YA NO ES SEGURO
Las economías actuales se globalizan de día en día y el empleo de por vida ha desaparecido para la mayoría de los habitantes de ésta globalización, los empleados ya no envejecen junto con sus fundadores.
Este fenómeno se identificó particularmente en Estados Unidos a finales de los años setenta, cuando los empresarios se percataron del creciente número de consumidores que compraban autos, aparatos electrónicos y muchos otros artículos de fabricación extranjera.
En su afán de ser competitivas y abaratar los costos de producción, las firmas estadounidenses comenzaron a reducir sus nóminas y a mejorar sus técnicas y su equipo. Se recurrió a la reducción de personal, un proceso descrito como, la disminución de la mano de obra de una organización, por lo común mediante una combinación de despidos, incentivos para anticipar la jubilación, traslados y bajas habituales.
Por varios años, la clase obrera fue la principal perjudicada. Pero a finales de los años ochenta y principios de los noventa, el proceso empezó a abarcar crecientes cantidades de oficinistas, en especial de las jerarquías intermedias. El impacto de dichas tendencias no tardó en dejarse sentir en todas las naciones industrializadas. Y al continuar la presión financiera, tanto los gobiernos como las demás empresas han buscado la forma de bajar los costos mediante más reducciones de personal.
Para muchos trabajadores, el empleo seguro ya no existe. Ni para quienes están dentro de los sindicatos lo es porque personas que han rendido diez, quince o veinte años de leal servicio, han visto cómo se finiquitan sus contratos echándolos a la calle con una edad que para el criterio empresarial ya no son productivos.
Al no ver recompensada su lealtad, la gente se siente traicionada, pues no se valoran los sacrificios que ha hecho por la empresa. Se pierde la confianza en otros, sobre todo si muchos directivos reciben compensaciones por reducir la nómina de la empresa. Además, la pérdida repentina de un ingreso constante amenaza la capacidad del desempleado para hacer frente a los pagos de hipoteca y otras deudas, la atención médica familiar, las cuotas escolares y para conservar el estilo de vida, los pasatiempos y las posesiones. Todo ello genera sentimientos de desesperación e inutilidad.
Dado que un trabajo estable y significativo contribuye en gran medida a la autoestima, imagine la desolación que causa el desempleo a los discapacitados, los trabajadores no especializados o los de mayor edad.
¿Existen opciones? El trabajo de tiempo parcial o con un menor salario en definitiva es mejor que el desempleo. Sin embargo, puede conducir a un nivel de vida más bajo. Además, se ha descubierto que solo una tercer parte de los despedidos encuentran después un empleo que les pague tan bien como el anterior. Este hecho añade tensión a la vida familiar.
Incluso el estar empleado no es sinónimo de tranquilidad mental, ya que la perspectiva de que pueda perderse el trabajo tiene efectos sutiles, pero devastadores.
Prever la pérdida del empleo es como escoger la mejor forma de ser atropellado por un camión. Raras veces se podrán probar hasta las ideas más ingeniosas, pues por lo común no se ve venir el camión, es decir, el despido hasta que suceden las cosas.
Cuando hay un despido, no se trata tan solo de perder un salario, sino que implica perder un poco de la confianza que la persona tiene en sí misma. Los psicólogos incluso han observado que el trauma del despido es similar al producido por la muerte de un ser querido y por un divorcio. La sacudida inicial de paso es la ira, lo que a su vez conduce a un sentimiento de pesar y más adelante a la aceptación de la realidad. Algunas personas pasan por todo eso en dos días, otras tardan semanas y hasta meses.
El impacto emocional también se ve en que los despedidos tienen mayor tendencia a abusar del alcohol y las drogas. La desesperación hasta puede conducir a la violencia en el núcleo familiar o a la desintegración de ésta.
En efecto, cuando se pierde el empleo, la billetera no es lo único afectado. Por lo tanto, es imperioso ver más allá del aspecto económico del problema. Hay implicadas emociones fuertes, y los familiares deben aunar sus esfuerzos y buscar las soluciones. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org
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