. El propio INE viene sumando sus esfuerzos a ese nivel de descomposición. La lucha interna en el INE está minando aún más la reducida confianza en nuestro sistema democrático.
Lamentablemente, la institución electoral que los ciudadanos habíamos rescatado, con muchos esfuerzos y sacrificios, con muchas luchas políticas e ideológicas, hoy también está cayendo rápidamente en ese nivel de desconfianza.
A río revuelto ganancia de los partidos. Las campañas de los partidos políticos y gobernantes cabalgan sobre ese nivel de desconfianza. El poder de la publicidad lo puede todo.
La hipocresía de las campañas políticas de los partidos políticos raya en el cinismo. Es un circo plagado de animales que ven los ciudadanos como verdaderos idiotas y necesitados de vales de medicinas.
Si esa publicidad no ha idiotizado a los ciudadanos lo suficiente, pues entonces les agregan una buena dosis de alimentos temporales y tarjetas Monex, para sosegar el ánimo y las discrepancias hasta un día después de la elección.
A quién su inteligencia lo ponga a salvo de esas canalladas, tiene enfrente un proceso electoral que está sujeto a una gran simulación democrática.
A todos los ciudadanos, idiotizados o no, con hambre o sin ella, nos entregan una boleta con candidatos que, en la mayoría de las ocasiones, fueron electos de manera siniestra, adelantada, ilegal y arbitraria.
Si las campañas electorales y la difusión gubernamental no han logrado idiotizarnos, entonces no tenemos más opción que elegir a una persona de ese grupo selecto por la élite en el poder.
Tampoco debemos anular el voto, porque corremos el riesgo de garantizar el triunfo a quienes definitivamente debemos mantener alejados de nuestras vidas.
Página Web “Letras Vivas” http://www.letrasvivas.com.mx/
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