Guillermo Robles Ramírez

Carnaval de ignorancia e irreverencia

Por Guillermo Robles Ramírez

            Hablar de enfermedades es igual que tratar de comprender la medicina, así como de sus especialistas médicos, es decir, es un tema demasiado amplio. Podríamos considerar que la medicina está tan avanzada que ya es casi imposible no curar por medio de un método científico cualquier enfermedad y aquellas incurables existen opciones para detenerlas o “encapsularlas” para aliviar los malestares.

            Pero tampoco se puede negar que entre más avanza la medicina, también no cualquiera tiene acceso a sus tratamientos ya que son demasiado costosos siendo imposible para más de la mitad de la población poder llevarlo a cabo por medio de un método científico.

            Es ahí donde surge muchas formas en donde una creencia espiritual, una fe o alguna religión se ha sobrepuesto a cualquier convencionalismo o ley civil; la del ejido Espinazo, Nuevo León; donde la cultura popular ha enaltecido la figura del Niño Fidencio hasta el grado de manipular lo imposible de la injerencia de las autoridades para acabar con la enajenación.

            Un pueblo que hace años se encontraba con una comunidad que era solamente de los habitantes fue creciendo en la medida que fue tomando fuerza los milagros del Niño Fidencio, encontrándose ahora lleno de camionetas o todo tipo de vehículos que visitan el lugar en busca de una sanación porque el médico general ya no encontró una solución o porque el presupuesto de los familiares y seres queridos ya llegaron a su límite siendo este el principal impedimento para iniciar o continuar cualquier tratamiento médico.

            El místico José Fidencio Sintora Constantino, es adorado hoy en día con una devoción tan grande como la ignorancia que la fomenta, en un fenómeno religioso donde no hay argumentos para sobreponer la razón de lo evidente: Un vil engaño.

            Las leyes civiles bien podrían penar estas conductas. En “Espinazo” surgen cada año mil razones para ello, pero como dijo Rousseau, el poder religioso puede provocar enfrentamientos y odio, por cierto, muy contrario a lo que profesa el cristianismo u otras religiones fundamentadas en pasajes bíblicos o culturales. Así que la vía legal no es buena para salvar a tanta gente de tanto engaño durante tanto tiempo.

            Sin embargo, el mismo suizo Jean-Jacques Rousseau autor del Contrato Social, observa que el poder religioso y el poder público, pero también el económico a nuestra realidad presente, pueden verse sometidos por obra del deseo popular a través de las costumbres y la opinión pública.

            La creencia va más allá de la realidad. En el sitio donde Fidencio Sintora Constantino, sepultara a quienes llegaron en busca de alivio y encontraron ahí la muerte, se reúnen las “Niñas”, que son mujeres de casi 50 años, con vocecillas infantiles e imitando un léxico propio de un infante, porque aseguran estar en trance y en sus cuerpos está depositado el espíritu del “Niño Fidencio”, dedicándose a hacer curaciones multitudinarias, mientras acompañan su jornada arrojando dulces y regalando chocolates.

            En ese mismo carnaval de la ignorancia y la irreverencia, se suma una cruzada de personas que provienen de Zacatecas y que insisten en que el espíritu del famoso revolucionario y Centauro del Norte, Francisco Villa los exhorta a mantener viva la fe en Fidencio y en el mismo héroe de La Revolución.

            Cada año cientos de comerciantes y falsos profetas hacen de las suyas y terminan con jugosos recaudos con la figura de un hombre llamado “Niño”, que, si bien para los fieles es un santo, para quienes intentamos ver las cosas con objetividad y conocimiento, no es más que un ser malentendido, si acaso obviamos opiniones que hasta lo creen un demente.

            En el mejor de los casos, aceptamos con ánimo de buena voluntad, Fidencio pudo ser un hombre con capacidades excepcionales. Pero ello nunca justificará semejantes representaciones que vemos hoy en día, pues no hacen más que envilecer, denigrar y atentar contra la dignidad de los pobres.

            En ese lugar, donde priva la voluntad de quienes ahí viven y visitan  parece no importarles la carencia de sitios donde en verdad se ofrezcan servicios de salud, así como la apatía de las autoridades religiosas que acompañen esas caravanas de creyentes, porque no están permitidos los actos de fanatismo en los tiempos actuales, de ahí que a Fidencio Constantino no le hayan propuesto ante la Santa Sede como prospecto a canonización que diera más veracidad a lo que seguirá siendo sólo un carnaval grotesco de sacerdotisas y falsos redentores que sólo timan con la fama del “Niño Fidencio”.  (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018) www.intersip.org

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