Cuba festeja 55 años de Revolución
La Habana, (PL) Cuba conmemora el Primero de enero el aniversario 55 del triunfo de la Revolución encabezada por Fidel Castro y, junto al recuento de los avances, enfrenta el futuro con la actualización del modelo económico y social establecido tras el derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista.
El presidente Raúl Castro, un sobresaliente jefe de la guerrilla que liquidó el 1 de enero de 1959 al régimen imperante desde marzo de 1952, expresó recientemente que el proceso continuará «sin prisas, pero sin pausas, a pesar de varias exhortaciones con sanas intenciones y otras que definitivamente no lo son».
Ni nosotros, la llamada dirección histórica de la Revolución, ni las nuevas generaciones permitiremos que se pierda la obra de la Revolución, no habrá espacio para someter a nuestro pueblo a los efectos de los fallidos paquetes de ajuste que condenan a la miseria a las grandes mayorías, dijo ante el parlamento de su país.
En Cuba revolucionaria, advirtió, nunca admitiremos terapias de choque como las que estamos viendo en la rica y llamada culta Europa, que sumirían al país en un climas de división e inestabilidad, que sirva de pretexto para aventuras intervencionistas contra la nación.
En la madrugada del 1 de enero de 1959 una flotilla de cuatro
aviones, con Batista y sus allegados a bordo, salió del capitalino campamento de Columbia, la principal instalación militar del país, con destino a República Dominicana, donde fue acogido por su colega Rafael Leónidas Trujillo.
Una exitosa ofensiva de la guerrilla dirigida por Fidel y Raúl
Castro, en la antigua provincia de Oriente; y de Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos, en el territorio central de Las Villas, liquidó un régimen que dio muerte a unas 20 mil personas.
El exgeneral había derrocado al presidente Carlos Prío Socarrás, el 10 de marzo de 1952, cuando se preparaban unas elecciones generales, en las cuales no tenía ninguna posibilidad de ser electo.
Mientras los partidos políticos opositores aceptaron con pasividad el rompimiento del orden constitucional, Fidel Castro comenzó a organizar un movimiento insurreccional que, el 26 de julio de 1953, fracasó al intentar ocupar la segunda fortaleza militar del país, con un centenar de jóvenes.
Condenado a 15 años y amnistiado por presión popular, marchó a México en mayo de 1955, de donde regresó el 2 de diciembre de 1956 en el yate Granma para iniciar la lucha guerrillera que, en diciembre de 1958, hacía imposible la permanencia del tirano en el poder.
El gobierno de Estados Unidos, que brindó a Batista apoyo económico y militar desde el primer momento, al final comprobó que la suerte de éste estaba echada y comenzó a buscar una solución que no fuera la victoria rebelde.
Con ese propósito el embajador estadounidense en La Habana, Earl T. Smith, le comunicó el 17 de diciembre de ese año que «el Departamento de Estado miraba con escepticismo cualquier plan o intención de su parte que significara permanecer indefinidamente en Cuba».
En su libro «El cuarto piso», el ex embajador reconoce que «los Estados Unidos, diplomática, pero claramente, le había dicho al presidente de la República que debía irse de su propio país».
Smith revela que le recomendó «una ordenada transmisión de poderes» y Batista, a partir de esa conversación, comenzó a maniobrar para proteger su partida y los intereses que él representaba, mediante la formación de una junta militar que impidiera el triunfo rebelde.
En una reunión con el jefe del Estado Mayor Conjunto, mayor general Francisco Tabernilla, y otros altos oficiales, el gobernante les ordenó que buscaran «una solución nacional».
Tabernilla dispuso que el general Eulogio Cantillo, jefe de
Operaciones en Oriente, pidiera una entrevista a Fidel Castro, en la cual el alto oficial se comprometió a iniciar un movimiento militar el 31 de diciembre que depusiera a Batista y diera apoyo incondicional a la victoriosa guerrilla.
El hoy líder histórico de la Revolución informó el 1 de enero en Santiago de Cuba, tras la rendición de la ciudad luego de la fuga del tirano, que Cantillo incumplió su palabra al participar en la formación de una junta en La Habana, al frente de la cual situaron al magistrado más viejo del Tribunal Supremo de Justicia, Carlos Manuel Piedra.
Aquella efímera junta cívico-militar, con Cantillo como jefe del
Estado Mayor del Ejército, murió prácticamente al nacer pues incluso el pleno del máximo tribunal se negó a legitimarla por su carácter espurio.
Fidel Castro denunció que esa maniobra, la cual calificó de
golpe ambicioso y traidor, se dio de acuerdo con Batista para dejarlo escapar.
«!Revolución, sí; golpe militar, no!, exclamo ese propio día en alocución radial.
El contundente rechazo del jefe guerrillero paralizó la acción y Cantillo, en un último intento mandó a buscar a Isla de Pinos, al sur de esta capital, a militares presos por una conspiración el 4 de abril de 1956, y le entregó el mando del ejército al coronel Ramón Barquín.
Este oficial tampoco pudo controlar la situación y el 2 de enero Camilo Cienfuegos ocupó el campamento de Columbia, donde en la noche del 31 de diciembre Batista dio los últimos toques a un plan que consideraba salvador.
Los cubanos despertaron el primer día del año 1959 sin conocer que el dictador se había marchado furtivamente en horas de la madrugada anterior, y con la sorpresa de ver en las calles a jóvenes revolucionarios que se apoderaron de estaciones de policía y dependencias oficiales.
Fue el periodista Carlos Lechuga el primero en dar la noticia de la fuga, a las 10 de la mañana por el canal 2 de televisión. Antes las emisoras radiales solo se habían referido a «trascendentales hechos que estaban ocurriendo».
Salvo algunos combates esporádicos con elementos paramilitares en lugares céntricos de La Habana, la normalidad imperó tanto en la capital como en el interior del país, donde las milicias rebeldes tomaron el control.
El panorama capitalino fue descrito por la popular revista Bohemia de la siguiente forma: La ciudad se volcó a las calles, tanto tiempo ausentes del calor popular; repicaron las campanas y de los balcones y ventanas colgaron banderas cubanas y la enseña rojo y negra del M-26-7 (Movimiento 26 de Julio, la organización que dirigía Fidel Castro).
«(…) un ejército civil se había adueñado de la calle, frustrando toda posibilidad de un contragolpe y anulando las posibilidades políticas de la traición de Eulogio Cantillo», comentó la Sección en Cuba, la más importante de la publicación.
Mientras esas acciones se desarrollaban en La Habana, Fidel Castro entraba en Santiago de Cuba y en su primer discurso tras el triunfo dijo que «la Revolución empieza ahora (…) no será una tarea fácil (…) será una empresa dura y llena de peligros, sobre todo en esta etapa inicial».
Más de medio siglo después de esa advertencia, en el país se desarrolla un proceso de actualización del modelo económico y social, que busca consolidar lo alcanzado y avanzar mediante nuevas formas de gestión, sin renunciar al socialismo.
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