Poemas de De Neza York a Nueva York
NUESTRO TIEMPO, NUESTRO HUERTO
“Húmedo llevo el manto
y tengo frío…”
Concha Urquiza.
Húmedo, oloroso a hierbabuena
es mi manto;
en su trama, la ausencia del amado
sabe a tragos en ayunas
de amargo marrubio blanco.
Mar sorprendida de luz es su mirada,
me ve, y entibia la niñez de los días
crecida entre la hierba verde.
En tu huerto de mujer amada
brota de huraños rastrojales
la antigua rareza de tu piel,
milagro de poesía a diario,
a veces, sin piedad hiere mis labios
con agujas punzantes de ortiga,
cuando viva te nombro
sin leer de prisa un poema de amor
que me conduele por no tenerte cerca.
No esperaré a que el viento
deshoje vuelos de hierbabuena en mi velo,
Junio, de lluvia vestido,
me despojará de antiguos miedos,
abiertos en frondas de palabras
iré por tu voz;
atuendos de agua y sol ambarino.
Franquearé la cantera rosa
de tu ciudad amurallada,
donde nacieron tus ojos
guardando nuestro tiempo
en el silencio de la catedral,
y fuimos a su encuentro
dos criaturas ávidas de amar;
en alianzas secretas recobramos al varón,
él, en ansias infinitas
se entregó a nuestros deseos.
Desde entonces
las dos llevamos en las venas rastros de su sangre,
en lugar del vino tinto
sobre el misal,
en sigilos intensos, tenidas de su delirio
bebimos todas sus noches seminales,
destiladas en gotas de miel, del Hiblea…
Bebimos su eternidad en nuestros cuerpos.
¡Ha sido nuestro dueño festejado
sin el doloroso afán de poseernos!
María Ángeles Juárez Téllez
OUR TIME, OUR GARDEN
«Wet I wear the robe
and I am cold … »
Concha Urquiza.
My robe is wet,
smelling of peppermint;
in its frame, the beloved’s absence
tastes like fasting drinks
of bitter white horehound.
His look is that of a sea surprised by light,
watches me, and warms the days of childhood
grown between green grass.
In your garden of the beloved woman
it springs from sullen stubble
the ancient rarity of your skin,
daily miracle of poetry,
sometimes, it mercilessly hurts my lips
with needles of stinging nettle,
when, alive, I name you
without reading in hurry a love poem
for which I grieve for not having you around.
I will not wait for the wind
to defoliate the flights of peppermint on my veil,
June, dressed in rain,
it will strip me of old fears,
open in leaves of words
I will go to your voice,
outfits of water and amber sun.
I’ll open up the pink stone
of your walled city,
where your eyes were born
saving our time
in the cathedral’s silence,
and we went to meet them
two creatures deeply in love;
in secret alliances we recovered the man,
he, in endless cravings
surrendered to our desires.
Since then
we both carry in our veins traces of his blood,
instead of red wine
on the missal,
in intense secrecy, gotten from his delirium
we drank all his seminal nights,
distilled in drops of honey, from Hybla…
We drank his endlesness in our bodies.
Our master has been celebrated
without the painful eagerness to possess each other!
María Ángeles Juárez Téllez
MEMORIES OF A SUMMER
How warm the night was. I remember the scent of baby-powdered shoulders, I’d not outgrown even in my sixth summer. And that abandoned lot in Brooklyn,
looking that August much like Eden to me.
All thick with clover, blooming wildly,
patrolled by fireflies. A hurricane fence
protected nobody’s garden from those who
would come to violate the pure wilderness
I so much loved. My hands were small
enough then to invade fences and gather
white and purple clover bouquets close
to me. But the years, how they have
left me with this melancholy longing
that comes back each summer night.
I’m older now, my hands too large to defy
fences. My heart too kind to squeeze clover
stems to their weeping, or even need to, but still,
on these softly scented summer nights, often I linger to watch fireflies light up the secret
places, the magical places of one infant summer.
Mary Askin-Jencsik
RECUERDOS DE UN VERANO
Qué cálida era la noche. Recuerdo
el aroma a talco de bebé en los hombros
que todavía no había dejado atrás ni en mi sexto
verano. Y aquel lote abandonado en Brooklyn,
hacía verse ese agosto como un Edén para mí.
Todo alfombrado con tréboles floreciendo salvajemente,
patrullado por luciérnagas. Una cerca de huracanes
protegía al jardín de nadie de los que
venían a violar el baldío puro
que yo tanto amaba. Mis manos eran suficientemente
pequeñas entonces para atravesar vallas y juntar
ramos con los tréboles blancos y morados que estaban
a mi alcance. Pero los años, cómo me han
dejado con este anhelo melancólico
que regresa cada noche de verano.
Soy más vieja ahora, mis manos demasiado grandes para desafiar
vallas. Mi corazón demasiado amable para exprimir tallos
de tréboles hasta desaguarlos, o para necesitarlo; sin embargo todavía,
en estas noches de verano suavemente perfumadas, con frecuencia
me quedo a observar a las luciérnagas iluminar los lugares
secretos, los lugares mágicos de un verano infantil.
Mary Askin-Jencsik
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