De la inmanencia democrática y la derecha trascendental
Por Francisco Tomás González Cabañas
«Decir que el devenir es racional significa que el devenir puede producir actualmente cualquier cosa que es pensable» (Meillassoux, Q. 2011a: posición 3477).
El filósofo francés citado es la sensación intelectual del momento. Tal vez muy a su pesar, su pensar lo transformó en el acontecer que excede el haber sido el hijo de Claude, el antropólogo que confirmó sus conjeturas en África y el discípulo de los franceses Badiou y Deleuze que deifica al obviamente galo Mallarmé y sus dados al azar. Sí pensamos a la filosofía como la dinámica tensión en la que el poder acontece y se traduce en lo político, no podemos dejar de ocultar que los significantes territoriales «Alemania y Francia», se apoderaron hace siglos del dispositivo logocéntrico y representan, cuanto menos el pensar occidental, con las irrenunciables pretensiones universalistas. Quentin Meillassoux se lo carga a Kant en cuanto a los límites y la posibilidad, para nadar en el intempestivo oleaje en el que lo incardina Deleuze “un puro devenir sin medida, verdadero devenir-loco que no se detiene jamás..que subvierte toda parada, toda identidad, todo eidos. La única esencia de lo existente es el acontecimiento y su expresión en el lenguaje es el verbo (Deleuze, G.Lógica del sentido, Barcelona, Paidós 1989: 188-189).Sin embargo se aleja de la costa utópica para arribar al hallazgo intelectual de la no necesidad de un sentido, ésta no consideración, siquiera como intuición lo va a llevar a una tierra tan firme cómo lo absoluto, que llama factualidad. «Llamaremos desde ahora con el término factualidad a la esencia especulativa de la facticidad, esto quiere decir que la facticidad de cualquier cosa no puede ser pensada ella misma como un hecho. La factualidad debe ser entendida entonces como la no-facticidad de la facticidad» (Meillassoux, Q. «Après la finitude. Essai sur la nécessité de la contingence», París, Éditions du Seuil. 2006: 119).Alguna vez también desde Francia no sólo se pensó, sino que se redactó una declaración universal de los derechos del hombre y del ciudadano, correspondía siglos después que desde el mismo lugar se nos anuncié qué y cómo pensar en el más allá o en la no-nada que llamamos inmortalidad. En el más acá, sin embargo, o en lo inmediato, Francia y por ende los franceses no escapan a la cuestión dilemática que plantean las hegemonías electoralistas en las que de alguna u otra manera, todos estamos condicionados en nuestro actuar.Por dar un ejemplo, otra de las luminarias filosóficas (Alemania, en la disputa con Francia, hace gala de la adopción de un surcoreano como nave insignia de su amplitud y afabilidad para con lo no alemán) radicada en Francia, el español Paul Preciado, declaró públicamente qué en caso de perder Macron la segunda vuelta electoral no retornará a la tierra de la igualdad, la libertad y la fraternidad. En una indispensable lectura de la política actual, el autor del «Testo Yonqui» y «Pornotopía» entre otros éxitos editoriales, no se sorprende del avance de las derechas o de los espacios liberales dado que corresponden a su entender a un momento contrarrevolucionario o a una reacción tanto lógica como indispensable. Apuesta y milita, claro está, a que finalmente, en un tercer movimiento ya no habrá necesidad de las actuales categorías ni de hombre ni mujer ni de los fórceps en que lo blanco-hetereco-patriarcal se impuso e instituyó desde hace tanto tiempo. Ya no queda más margen izquierdo ni para lo habitable que incluye lo pensable. La democracia como lo inmanente de nuestras formas de organizar el caos, las tensiones, lo agonístico no puede ser pensada más allá de tal performatividad o en tal horizonte con puerto final a lo absoluto. Kant resucita para pensar la perspectiva política, es decir las posibilidades en las que se desarrolla la inmanencia de lo democrático. En la expresión por antonomasia de la democracia, que es lo electoral, tanto en Francia cómo en muchos países el ballotage o la segunda vuelta electoral, plantea al elector o al votante una u otra opción que son excluyentes y que por tanto respetan el principio de no contradicción. Por esta misma razón es que hablamos de trascendental y no de trascendencia en el aquí y ahora cómo expresaría otra celebridad alemana del pensar, la derecha es trascendental y todo lo que no le pertenezca habita dentro de la inmanencia democrática. La izquierda institucionalizada en las promesas incumplibles de igualdad se aferra al status quo de lo democrático que no puede manifestarse de otra manera, para resistir los embates de los vientos libertarios o de libertad, que por supuesto, en una relectura de Meillassoux, no necesariamente será para mejor ni para uno ni para cuantos.
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