Desafío: El Fútbol Divisor

  • La Necedad, Norma
  • República Cercana
  • El Fútbol Divisor

El tono fascista de Aurelio Nuño Mayer, secretario de Educación por eliminación –la de Emilio Chuayfett Chemor, la daga-, para afirmar que “nada ni nadie” podrá “echar abajo” la reforma educativa, en su actual estado, revela el proceder de un gobierno antidemocrático, y por ende sin capacidad para dialogar ni, mucho menos, rectificar sobre una medida que, según es evidente, es repelida no sólo por el gremio magisterial sino por distintos sectores de la sociedad.

De tener otro perfil la administración peñista, deleznable, cuando menos convocaría a un referéndum entre la población para así intentar tener el aval del mandante y no el del pequeño grupo que impone normas sólo para sentirse importantes. Porque, además, las normativas no buscan dotar a los escolapios de una educación de calidad sino sólo tener a los maestros bajo control para deshacerse de ellos, mediante el truco de las evaluaciones, cuándo así convenga a los intereses de la cúpula gobernante. En el fondo se trata de un proceder autoritario y sin otro sentido que volver a ocupar a los mentores para fines electorales-alquimistas. ¡Qué vergüenza!
Y, por cierto, ¿al señor Nuño quién le ha dicho que nuestro ordenamiento superior faculta al gobierno para imponer reformas estructurales sin el debido consenso? Y, peor aún, ¿cuáles son las bases reales, además de haber encarcelado a la caciquil Elba Esther Gordillo, para proceder con tanto rencor y furia contra la disidencia magisterial? Fíjense: se ha tenido mes y medio, el período vacacional, para poner el orden y no han sido capaces de hacerlo por la resistencia inaudita del peñismo y sus vertientes –no creo que pueda hablarse de nuñismo ante la pobreza moral e intelectual del titular de Educación-.

La reacción de los maestros ha sido esa: resistir ante la prepotencia de quienes ni siquiera han pretendido intentar una salida viable, una negociación saludable, a sabiendas de que perderían por la lamentable obcecación de sentirse infalibles señalando los vicios del gremio sin reparar, como dice el refranero, en la viga en los propios ojos y buscando trasladar, una y otra vez, el enfado público hacia los mentores –no hablo de los vándalos infiltrados, qué conste-, por ejercer, junto a pobladores de diversas regiones del occidente, el sur y el centro del país, su derecho a protestar y a ser escuchados; y si ha subido el tono es por la sordera oficial, reacia a abrir los micrófonos para tratar de encontrar alternativas. Nunca se había observado una falacia tan grande como la que ahora se destaca.

¿Por qué, en lugar de lanzar amenazas cada vez más cercanas a la justificación de la represión, las autoridades simplemente razonan para reconocer la enorme equivocación de imponer una reforma no consensuada? Ya es hora de que, cuando menos alguno de los miembros del gabinete con acceso al despacho presidencial, se propusiera reciclar el tema y explicarle al mandatario en funciones que más graves serán las consecuencias de la obcecación que lo que pudiera perderse rectificando y ampliando la reforma para que, de verdad, fuera educativa, esto es a favor de los alumnos necesitados de elevar su nivel para poder competir dentro y fuera de nuestro país.

Pero, claro, nadie quiere arriesgar su chambita aunque la ponga en riesgo ante la crecida de la violencia. Y esto es especialmente preocupante porque, de igual manera, el cansancio y el hastío llevan a confrontaciones estériles y a proponer que son sólo delincuentes quienes han exigido respeto y dignidad ante la conducta impositiva de un gobierno SIN la autoridad moral necesaria para explicar a la opinión pública los desenlaces que pudieran darse a la vista de bloqueos, marchas y plantones. ¿Están cansando a la ciudadanía silente para que ésta acepte la sacudida represora con agrado porque ya no perderán tiempo al trasladarse de un sitio a otro? Tal parece, en una ignominiosa actitud más propia de enfermos que de gobernantes civilizados. Porque son los funcionarios quienes deberían encontrar salidas no encerrarse en su terquedad rampante: “nada ni nadie”.

Nuño, como la mayor parte de los altos miembros del gabinete presidencial, tuvo una formación plenamente anglosajona: es licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad de OxfordGran Bretaña-, graduándose con una tesis especialmente significativa: “Construyendo un Estado-Nación sin impuestos: las consecuencias políticas de la evolución fiscal en México después de la revolución armada (1920-1930)”.

El largo título de su tesis profesional lo pinta de cuerpo entero. En principio habla de construir un Estado-Nación sin impuestos, fundiendo los términos como si Estado y Nación fueran lo mismo; lo primero implica la soberanía nacional de una región y lo segundo es el conjunto de afines dentro de ese territorio. Pero, además, insiste en que podría subsistirse sin impuestos, lo contrario a lo que ha aplicado este régimen que mete aguja para sacar barreta en cuanta oportunidad tiene para ello, por ejemplo a través del alza de las gasolinas y las tarifas eléctricas.

Pero, además, puntualiza como fecha para reconocer a la Revolución, la década entre 1920 y 1930, esto es entre la caída y muerte de Don Venustiano Carranza, el verdadero revolucionario porque fue él quien finiquitó la continuidad política hija del porfiriato y la contrarrevolución –Madero siguió la línea luego del mandato interino de Francisco León de la Barra, queretano, quien suplió la vacante de Porfirio Díaz Mori-, el asesinato de Obregón y el maximato callista que determinó la fundación del Partido Nacional Revolucionario, abuelo del PRI. La academia de Nuño es deleznable.

¿Un Estado-Nación sin impuestos? Las propuestas estriban en la necesidad de vindicar el trabajo y estimular las fuentes de empleo para que generen verdadera riqueza y no sea necesario el pago de tributos al Estado compensado, claro, con la elevación de la productividad, individual y global, y la suma favorable de exportaciones y mano de obra -bien pagada para evitar la emigración anual de casi once millones de mexicanos, esto lo agregamos nosotros-. Un paraíso fiscal, además, para atraer capitales del exterior y evitar así el permanente saqueo de divisas.

Pues Nuño, como peña, procede en sentido contrario estricto. No se doblegan ante sus propias incongruencias y las niegan a la vista, por ejemplo, de los empresarios a quienes tanto temen. Ya saben que Carlos Slim Helú no está precisamente contento por la reforma a las telecomunicaciones que privilegió a las grandes cadenas de la televisión privada y arrinconó a su empresa, “América Móvil”, lo que le causó bajar hasta el cuarto lugar en la tabla de los mayores multimillonarios del planeta; de seguir la tendencia, al final del periodo presente estará fuera del “top-ten”. No es que el personaje caiga en los estatus de la pobreza pero el golpe sí se dejaría sentir en el mercado nacional.

¿Para quién gobierna entonces la actual administración federal? Es obvio que tienen prioridad las multinacionales así como el señor Nuño pretende construir una prcandidatura presidencial arreando maestros. ¿Se imagina lo que le asaltaría en campaña si ahora son sólo bloqueos molestos, algunos de ellos reprimidos con la absurda ley de la fuerza bruta, de prolongarse la tensión y acrecentarse? Parece que los priístas postulantes han perdido la vista para seguir su ruta como los jamelgos de los picadores en las plazas de toros: a ciegas hasta que llega el golpe de la bravura… popular.

Todo podría cambiarse con una fórmula sencilla: más democracia, lo que implica diálogo y capacidad de rectificar en la cúpula del poder, y menos presidencialismo autoritario. Consensos y no imposiciones. ¿Es tan difícil? Lo es sólo cuando se tiene la idea de que sólo humillando a los gobernados es factible ejercer el poder; lo mismo piensan las mafias.

Debate

Hace poco menos de un año, coincidiendo con la efeméride de la Consumación de la Independencia de México –aunque me niego a reconocer que el famoso “Abrazo de Acatempan” haya sido el punto de no inflexión basado en la traición de Iturbide, uno de los grandes antihéroes-, se celebró el ruidoso plebiscito soberanista en Cataluña, la región que primero habrá de separarse de una España rota como los huevos de Casa Lucio.

Los catalanes, además, no quieren pertenecer a ninguna monarquía y en eso los aplaudo aunque discrepe de que puedan ser operativos en una Europa sesgada en donde España, sin la región en cuestión, pondrá las reglas para mantenerlos aislados, fuera del entorno de la Unión o del Cuarto Reich encabezado por Ángela Merkel y en donde ya se abrieron las puertas, detrás de una pila de cadáveres inocentes, a los infelices emigrantes cuya única patria ha sido la guerra.

Nunca me agradó que un equipo de futbol, el Barsa, fuera objeto de la diatriba ensuciando al deporte tanto o más que la mafiosa FIFA. Tampoco el equívoco mayúsculo de prohibir las corridas de toros con el único fin de escupir sobre España y no por el debate sobre la violencia o no del espectáculo; la prueba es muy obvia: mantuvieron costumbres tribales, como el “correr bous” en las que la población entera apedrea, atenacea y humilla, hasta la muerte, a un toro bravo sin escapatoria posible. Esto sí que es un salvajismo cuando los hijos de Barcelona pretenden ser vanguardistas –o lo fueron en los tiempos de Gaudí, Miró o Dalí, éste último gran aficionado a los toros con quien tuve el privilegio de asistir a una corrida en la plaza de Las Ventas, en Madrid en 1972-.

Es muy posible que triunfe el clamor por la “República de Cataluña”, sin monarcas caducos, como los reyes borbones –con sangre mexicana-, Juan Carlos I y Felipe VI. Quizá el mundo de la aristocracia fue la “puntilla” final a la cohesión española; también a su congruencia. Para cortes… los de las reses.

La Anécdota

Para no pocos, la insurrección catalana comenzó con el fútbol y los clásicos entre el Real Madrid –entiendo lo de Real por cuanto a que son los monarcas del deporte, en un eufemismo, y no por su cercanía a la deplorable Corona hispánica- y el Barcelona cuyos gastos no declarados, obviamente con la intervención oficial, pusieron en el filo del abismo al equipo de Messi –un argentino convertido en bandera catalana-.

Lo cierto es que el nacionalismo catalán y el vasco pusieron en entredicho al destemplado y anacrónico reinado de Felipe VI durante la final de Copa de 2015. La bulla fue inmensa como el rubor de quien tomó del suelo el cetro que su padre dejó infamado. Una guerra auténticamente acicateada por la furia de los aficionados al balompié. Algo que no puede decirse de las corridas de toros, tan estigmatizadas a últimas fechas.

ECONOMÍA MENTIROSA E INTOLERANCIA AUTORITARIA SON LOS DOS ELEMENTOS QUE NOS SUJETAN A LA NUEVA ARISTOCRACIA MEXICANA.
Y LO MISMO PUEDE DECIRSE DE LA ANTIHISTÓRICA FUSIÓN ENTRE EL PRESIDENCIALISMO DICTATORIAL Y LA PARTIDOCRACIA DESCOCADA.
LOS EXTREMOS SE TOCAN.

Deja un comentario