Variedades

Por Víctor M. Navarro

 

PRIMER MOVIMIENTO.- La tarde se esconde atrás del monumento a la Revolución (así como la revolución se esconde cada tarde), y avenida Juárez sigue esplendorosa de turistas, burócratas, funcionarios de mucha y poca monta, muchachas de falditas vaporosas que pasan tan cerca de la avenida y tan lejos de mi vida.

Los güeros del norte deambulan cámara o celular en mano, no es exactamente verano pero se visten como si fuera primavera. Van en parejas demasiado precoces o demasiado caducas; estetas de la amistad, camaradas en la tarea de aprisionar los momentos más significativos de la existencia. Visitan las platerías y tiendas de “mexican courious”, se detienen en un Vips a ingerir corn flakes o naranjadas.

Mientras tanto en la otra acera va esa mujer, refunfuñando pues no hizo pesos con qué comer”. Y enfrente un gigoló de Garibaldi anda en busca de presa: rubia de buenas pantorrillas, ceñida la mezclilla, ojos claros y “hello baby”, “¿were are you going?” “¿do you need one ciceron…?”.

El día, un viernes por la tarde. Las luces de neón y fósforo iluminan la avenida. La Alameda Central, remodelada y con puestos de hamburguesas y hot dogs, sigue siendo lugar de ligue. Claro algunos días la fiesta militante invade la calle, alguna manifestación se deja llegar al Hemiciclo a Juárez. Banderas rojas, chavos de mezclilla levi´s con lentes y barba, algunas veces contingentes de obreros y trabajadores. Hoy no es una tarde de ésas, ayer sí, muy cerca de aquí los encuerados del Movimiento de los 400 Pueblos bailaron cumbias y cantaron consignas contra el tal Marcelo Ebrard y un Miguel Ángel Yunes disque estafadores del pueblo y funcionarios rateros, pero pleonasmo aparte, lo mejor fue encontrar el entusiasmo de los manifestantes (ellas mejor panorama visual por supuesto) y confirmar la vida siempre de luces del Centro Histórico de esta tan cuatrapeada ciudad.

Los cristales del Hilton, muy cerca de lo que era el pasaje que albergaba la primera Librería del Sótano, todavía guardan las imágenes del desayuno matutino en el cual Don Beltrone instruía a Clemenza y la demás bancada para reventar la sesión del día. En una marquesina se anuncia una noche de nostalgia, Alberto Vázquez Lanza tus penas al viento. A la entrada del pasaje un hombre provinciano vende títeres vestidos de charros y chinas poblanas. Un darqueto se recarga en la puerta de la entrada, llega el office boy y lo corre, nadie sabe que son hermanos.

SEGUNDO MOVIMIENTO.- Se llena de colores. A lo lejos tintinea el recurrido reloj electrónico de la Torre Latinoamericana; quién que es en esta ciudad no ha visto allí alguna vez en su vida la hora exacta. Allí, en la que es la esquina más famosa y más concurrida de nuestro Primer Cuadro, Eje Central, avenida Juárez y Madero, de hecho en una nota aparecida hace unos días se publicó que por este legendario crucero pasan aproximadamente 300 mil personas en un día. Leve paneo a la izquierda y el gran elefante de mármol blanco, la postal más vendida de nuestros monumentos culturales: el Palacio de las Bellas Artes. Es día de ballet folclórico y varias excursiones turísticas llenan de colores pastel la marmórea entrada.

A un costado del acceso a la estación del Metro, al lado de la fuente con un busto de Beethoven, unas niñas uniformadas comen hot-dogs en un puesto ambulante. El vendedor de globos se ha quedado dormido en una banca. La ciudad sigue en movimiento, se acerca el fin de semana y por avenida Hidalgo, Tacuba, Donceles y calles aledañas, la gente comienza a llenar bares, cabarets, cantinas, hoteles y cafés de chinos, ya huele a viernes social.

TERCER MOVIMIENTO.- Mañana es sábado. No se verá desde temprano a las muchachas vestidas de chanel o tablas (siempre la falda es más formal para la oficina), correr y llegar apresuradas con sus bloks de taquigrafía en ristre. Tampoco los muchachos de saco azul marino, pantalón gris, camisa blanca y corbata guinda (o bien la combinación beige-café), llegarán volados a las múltiples instituciones bancarias que el Centro Histórico, y ejeles que le acompañan, alberga.

En avenida Hidalgo han desaparecido muchas librerías de viejo y antiguos olores, quedan unas cuantas cerca de la calle Rosales y las más se han mudado a Donceles entre Bolívar y Palma, pero aun así es posible encontrar a esos hombre-sábado, personajes de Chesterton ( escritor inglés de gran prosapia) o bohemios emergidos del siglo pasado. Algún café queda donde jueguen ajedrez y platiquen de Chevalier o Nervo, Lara o Portes Gil.

Avenida Juárez no deja de tener un aire de otro tiempo. No deja de ser un poco el crucigrama social, el mosaico singular y colorido que define a este tricolor país que con gran facilidad va de la comedia al drama, del azul al buenas noches.

ciudad envejecida a golpes

de aire tímido

rocas que ya no arden

ciudad de hoteles y panteones

amor y polvo

smog de buenos días

quietud que dura un instante

días de ciudad oscuros

que inútilmente se prenden y no estallan.

(VMN)

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