La sentencia en el monte

Por Brenda Trujillo

El avestruz miraba fijamente a un hombre, totalmente pasmado en medio de la quietud de la noche y del sereno helado. El sujeto le devolvía temerosamente la mirada al animal; había una extrañeza en su fisonomía que le hacía retroceder y cada vez que daba un paso atrás, el ave avanzaba hacia él.

Alrededor del individuo, se encontraba un campo inmenso con partes desiguales de césped; en el espacio más próximo estaba perfectamente cortado y muy verde y más al fondo se notaba largo y opaco. La única luz era la de un faro que se vislumbraba a lado de una cabaña rústica, roja y todos los vidrios, tanto de la puerta como de las ventanas eran polarizados y no tenían cortinas.

“De ese lugar, provenía la avestruz”, pensó el hombre, “creo que mejor voy a entrar a la cabaña porque aquí hace mucho frío y el camino se ve infinito, pero ¡qué miedo me da esa ave, no es normal, tiene un pico muy grande y me observa como uno ojos humanos, embriagados de odio ”. Caminó hacia la puerta de la cabaña y se detuvo en seco. “ ¡Qué imaginaciones las mías!” Soltó una carcajada, miró despectivamente al único ser vivo que permanecía allí, jaló el picaporte y entró con decisión a la estancia. Todo silencio.

De inmediato, se prendieron los focos de las lámparas y se visualizaron dos sofás de color negro y de cuero, una mesa de cristal y con el mismo material, en las paredes resaltaba el rojo con distintas cuadros de pintores como “El Grito” de Edvard Munch, “El dormitorio en Arlés” de Vincent van Gogh, “La persistencia del tiempo” de Salvador Dalí y Golconda de René Magritte. Había dos espadas firmemente pegadas, en una de ellas, en el filo de la espada traía grabada una inscripción: “Prisionera de ti jamás” y a la vuelta decía: “Si me tocas, caerás”.

Una vitrina permanecía delante de un horno grande, en el cual parecía que se hervía algo, el masculino se acercó y percibió la temperatura al máximo, sensación que lo hizo retroceder y volver a temer por su paradero. Sudaba con vehemencia. Se asomó al escaparate y encontró 50 filas de botellas de diferentes tipos; desde cervezas de todos los países hasta vinos añejados. Sin embargo, optó por tomar un whisky de 50 ml.

“¡Qué ardor en mi garganta y relajación en mi cuerpo! ”, Dijo después de beberse un profundo trago y tirarse en un sillón. En ese momento, se dio cuenta que frente a la sala se situaba un espejo enorme, de más de 3 metros de altura.

“¿Ya habrá estado aquí o no me fijé?”, se preguntó para sí.

Impecable y con un marco ostentoso lucía el espejo, también se reflejaba a un adulto de 35 años, completamente pálido y delgado, vestía de traje negro pero desarreglado y manchado de lodo; no obstante, le dio curiosidad que su camisa originalmente era negra como su vestimenta, pero en su doble era roja como las paredes.

Consideró que alucinaba y siguió bebiendo, mientras se escuchaba un siseo y el sonido de cuando afilan cuchillos. Edén caminó hacia el espejo y le gustó la forma en la que se veía, no sabía si era por las luces o porque el efecto del alcohol sensibilizó a sus sentidos. De lo que sí no dudaba, era que al otro día regresaría con su hijo y le pediría perdón. Somnoliento sonrió y sin más, sintió un repentino desgarro en su estómago y piernas. Cuando abrió los ojos, la sangre le chorreaba por sus extremidades, no se explicaba lo ocurrido, pero sintió un dolor horrible como si muchas agujas estuvieran dentro de su cuerpo, antes de exhalar su último respiro pudo notar que el avestruz lo miraba a menos de un metro, preparándose para picotearlo….

El jardín era ideal para acampar. Del otro lado del mundo, en territorios europeos, se destacaba por su arte, Úrsula Tempestad, directora y guionista de cine. En aquel momento, vacacionaba en un monte cerca de una bahía de Barcelona. Le gustaba el frío, ella exploraba los caminos verdes, mientras Ulises Rivero preparaba la fogata y ponía en un plato los bombones de múltiples colores, nunca había visto unos así en su vida, eran azules, cafés, rojos, negros y otros que cambiaban de matiz cada 30 segundos.

“¡Qué extraño!”, reflexionó Ulises, “Cuando Úrsula me enseño sus artimañas inusuales pensé que me mataría y que, en cualquier instante, correría peligro, no entiendo de donde surgieron esos dotes, pero eso me encanta, aunque a veces quisiera dominarla … ”

  • ¡Ulises, ven! – gritó Úrsula- ¡Necesito enseñarte algo! ¡Te aconsejo te quedes con una sola muda!

Interrumpiendo sus pensamientos, el joven se aproximó, la obedeció y siguió. En la punta del monte, había dos cuerdas para escalar, ella agarró una y obligó a su compañero amoroso a tomar la otra y bajar, pues él mostraba miedo, ante el precipicio que se notaba; 50 metros por lo menos de ahí al mar. Fueron sosteniéndose del lazo y a los 25 metros, pisaron tierra, radicaba una pequeña barda que conducía a un agujero negro, el cual era inicio de un pasadizo de agua.

Al introducirse en el lugar, sintieron chorros de agua plateada y luego nadaron un río profundo, las luces sombrías denotaban una especie de cueva abandonada; empero, solo era la impresión, imperaba una atmósfera regocijante y calurosa, incluso algunas partes despedían vapor. Recorrieron 1 kilómetro y entraron a una habitación circular, donde se ubicaba una cama de agua y una palapa tropical. El techo y dos paredes eran espejos.

  • Entra ¡Tranquilo! – ordenó Úrsula a su pareja. Le causaba simpatía como temía constantemente por todo el honroso Ulises… “Tan amable y miedoso… ¿o sólo es apariencia? ….

Después de casi 10 minutos, su acompañante se metió a la estancia, no hubo necesidad de que se secarán, pues la acción se ejecutó automáticamente al adentrarse.

  • ¿Dónde estamos? ¿Es otro de tus secretos? – preguntó él- Está muy agradable, pero me genera duda el modo en el que me trajiste.
  • ¿Acaso crees que ya no saldrás de aquí? – bromeó Úrsula, a la vez que reía.

Rivero permaneció callado y por primera vez, sintió una oleada de furia en su interior, la quería, pero en el fondo, debe admitir, que la envidiaba. Aspiraba a su poder. Quisiera él haber heredado esas habilidades extraordinarias de las que seguramente pocas personas gozan. La miró, a través del espejo, de mediana estatura, tez blanca, delgada y con el cabello castaño oscuro y muy largo. También la deseaba a ella, la abrazó por detrás y aunque la fémina pudo notar su malicia, se volteó y lo besó.

Los astros nunca engañan. Las formas casi perfectamente delineadas de su cuerpo se vislumbraban casi irreales. Se unían como dos aves en pelea fugitiva y a punto de estallar. Ambos eran presos de divagaciones torturantes y voluptuosas, ella como una fiera desgarraba la espalda de su fuente de placer, a su vez los dedos de sus manos sufrían una metamorfosis; ahora eran garras, pero no dolían tanto.

Al mismo tiempo, el objetivo de Úrsula establecía en acercarlo al espejo y observarlo. Con unas cuerdas semejantes a las que utilizaron para escalar, se amarraban a las manos del macho, privándolo de tocarla, pero sujeto a las complacencias que le provocara ella, quien se empeñaba en apretujarlo contra el material cristalino. No ser sometido, pero tampoco no se quería negar a las convulsiones carnales, ya que los apretones facilitaban sus expulsiones lúdicas. Estaba fuera de sí.

En aquel santiamén, en el que estaba atrapado en las primeras olas del clímax, sintió un empuje contra el espejo y Úrsula encima de él traspasaron esa barrera, la superficie se abrió ante ellos, para encontrarse con otro cuarto idéntico, pero ambientado con una luz roja natural, la del ocaso.

Suspendidos en el vuelo, ya se encontraban en la cama de agua. Ulises, sorprendido, se dispuso a gratificar a su compañera, titubeó un poco, pues no le gustaría que el resultado fuera menor al de él. Lo que le ayudó fue la cuerda, se ensogaron los dos y no podía separarse hasta que el amante rematara. Ella dejó de friccionarlo y se dejó llevar por los labios y movimientos de su administrador fulgurante de espasmos. La cuerda se forjó más y ella, desprevenida, permitió la entrada de todo el ser de Ulises. Parecían segundos, pero transcurrieron casi 5 minutos, antes de que pudiera vociferar y se debilitaran las tuercas de su interior; por ende, se aflojó la soga y cayeron dentro del agua de la cama.

No hubo tiempo de relajación; simplemente se sumergieron en un baño inesperado. La fuerza derrocó la hechura de la cama de agua.

  • No preguntaré dónde estamos, porque no me responderás ¿verdad? – aseguró e interrogó al varón, rompiendo el silencio.
  • Solamente es otro espacio que me delegó uno de mis parientes- contestó Úrsula.
  • ¿Todos en tu posesión estos dones?
  • ¡Claro que no! Solo mi abuelo y yo. Te he traído aquí para que probemos las delicias del lugar y de nuestros cuerpos, los cuales en conjunto crean el placer perfecto. Pero también te he enseñado esta cueva, porque eres el primer amante con el que me siento diferente y…. segura.

“¡Ya gané su confianza! ¿Qué más me dirá? ¿Podré ser como ella? ” se esperanzó el individuo, en su subconsciente.

  • Si te incorporas a mi propuesta, podrás poseer mis dones, mientras estés conmigo. Si rompemos, dejas de tenerlos. Si me muero, adquieres mi fuerza automáticamente, pero debemos enlazarnos, la promesa se hace en este monte, por eso te traje aquí.
  • ¿Por qué has elegido que sea compañero eterno de tu vida?
  • ¡Eterno no! ¡Eso no lo sé, ni lo juraré! Pero… en este momento eres el único que me hace sentir la revolución de mis entrañas y te adaptas a mis manejos sexuales. Eso es lo más importante para mí… ¿Y tú, aceptas?
  • ¡Me sorprendes! Pero… ¡Yo encantado! ¡Me siento raro, vehemente! Especialmente en este escondite ¡No estoy acostumbrado a dejarme arrastrar por el amor de una mujer!
  • Eso me lo reiteras frecuentemente. Me preocupa el constante afán por demostrar tu hombría.
  • ¡No! Calma, Úrsula. Me entrego a tus desdenes y verdaderamente, quiero estar cerca de ti. Si yo fui el que inicié nuestra fogosidad.

Él creía en ella. No había duda. De hecho, quería descendencia de los dos. Pero, lo tentaba aquella idea… La del poder absoluto. Desde que era un niño, ambicionaba dominar a la gente y poseer grandes dimensiones desconocidas como en las que se hallaba actualmente. De igual forma, superar la fragilidad normal del humano, anhelaba ser más fuerte que cualquier ser común y esas capacidades las lideraba Úrsula. Desconocía su procedencia, pero le atraía en exceso.

Recordó cuando la conoció: fue después de terminar la universidad, trabajaban juntos como profesores de Literatura en Chiapas, México, ella daba clases en primer grado de preparatoria, él en segundo. Pero ella siempre agradaba a sus alumnos y Ulises era aborrecido. Siempre consideró que hechizaba a los estudiantes y por eso la adoraban tanto….

Volvieron al cuarto principal y durmieron un rato, mientras Ulises Rivero tramaba sin darse cuenta él mismo…

La única unión que garantizaba el traspaso de poderes se llamaba “Dentro de la vara”, un acto simbólico que se impartía en unas cascadas, no muy lejos del monte, aquel territorio pertenecía a Úrsula.

Era una especie de casamiento, pero nada típico. Fue muy privada la celebración. Cada uno invitó a 10 familiares y amigos, todos tenían conocimiento de lo sobrenatural del asunto. Él portó un esmoquin y ella un vestido rojo transparente, solo se trataba de cumplir el protocolo, así lo pensaban los enamorados.

Los tíos de Úrsula destacaron como testigos, ya que sus padres emprendían un largo viaje desde hace semanas, y la madre de Ulises fue la testigo, pues su papá había muerto desde su nacimiento. El momento crucial de su unión se realizó en un puente colgante, pero su ancho era de 5 metros, para que todos pudieran caber allí. El tío desenvainó una espada y se la entregó a Ulises, la madre recogió un dije de oro en forma de escoba, que provenía de las alturas de las cascadas y se lo puso a Úrsula con una medalla. Úrsula y Ulises se tenían que hincar para declarar su compromiso el uno con el otro.

-Úrsula Tempestad ¿Aceptas y prometes ser leal hasta el deceso, pese a los deseos y contrariedades malignas que embargan a los humanos no sobrenaturales? – interrogó a la madre.

-Sí- contestó ella, mirando fijamente a su futuro esposo, quien estaba nervioso y con los ojos brillosos.

-Ulises Rivero ¿Aceptas y prometes ser leal hasta que el sueño eterno los alcance, pese al sometimiento que padecerás por los dones de tu mujer?

  • ¡Claro, acepto! Ella impacta mis horizontes- se abalanzó contra ella y la besó, pero los testigos lo frenaron, pues el ritual aún no había acabado.

-¡Detente! Si das un paso más, arruinas la unión- explicó molestó el tío.

Él regresó a su puesto, siendo así, la misma soga que usaron durante su vuelo sexual actuó por sí sola: fue atada a sus manos derechas y la espada se elevó e hizo una cicatriz en las palmas de cada uno, grabando la figura de un ave. Hubo un temblor de 15 segundos y cayeron gotas rojas y púrpuras del cielo, las cuales invadieron principalmente a Ulises….

El goce del festín no mide razas culturales, estatus sociales u orígenes mágicos, pues la chorcha es bienvenida; copas brindando, un montón de risas aumentadas por el efecto del alcohol, gritos de emoción, abrazos y felicitaciones por doquier. El modo de festejar es el que varía, según el contexto, pero la excitación por beber algún vino o licor trasciende fronteras.

A lado de las cascadas y su bello panorama, celebraban una boda inesperada. Los novios cabalgaban en caballo, después de la cena, los asistentes danzaron música árabe. Sin embargo, solo faltaba una prueba más para que se compartiera la magia de Úrsula con su cónyuge.

Los dos bailarían en el centro de un triángulo y como la costumbre de ese terreno marcaba, deberían demostrar a los presentes su querer, a través de su piel. No tenían que concretar el acto amoroso, pero sí, dar un ejemplo. ¿Cómo era eso?

Una luz dorada rodeó a las cascadas, ya anochecía, pero se veía muy claro el alrededor. En el centro estaban ellos, ahora los espectadores solo observaban sus sombras como en una proyección. Sin precedentes, el calor atrajo su caricia y se envolvieron en el vaho de sus seres, olvidándose de los demás, tomaron sus músculos con seguridad y se montaron. Juntos formaban un cuervo o tal vez, un avestruz…

Lo más insólito es que todos los ojos no se avergonzaban, no manifestaban ni sorpresa ni desagrado. En la invitación, venía detalladamente los episodios que se irían exhibiendo, por esa misma razón habían acudido tan pocos. El acto no se extendió, fue ejemplificado por primera vez en la historia de ese ámbito, sino existía ninguna perturbación durante el proceso significaba que ambos lados serían leales, que no había de qué preocuparse… Finalmente aplaudieron y sucumbieron, nuevamente, en el delirio del ruido y las sonrisas sinceras y fingidas…

Llegó la madrugada, a esa hora Úrsula y Ulises ya compartían un título y una cabaña donde vivir. Estaba en medio de un campo sosegado, la fachada era de mármol y el interior oscuro y rojizo. En el momento, de acceder a la choza, subieron a la terraza y ahí se tomaron su última copa de vino tinto.

Ulises le amaba, pero el deseo de poder era más fuerte. No soportaría una vida en la que ella siempre predominaría y rebasaría su capacidad, aunque él ya poseería algo de su dominio, pero no era lo mimo.

“Lo pensé mucho. Consideré que me sentiría satisfecho cuando ella me compartiera sus dones, pero me he equivocado, la amo y quiero poseerla físicamente como despedida … Veo su pasión hacia en mi, en sus ojos ”.

-¿Qué piensas, querido mío? – preguntó Úrsula.

-Me he divagado-contestó Ulises- Estoy desbordante de dicha ¡Ven! – la jaló despacio hacia sus piernas y tocó su cuerpo completo, de forma natural, no había ningún artículo mágico que les ayudara en aquel instante.

En el fondo es lo que más valoraba Úrsula de él, por eso mientras lo besaba, meditó: “La otra vez lo conduje a la cueva y me gustó como lo dominé, pero sus manos son seductoras por sí solas, él piensa que no estimo eso, pero es mejor así. Por primera vez, hoy me dejaré llevar ”.

La revolución de los ríos es cuando azota el aire y el clima se torna catastrófico y peligroso, así se sintió Ulises, se debatía entre el placer y el poder. Por un lado, quería privarla de un futuro para convertirse en el audaz héroe de ese mundo, pero… ¿Y si lo descubrían? Seguramente sufriría un terrible final. También había la posibilidad de que calculara minuciosamente su crimen, sin que sus antagonistas lo derrumbaran… Es más, hasta podría manipularlos…. Ya que sus dones primordiales se basaban en el dominio de los otros y la creación y el bosquejo de diversidad de panoramas…

Ulises permitió que la idea de un porvenir exitoso, sin ella, lo subyugará. Cuidadosamente, recostó a Úrsula Tempestad en los sillones del balcón grande, y meneó su figura contra el de ella. Culminó lo que no se había podido durante la festividad de las nupcias y rectificó su complacencia; su viaje consistía en superar el básico gusto, en abarcar cada centímetro de su organismo, el cometido era difícil, aún con trucos sobrenaturales. No obstante, en un santiamén creyeron que rebasan sus propios límites…

Los gemidos se transformaron en dolor, pues Ulises provocó que los dedos de sus manos se transformaran en garras de 5 centímetros y las enterró abismalmente debajo del vientre de su adorada.

-¡Me has mentido! – gritó Úrsula- ¡Pasaste la prueba en el triángulo! ¡No hubo ningún percance que me indicara lo que pretendías hacer!

Ulises no contestaba, solo sollozaba, respiraba agitadamente y enterraba cada vez más sus zarpas, las cuales se atiborraban de sangre. Dudaba de su proceder, pero no podía parar, su impulso y ambición le orillaban a denigrarse de ese modo. Esos ojos grandes y redondos le devolvieron una mirada lastimera y con ansias de que concluyera esa tortura. El asesino sintió escalofríos cuando detectó una ligera sonrisa en el rostro de ella, antes de que cayera al suelo…

Inmediatamente, él se tiró a su lado y la abrazó, sollozando, “Perdóname, mi alma”, susurró. ¡Claro, ya tenía un plan! Se marcharía a casa con su hermano Edén, quien no asistió al evento de unión, porque no simpatizaba con Úrsula, además él fue el que recomendó apoderarse del territorio de su cuñada. Se fugaría con el cuerpo de ella, así no levantaría sospechas, la gente debería creer que estaba desaparecida, no muerta.

Se agarró el dedo y vio el anillo de su vínculo, rojo y de oro, traía la inscripción: “Si me tocas, soy tuyo”. Pretendía tomar el de ella, pero no aflojaba. Parecía embrujado.

Dispuesto a vivir con el tormento de su ingratitud, se incorporó, pero en un periquete, el interior de su piel comenzó a arder y él adquirió un matiz grisáceo. Lanzó un vocifero aterrador cuando se percató de su encogimiento y robustez, su forma se alteraba y se convertía en algo semejante a un avestruz. Su vista estaba empañada, solo observó como una silueta femenina se levantó, lo miró a lo lejos, un tanto abatida y satisfecha y se marchó… El animal emitió un sonido de bravura.

A las pocas horas, el avestruz andaba por toda la cabaña. Aún podía pensar. Era él: Ulises.

“ Debí saber que faltar a mi palabra no sería nada sencillo. Es probable que ella lo sospechara. ¡Cuánto la amaba! Empero quería ser como ella. Mejor me hubiera matado ella, esto es peor que la muerte. ¿Quedaré así para siempre?

Se salió de la cabaña y a lo lejos vio que venía un sujeto. Era Edén. Lo tuvo de frente a frente, sin reconocerse el uno al otro. Ulises intentaba dar señales a su hermano para que lo rescatara, pero era inútil; al contrario, se veía que le daba temor. Lo dejo entrar a la casa.

El avestruz aguardó otro rato más afuera, se sintió desesperado. ¿Qué podía hacer? A la media hora, se introdujo sigilosamente, a lo lejos observó como las inscripciones que las espadas tenían el concepto contrario a lo que decían sus sortijas, pues la leyenda del anillo de Úrsula decía: “Prisionera de ti, siempre”.

Ulises vio que Edén estaba tirado en el sillón, ya borracho, quería despertarlo y tratar de explicarle lo ocurrido, pero sin que él lo predispusiera las espadas volaron y se enterraron en el cuerpo de su hermano. El animal se horrorizó, pero al oler la sangre que derramaba, por su misma naturaleza y por el hechizo que lo embargaba, le dio sed de ese líquido rojo que anunciaba el óbito y se devoró el cuerpo.

Deja un comentario

1 thought on “La sentencia en el monte”