Agenciamiento electoral
Por Francisco Tomás González Cabañas
Tal como cualquier resultante o síntesis de dos fuerzas, en este caso creer y desear, es imposible determinar la prevalencia conceptual de uno con respecto a otro. Tentados en quedarnos en la fácil, de erigir un triunfador, tampoco cuál salomónica resolución sería razonable plantear que la relación de ambos conceptos es una vinculación armónica y perfecta. Más allá de la propia definición del creador del grafo (Gilles Deleuze), el sustantivo agenciamiento que trasciende el verbo-raíz de agenciar (hacer, producir) pretende un orden en la dinámica del devenir. Una suerte de composición en un fluir casi inasequible, un ensamblaje para cuerpos translúcidos o transparentes. A diferencia del dispositivo foucaultiano que nace para dinamitar las verdades estructurales y estructuradas, el agenciamiento es la marejada de la indeterminación. Es la voluntad de un electorado que terminó de emitir el sufragio. La lava incandescente que se produce en un porque sí, del que podemos acreditar o desear sin que ambos márgenes conceptuales se excluyan, sino que se pliegan, despliegan o repliegan. Es de vital importancia, pactar que el soberano o el cuerpo electoral, es antes que nada un rizoma.
“El rizoma no se deja reducir ni a lo Uno ni a lo Múltiple. No está hecho de unidades, sino de dimensiones, o más bien de direcciones cambiantes. No tiene ni principio ni fin, siempre tiene un medio por el que crece y desborda. Contrariamente a una estructura, que se define por un conjunto de puntos y posiciones, de relaciones binarias entre estos puntos y de relaciones biunívocas entre esas posiciones, el rizoma sólo está hecho de líneas: líneas de segmentaridad, de estratificación, como dimensiones, pero también líneas de fuga o de desterritorialización como dimensión máxima según la cual, siguiéndola, la multiplicidad se metarmorfosea al cambiar de naturaleza. El rizoma no es objeto de reproducción: ni reproducción externa como el árbol-imagen, ni reproducción interna como la estructura-árbol. El rizoma es una antigenealogía, una memoria corta o antimemoria. El rizoma procede por variación, expansión, conquista, captura, inyección. Contrariamente al grafismo, al dibujo o a la fotografía, contrariamente a los calcos, el rizoma está relacionado con un mapa que debe ser producido, construido, siempre desmontable, conectable, alterable, modificable, con múltiples entradas y salidas, con sus líneas de fuga…” (Deleuze y Guattari. Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. 1997. Valencia. Pre-Textos. pág 25).
¿Que herramienta política o desde la política, debe ser usada para obtener lo que puede brindar este rizoma como metáfora de pueblo o de mayoría?
Las máquinas deseantes (concepto previo al de agenciamiento, también alumbrado por Deleuze) en que pueden ser analizadas las unidades que conforman una comunidad, es decir los “sujetos democráticos”, funcionamos por intermedio de aquellos conceptos fundantes o fundacionales: creencia y deseo que interactúan entre sí.
Yo puedo desear social, colectiva o políticamente algo y así manifestarlo con mi voto, o en todo caso creeré que tal ganara y tal otro no y sufragaré en consecuencia. Así de sencillo en términos teóricos, que al plasmarlos en una elección específica y determinada, encuentra su dificultad.
El rizoma que antes que concepto filosófico es biológico (un tallo) necesita de un territorio también en lo metafórico electoral que propusimos. Es decir lo debemos analizar y comprender, necesariamente desde su territorialización.
“Todo agenciamiento es en primer lugar territorial. La primera regla concreta de los agenciamientos es descubrir la territorialidad que engloban, pues siempre hay una. El territorio crea el agenciamiento. El territorio excede a la vez el organismo y el medio, y la relación entre ambos; por eso el agenciamiento va más allá también del simple ‘comportamiento’” (Ibídem., pp 513).
El ganador de una contienda electoral es siempre quién puede lograr el imposible lacaniano de gobernar voluntades, haciéndolas desear y paralelamente hacerles creer que tal imposibilidad es posible, en su propio hogar, manzana, barrio, pueblo, ciudad, país, territorio.
Una característica fundamental de abordar la fluidez de lo que expresa el pueblo, mediante un pliegue de esta singularidad consiste en observar que el movimiento de cualquier agenciamiento nos acerca a un modo de insistencia en lo vital, apostando a que las conexiones sean cada vez mínimas en organización y máximas en intensidad.
La política dimensionada desde esta óptica, de la aprehensión de la razón, de la pasión y la emoción del devenir de los pueblos, necesitará más de artistas, pensadores, filósofos e intelectuales que de los otrora dirigentes territoriales, barriales o definidos bajo las viejas, yermas e improductivas epistemes.
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