MINEROS O EL RIESGO DE TRABAJAR EN EL CENTRO DE LA TIERRA
Por Ricardo Burgos Orozco
No cualquiera puede ser minero en México; debe enfrentarse al miedo a las profundidades, a la oscuridad, a la sensación de encierro, a la claustrofobia. También deben acostumbrarse a ganar un promedio de diez mil pesos al mes, aunque algunos pueden percibir más conforme a su experiencia.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), hay casi 191 mil personas dedicadas a ese oficio; la gran mayoría son hombres, el 87 por ciento, y el resto, mujeres. Si comparamos otros sectores, la minería ocupa el octavo lugar por la cifra de trabajadores. Hay más de tres mil sitios en el país dedicados a esta actividad para extraer principalmente petróleo y gas, minerales metálicos y no metálicos y operaciones en pozos.
México sigue siendo el principal productor de plata a nivel mundial y ocupa los primeros lugares en la producción de 17 minerales, entre los que se cuentan fluorita, celestita, zinc, sal cobre y oro. El año pasado la inversión en este sector fue de 4 mil 246 millones de dólares, una cifra nada despreciable para una actividad muy dinámica a nivel nacional.
Desafortunadamente, el trabajo subterráneo es muy riesgoso para un minero y en muchos lugares no hay las condiciones adecuadas para que realicen sus labores con los mínimos niveles de seguridad. Todos los días se enfrentan al peligro de gases tóxicos, rocas sueltas, aplastamiento e inundaciones.
Los trabajadores de la mina de carbón El Pinabete, en Sabinas, Coahuila, se enfrentaban todos los días a esos riesgos, pero no les quedaba otra porque esa es la única forma de sustento para ellos y sus familias. El pasado 3 de agosto sucedió el accidente: diez mineros quedaron atrapados a unos 60 metros de profundidad al filtrarse agua proveniente del Río Sabinas.
La directora de Protección Civil, Laura Velázquez, ha estado ahí desde el inicio con brigadistas para tratar de rescatar a los trabajadores; también pidió asesoría a expertos de Alemania y Estados Unidos, pero el esfuerzo fue en vano. Apenas el lunes 29 de agosto, se anunció que se iba a desistir de intentar salvar vivos a los mineros después que ha pasado casi un mes; los familiares al parecer ya aceptaron la indemnización que les ofreció el gobierno y se retiraron sin esperanza del pozo.
Nuevamente una tragedia en una mina mexicana con un saldo de diez personas fallecidas en esta ocasión. Nunca se nos puede olvidar lo sucedido el 19 de febrero de 2006 en la mina Pasta de Conchos, ubicada también en Sabinas, Coahuila. Ahí fallecieron atrapados 65 mineros por una explosión al acumularse gas metano; otros 11 trabajadores lograron salir, aunque resultaron con quemaduras de consideración.
La promesa para las familias de la mina El Pinabete es rescatar los cuerpos de las diez personas atrapadas en unos seis meses. En el caso de Pasta de Conchos ya pasaron 16 años, cuatro presidentes y no se cumple el ofrecimiento.
Lo que sí es que ya no queremos más tragedias similares a El Pinabete o Pasta de Conchos. El gobierno y las empresas propietarias de las minas deben hace su parte para garantizar mayor seguridad a los trabajadores. Sobre su conciencia.
Deja un comentario