¿Chicleas?
Por Guillermo Robles Ramírez
Para que no se haga costumbre que México siempre ocupa los peores lugares y levantar un poco los ánimos, nuestro país ocupa dentro de los tres primeros lugares como mayor consumidor de chicle en el mundo y en América Latina somos los campeones con el primer lugar.
Los chicles que consumimos o masticamos los mexicanos, deja a sus fabricantes más de 420 millones de dólares cada año, pues se producen y consumen un promedio de 90 mil toneladas anuales.
Retirar o despegar de las banquetas los chicles, cuesta a los gobiernos municipales o estatales, según sea el caso, cinco veces de acuerdo a su costo unitario de cada chicle.
Representan, a lo que muchos mexicanos hacemos oídos sordos, que son potenciales transmisores de múltiples enfermedades y si nada de eso importar a todo aquel que le gusta “chiclear” o sea andar como “Juana” con su chiclote en la boca sin importar lo feo que se ve el rostro, especialmente tratándose de una dama, aunque no sea de buen ver y peor si tiene esa cualidad, debemos verlo desde el punto de vista cultural.
No es nada grato que, al caminar por las calles, se tenga que lidiar con un chicle que se embarró en la suela del zapato que en muchas de las ocasiones al no encontrar algo con que apoyarse para desprenderlo, lo hacemos con nuestras manos y dedos, lo que para nada es recomendable por antihigiénico.
Hay en el Mundo, países que sancionan económicamente al o, los y las que arrojan un chicle sobre una banqueta, en particular en Europa, donde hay que cuidarse dónde escupir o arrojar un chicle porque la multa no es nada benigna, aunque esa dureza ha permitido que sus habitantes se alejen de “chiclear”.
La Cámara de Diputados, sus integrantes han propuesto e incluso iniciativas para multar a todos quienes tiren un chicle, haciendo ver los contras que tiene eso de andar haciendo globos, globotes o globitos con el chicle o andar abriendo todas las quijadas para exhibir el chicle y luego, tras cansarse o fastidiarse de andar con el chicle de un lado a otro, tirarlo o arrojarlo a la o las banquetas de las calles. También se ha pensado en imponer un impuesto especial en la producción y consumo de chicles para poderlo destinar a la limpieza de estas gomas pegadas en las banquetas de la vía pública.
Una medida exagerada para muchos ciudadanos o bien para quienes estén leyendo esta columna, pero la verdad es que cuesta mucho dinero quitarlos de las banquetas y si no solo hay preguntarles a los ayuntamientos de cada entidad cuánto cuesta el desvío de recursos para poder limpiar o retirar los chicles pegados de las banquetas y más cuando se trata de aquellas ciudades que cuentan con un Centro Histórico. Un recurso que bien podrían servir y aplicarse a la construcción de parques recreativos o en fin otras obras de beneficio social.
Un ejemplo de ello es en la capital de Coahuila, en donde las brigadas que utiliza la autoridad saltillense para desprender los cientos de chicles que los adictos a “chiclear” por el Centro Histórico, está compuesta por no menos de ocho a diez personas, además de cientos y cientos de metros cúbicos de agua, pues mientras un chofer conduce el camión pipa, otro dirige los trabajos con el chorro de agua que arroja la manguera conectada con la motobomba del camión cisterna, mientras que de cuatro y hasta cinco empleados de Servicios Primarios, a escobazos tratan de desprender los chicles.
Dicen que la ciudad más limpia no es la que más se barre, sino la que menos se ensucia. ¿Por qué no poner el ejemplo los coahuilenses como orgullosamente se ha hecho en otras cosas, que el centro histórico más “chicloso”, no es el de la ciudad que más gasta en retirarlos o desprenderlos del piso, sino donde sus habitantes son menos “chiclosos” aunque den rienda suelta a su uso, pero por cultura y salud, guárdalos en un papel, tu ropa o donde tú ya sabes, para no transmitir a tus paisanos tus males y microbios? Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México) www.intersip.org
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