Desafío: La Mano de peña

*La Mano de peña
*Enfermo Mental
Por Rafael Loret de Mola
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¿Quién dice que el presidencialismo autoritario está extinto como los dinosaurios víctimas del aerolito de Chicxulub, Yucatán? Pese a su enorme vulnerabilidad y el hecho de ser repelido por noventa y tres de cada cien mexicanos –ningún jefe de Estado en el planeta, ni el de Zimbabue, Robert Mugabe, de noventa y tres años, es reprobado tan masiva y conscientemente-, el señor peña nieto, mancillado por sus reformas inútiles y odiado por las masacres ejecutadas por los militares, es también una caricatura qué él mismo ha construido por sus tantos traspiés –el último confundir Paraguay con Uruguay ante el presidente de la segunda nación, el médico Tabaré Vázquez Rosas-, que nos enrojecen los rostros de vergüenza.
En fin, quienes están cerca de él insisten en que ya encaminó el proceso aristocrático para señalar, como antaño lo hicieron sus predecesores priistas, a quien supone debe ser su sucesor pero deberá ocupar la posición tres en el emparrillado de salida cuando sea momento de cumplir con los tiempos que arbitrariamente impuso el Instituto Nacional Electoral, un verdadero nido de víboras, para falsariamente reducir los gastos y permitir al mandatario en ejercicio que su asfixia no llegue tan pronto –digamos en noviembre del año anterior a los comicios, como era costumbre-, y deslice varias posibilidades poniéndolas a prueba aunque, en el caso actual, todas las miradas –salvo los de los prinosaurios y sus rehenes, entre ellos Ivonne Ortega Pacheco-, observan, muy de cerca, al secretario de Hacienda, José Antonio Meade Kuribreña.
El peligro para éste, no militante del PRI sino sólo “simpatizante” aunque formó parte del gabinete de calderón sin sonar entonces como “presidenciable”, es que sea usado para cumplimentar un acuerdo soterrado como hizo antes el pobre Francisco Labastida Ochoa quien, en 2000, repitió lloroso que fox le había llamado “mariquita sin calzones”, hundiéndose en el fango de los sarcasmos interminables. Labastida fue, claro, una carta marcada para perder y posibilitar la primera alternancia dadas las rudas condiciones de nuestro país en 1999 y con un presidente en funciones, zedillo, claramente servil a los intereses trasnacionales y del gobierno estadunidense.
Las circunstancias se parecen mucho si bien ahora están corregidas y aumentadas, como las obras clásicas y los best-sellers de moda –sobre las drogas, claro-. Porque se observa casi imposible –los milagros existen, me aseguran los creyentes-, una remontada espectacular mientras continúa en Los Pinos un personaje como peña que es más que un hándicap insuperable.
Pero, en este caso, ¿para dónde apuntan las ráfagas de la Casa Blanca –la de Washington-, esto es los vientos dominantes del establishment? No creemos que crean en las “garantías” de Andrés, a quien han seguido muy de cerca; y ello obliga a pensar lo terrible de ver consumada una alianza tan turbia como incomprensible, la del llamado Frente Ciudadano, que nos situaría, sin duda, en los pantanos de la ingobernabilidad. ¡Ay, la mano de peña!
La Anécdota
Los dislates del señor peña aumentan, cada día. Sus colaboradores del círculo primero lo observan irritable, visceral y, en algunos momentos, desequilibrado. No sabemos en cuál de estas etapas tomó la decisión a favor de Meade Kuribreña, el menos priista de un gabinete fracasado con rotundidad por la ausencia de liderazgo, de perspectivas, y la ambición desmedida por forjar dineros fáciles dentro de la peor corrupción atestiguada por nosotros.
Quienes se apresuraron al reclamar por qué peña, a quien exhibimos por su enfermedad desde el inicio de su gestión, logró mantenerse hasta hoy, les basta observar sus derrapes, la demacración de su rostro, las miradas perdidas y la pérdida total de su antigua identidad de modelito mediático y dinámico firmador de compromisos… incumplidos, salvo aquellos en los que sus familiares recibirán o recibieron ya pingües comisiones.
Y los mexicanos como invitados de piedra y pagadores de facturas. ¿Seguiremos así?
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