¿Cuánto gana el cielo?

Una de las grandes incógnitas que la población creyente y no creyente tiene en México, es la forma en que se manejan los recursos de la Iglesia Católica. Así, ésta se ha metido como una aportación a la sociedad cada vez que hay elecciones de cualquier índole la Iglesia solicita la transparencia de sus comicios al igual que las administraciones de gobiernos pasadas o en curso.

En el libro de Mateo dice “con la misma vara que midas, serás medido”, sin embargo, esto solo se lee en la misma haciendo caso omiso en cuanto a transparencia se trata en la Iglesia.

¿Qué tanto dinero entra al clero?, ¿por qué los sacerdotes que deberían ser ejemplo de pobreza material, en ocasiones observan en público modos de vida de gran holganza?, ¿ante quién debe la Iglesia presentar cuentas de sus finanzas?, ¿hay alguna obligación legal como en el resto de los rubros productivos y sociales?, ¿cuánto dinero recolectan en las limosnas diarias, en el diezmo y cuántas donaciones reciben en dinero y bienes inmuebles?, éstas y muchas preguntas más se hacen los mexicanos que cansados observan como estiran la mano y ante la pobreza no dan nada a cambio más que una humilde oración como si esto fuera suficiente como para comer.

La Iglesia pide ser parte de los constantes movimientos sociales, políticos y económicos en donde el país se ve involucrado, pero en la parte de transparencia no existe una obligatoriedad hacia esa misma sociedad que forman parte solo cuando es conveniente.

No es de sorprender que solo en nuestra entidad la Iglesia Católica la Diócesis de Saltillo en su Colecta Diocesana recaudó solo el año pasado arriba de los dos millones de pesos en donde tanto el Seminario Diocesano y Cáritas de Saltillo, dos de las vertientes más importantes de la pastoral diocesana, por el impacto social que representan, ejercen su propio techo financiero.

En donde en teoría y de buena fe se supone que Cáritas apoya a personas de escasos recursos con programas específicos como albergues, comedores y dispensario, mientras que el Seminario tiene a su cargo la formación y manutención de los futuros sacerdotes, pago de maestros, entre otras acciones.

Pero realmente será cierto y tan honesto o qué tanta veracidad existe cuando según el Derecho Canónico cada cinco años los obispos deben acudir ante el Papa en funciones para rendir un informe de sus actividades en todos los sentidos, entre ellos el económico.

Mientras tanto, en México la ley de Asociaciones Religiosas y Cultos Públicos establece como obligatoria la declaración anual y provisionales, donde se incluyen los ingresos ordinarios como el estipendio (pago) de los fieles por el servicio sacramental y las limosnas recaudadas en las mismas.

Sabía usted que como Obispo gana tres salarios mínimos, empero, la ley no impide que el Obispo tenga otro tipo de ingresos por servicios diferentes de tal manera que bajo otros conceptos por los que sí se le permite la estructura eclesial hacer que el sustento sea más real o en ocasiones por encima de un profesionista.

Todo queda en la buena voluntad de la Iglesia de transparentar la economía diocesana, pero habría que incluir obligaciones legales de transparencia para que cualquiera pueda acceder por ley a esta información.

En el caso de la Iglesia habría que agregar otro elemento de transparencia, el de la actuación de sus sacerdotes y jerarcas y, sobre todo la transparencia de información en los contenidos de los mensajes religiosos. Nos falta mucho como sociedad en el asunto de la transparencia y tener esa evolución en ser tan honestos como sea posible en nuestra especie humana.

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