Veneno Puro: Clanes que Agobian
- Clanes que Agobian
- De los Mercenarios
Por Rafael Loret de Mola
Si en Guerrero no es posible olvidar a los Figueroa, padre e hijo, cubiertos por la ignominia de un cacicazgo que se extendió desde “el Valle de Josafat” –léase “Galería del Poder”, Océano, 1996-, hasta la matanza de Aguas Blancas contra campesinos indefensos –un hecho acaso tan siniestro como la represión en Iguala bajo la tutela de una pareja execrable, los Abarca-, en Oaxaca no han dejado de repetirse las canonjías para los Carrasco y los Murat y en Chiapas lo mismo respecto a los González Blanco, dos Patrocinio que desembocaron en Televisa, con Leopoldo Gómez González Blanco y su hermanita Arely, quien fuera, nada menos, procuradora general de la República cuando la historia del célebre túnel de “El Chapo”. No olvidemos a los Cárdenas de Michoacán o a los López Obrador de Tabasco o los Echevarría de Nayarit o a los Alemán y los Yunes de Veracruz; ni a los Moreira de Coahuila.
Me pregunto si los mandatarios Calderón y Peña tenían conocimiento sobre la isla Clipperton que mantuvo soberanía mexicana durante largo tiempo, cuando negociaron con los presidentes franceses Sarkozy y Hollande la liberación de la abyecta secuestradora Florence Cassez quien, sin decencia alguna, se da el lujo de pretender aumentar su rentabilidad acusando por daño moral a cuantos se le pongan enfrente; y no se trata, de ninguna manera, de avalar el montaje perpetrado por Genaro García Luna, cubierto por Televisa y TV Azteca no sólo por la primera, y rematado por el reportero Pablo Reinah por su propia iniciativa. El acusado es García Luna, por delitos específicos y no especulaciones baladíes armadas en la residencia… del Palacio Nacional.
Quizá por esta ausencia notable de cultura y de capacidad para ejercer el poder, nuestro país, como bien dijeron los padres de los normalistas desaparecidos y muertos de Ayotzinapa –aunque les pese a algunos funcionarios venales y sus correspondientes mercenarios de la pluma y los micrófonos desesperados por cavar las sepulturas bajo las losas del silencio-, se ha convertido en un “gran cementerio”, los de quienes han caído y todos aquellos que no alzan las voces, atemorizados, cobardes, esperando que del cielo baje el auxilio de la Providencia. Que se sepa, Dios, el Supremo, jamás auxilia a los timoratos ni a los avestruces racionales que esconden sus cabezas bajo la tierra mucho antes del finiquito final. Las capillas que honran al Creador las construyen los valientes.
Dentro de los medios de comunicación, algunas familias se han apoderado del derecho a la información de todos los mexicanos que sólo puede ejercerse mediante la libertad y no bajo signos de pesos y centavos arguyéndose que la “libre empresa” y sus condiciones son superiores a la esencia misma de la democracia: el hilo conductor de la noticia que nos obliga a recapacitar y contar con elementos suficientes para avizorar futuro y destino.
Por las Alcobas
Así, desde hace muchos años, surgió el mayor prestanombres, el gallego Mario Vázquez Raña –con presencia segura en el inframundo desde hace poco más de un lustro-, cuyo hermano Olegario, deportista de tiro, va sobre sus pasos. El primero fue quien arrebató la cadena de periódicos García Valseca, de facto y con el patrocinio del deplorable centenario Luis Echeverría, a su fundador, el célebre Coronel. Éste, el visionario, aunque nunca leía, logró fundar cuarenta y dos cotidianos y acabó muriéndose en el vestidor adjunto a la piscina de su mansión, rodeado de gatos, bajo el flagelo de una terrible paranoia fundada en las amenazas consumadas del clan Vázquez Raña en su fusión con el hablador Echeverría; pero en México jamás se castiga a los asesinatos inducidos.
De este grupo, y es bueno recordarlo, surgió la “exitosa” y pueril familia Chao, una de las de mayor cobertura entre los medios y el poder público. Hace tiempo, no mucho, sin el menor pudor y sin más argumentos que la defensa secular de la oligarquía, Felipe Chao Ebergeny, salió a dar la cara por MVS, el emporio de Joaquín Vargas y sus hermanos –todos herederos y con nacimientos entre algodones-, tras la sacudida brutal que implicó la expulsión de quienes habían denunciado asuntos tan graves como el de las residencias de las Lomas –propiedad de “La Gaviota” que fue de Los Pinos-, aunque ahora los corruptos, como el primogénito de López Obrador, se han superado y reproducido otros, entre ellos el alcoholismo de Calderón certificado en mis obras “2012: La Sucesión” –publicada en 2010 por Océano pese a algunas restricciones que pudimos superar-, y “Nuestro Inframundo” que no logró imponerse a la censura de un malnacido “editor”, Rogelio Villarreal Guerra, al servicio de los mercenarios españoles.
La cuestión es muy simple: ¿cuál es la prioridad?¿El supuesto derecho de las empresas a aplastar las libertades de sus colaboradores bajo el criterio fascista de la productividad sin derechos o la divulgación de la noticia que pertenece a quien la encuentra y difunde, no a los que medran con ella?
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