Crónicas negras: cultura

Por Víctor M. Navarro

 

De veras que la palabra se presta para no entenderle o darle la vuelta: cultura por qué y para qué. Total si todo es cultura, según la definición del diccionario cultura es el hacer del hombre, entonces hay una cultura política, una cultura del comer, una cultura del vestir y como el término se diluye, en los proyectos de los gobiernos federal y local este rubro es elástico e indefinido.

Ahora, también hay que reconocer que es un término apto para cualquier atorón en los discursos oficiales; se hace una pausa, ejem, y entonces: estamos conscientes que la cultura es el bien al que todos tenemos derecho, la sustancia que permite a un pueblo reconocer sus valores y su valor, el espejo donde la esencia refleja nuestros más preciados principios, el arcoíris que siempre aparecerá después de la tormenta, el bálsamo que cura todas las enfermedades sociales, la…

La instancia federal tiene bien copada su idea de cultura, está el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, sus extensiones en radio y tv, y muchos museos que los domingos no cobran la entrada. En el gobierno local la Secretaría de Cultura con sus altibajos, ha sabido posicionar propuestas y actividades que cubren ese espectro de los ciudadanos que se atreven a concurrir en eventos literarios, musicales y ciertos performance de índole diversa.

Pero por razones de presupuesto económico y mental, las delegaciones políticas de nuestra ciudad en materia de cultura son unos verdaderos mamotretos que deambulan entre el amiguismo y la inoperancia funcional.

Hay que vivir y revivir el viejo adagio, si hace falta dinero se le recorta al ámbito cultural, y presta pa´la orquesta aunque no sea filarmónica. No hay delegación política alguna que tenga en sus programas de trabajo una iniciativa que apunte concebir la cultura como una práctica productiva y cotidiana, que observe dinámicas literarias, musicales, plásticas, teatrales, artesanales, contextualizadas con el entorno social que define su geografía; cada entidad delegacional tiene características cifradas por su ubicación e historia. De hecho ni siquiera se parte de un estudio, de un diagnóstico que les permita a las autoridades locales saber qué quieren y entienden los ciudadanos por cultura y su práctica. Entonces todo descansa en los compromisos del delegado electo, en los compadrazgos, en la recomendación del primo de un amigo que tiene un puesto de mucho peso.

Ni cómo pensar en publicaciones comunitarias, en localizar a los cronistas del barrio, los músicos que se han formado a contracorriente, las historias del oficio, la iconografía que subyace en las familias fundadoras, los artistas plásticos underground, la comunidad productiva y de alta plusvalía que puede impulsar proyectos que no sean la revista donde el delegado aparece muy mono estrenando bisoñé.

Pero no todo es amargura, siempre hay entusiastas que salvan un poco la situación, incondicionales que organizan actividades, encuentros, presentaciones sin intenciones de lucro, por puro amor al arte y a la comunidad; y allí está el pan nuestro de cada día y el funcionario reflexiona: lo mejor de la vida es el arte y la cultura que no cuestan, nosotros apoyamos la enmienda.

Así que la base está bien establecida, a todos y todas les gusta el baile folclórico y siempre hay concurrencia para el macramé y las actividades manuales, y para los inteligentes tenemos cinco tableros de ajedrez.

El cronista inconforme y tendencioso se dio a la tarea de informarse sobre los programas de cultura de algunas delegaciones, se decidió por un curso de cerámica para elaborar jarroncitos de colores pastel.

Crónicas Negras se publica en el periódico semanal LA COMISIÓN (Informar también es sencillo… pídalo a su voceador cada semana, la mejor opción.

Deja un comentario