Desafío: Avioncitos de Papel

  • Avioncitos de Papel
  • Una Infancia Bélica
    Por Rafael Loret de Mola

Cuarenta meses del periodo de AMLO –solo le quedan 30 si no se le revoca el mandato dentro de diez días por la inercia o apatía de los mexicanos, por no decir cobardía-, se nos han ido, en gran parte, hablando de avioncitos. Primero cuanto estuvo relacionado con la estúpida decisión de no usar y vender el jet presidencial, llamado José María Morelos, por su exceso de lujos mismos que han salido más caros por cuanto a su deterioro y pobre mantenimiento mientras el mandante-mandatario usa vuelos privados.

¿Recuerdan cuando, con soberbia inaudita y en pleno auge de la maldita pandemia, Andrés Manuel se negaba a cubrirse la boca mientras los encargados de administrar la endeble salud de los mexicanos proponían “quedarse en casa” para evitar contagios? Al mandante no le interesaban tales arengas y, al contrario, recibía la lisonjera afirmación, por parte del doctor muerte López-Gatell, de que no era un peligro de contagio sino “un factor moral”; ésta ha sido la más infame sentencia demagógica de la historia.

Luego llegó el momento de abordar un vuelo internacional, con destino a Washington en plan de reverenciar a su amigo Trump, el 8 de julio de 2020, y cruzarse elogios mutuos. Fue entonces cuando observamos al tabasqueño mesiánico colocarse el cubre-bocas obligado por el capitán de la aeronave y, más aún, cuando después de una escala en Houston debió someterse al protocolo y quedar bajo custodia del servicio de seguridad del famoso “anaranjado”.

Y, claro, a través de tres años la construcción del aeropuerto Felipe Ángeles –llamado así en honor a uno de los grandes lugartenientes de Pancho Villa y del presidente Madero-, fue constante referente de la propaganda oficial pese a las limitaciones impuestas por una mentirosa austeridad que encalló recientemente, el día de su inauguración hace diez días, con los pasillos del “magno” inmueble convertido en un tianguis tercermundista con tacos de canasta incluidas porque los locales comerciales no han tenido éxito entre los vendedores uniformados. Ya llegarán Slim y su troupe al rescate.

Y dejó de hablar supuestamente por la veda electoral cuando sus huestes lo festejaban como si se tratara de un mitin convenido para exaltar su figura, con agradecimientos pueriles –el gobernador del Estado de México fue el más lacayuno y el de Hidalgo optó por cierto sarcasmo al invitar a conocer la barbacoa, el jabalí y los escamoles de su tierra cercana-, sobre todo Claudia Sheinbaum quien deslizó la furia contra sus “adversarios” –entre ellos los mandatarios citados-, hablando de “una montaña”, la de Zumpango, que sí existe y obliga a dar un viraje de ciento ochenta grados a los aviones que despegan o aterrizan en la “obra magna”.

Todas las mentiras, y parodias, se asomaron ese día comenzando en el amanecer cuando AMLO salió de Palacio nacional a las cinco de la mañana con 8 minutos, rodeado de Suburbans para despejarle el camino y en un día festivo –el 21 de marzo-, y lograr con ello, de acuerdo a los ingenuos, hacer el trayecto a Santa Lucía en 40 minutos. ¡Vaya ridiculez!

Ni una sola mención a los diez obreros-soldados-albañiles que sucumbieron realizando una obra a todo vapor y con los pies. El arquitecto encargado, Francisco González, se deslindó de la realización de la obra alegando que su proyecto “fue distorsionado”; y la ceremonia se realizó en un salón inmenso, vacío, como no lo hay en ningún otro aeropuerto del mundo. ¿Para qué tano espacio vacío? ¿O será que está destinado éste a montar un pequeño coliseo, al pie de la réplica del calendario azteca, para dedicarlo a la lucha libre o hasta el béisbol, el deporte del hombre de Tepetitán.

Si tal es su legado… saldrá debiendo el presidente más farsante y mentiroso de la historia.

La Anécdota

La infancia de López Obrador estuvo alejada de la aviación. Lo suyo era mandar, desde niño, por lo que obligaba a sus amiguitos a nombrarlo “mi comandante” acaso recreando a la Cuba de Fidel y su revolución triunfante en 1959 –AMLO nació en 1953-.

Le gustaban las armas, tanto, que no tuvo el menor problema en accionar una pistola .22 en “Novedades Andrés”, propiedad de su padre, para asesinar a quemarropa a su hermanito José Ramón con decenas de testigos observando la ominosa escena. Un arma de ese calibre solo mata si se dispara a corta, muy corta distancia, aclaro.

Y así, como Carlos Salinas –otro asesino precoz-, inició su ruta hacia la Presidencia.


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