Ucrania: Amargas confituras para el Rey del Chocolate (III Y FINAL)
Moscú (PL) Pese a que Wikileaks demostró con documentos que en 2006 Pioter Poroshenko fue informante de la embajada de Estados Unidos en Ucrania acerca de las intrigas políticas dentro del Gobierno de la revolución naranja, el Rey del Chocolate logró imponerse en la contienda electoral.
Los medios periodísticos ucranianos lo presentaron como el principal patrocinador económico de la revuelta de Maidán (epicentro de las protestas que desembocaron en la defenestración de Yanukóvich), a las que financió.
Sin la inyección de dinero de Poroshenko no hubiera sido posible el organizado dispositivo de los denominados grupos de autodefensa, ni disponer de comida, ropa, tiendas de campaña y calefacción para los manifestantes, así como materiales para construir barricadas, según esas fuentes.
Esta imagen de próspero hombre de negocios benefactor de los manifestantes, sin el desgaste político de su principal rival, la ex primera ministra Yulia Timoshenko, facilitó la victoria de Poroshenko.
Sin embargo, en medio de la campaña, Rossiskaya Gazeta escribió que no debía descartarse que las presidenciales ucranianas tendrían lugar solo después que Poroshenko estableciera el compromiso ante Washington de nombrar a Arseni Yatseniuk primer ministro.
Una conversación de la subsecretaria de Estado norteamericana Victoria Nuland, filtrada en YouTube dejó claro que Yatseniuk es el elegido por Estados Unidos para impulsar sus ambiciones en Kiev.
Fiel a los designios norteamericanos, una vez elegido Poroshenko se apresuró a ratificar en el cargo de jefe de Gobierno a Yatseniuk, lo cual confirmó su compromiso con la Casa Blanca.
Pero otra «amarga confitura» reserva el capital internacional para el jefe de Estado ucraniano según la revista Forbes, que literalmente compara su papel con el del dictador chileno Augusto Pinochet.
El columnista Iván Kompan establece en un artículo como denominador común entre la Ucrania del golpe patrocinado por Washington y la Unión Europea en febrero de 2014, y el Chile del pinochetazo en 1973, «una economía destruida, pobreza y desconfianza entre diferentes partes del país».
Como diferencia clave, señala Kompan que «hace 40 años en Chile apareció un estratega que prometió poco, pero hizo mucho. Es precisamente lo que ahora necesita Ucrania», en alusión a Poroshenko. En una loa al neoliberalismo, el columnista califica de gran mérito de Pinochet que «no tuvo miedo de apostar por un grupo de graduados chilenos en la Universidad de Chicago y en otras universidades estadounidenses.
Colma de elogios a los denominados «Chicago Boys» y al dictador que les dio la posibilidad de implementar reformas económicas neoliberales incluso a largo plazo en detrimento de beneficios sociales a los que califica de «populismo de corto alcance».
Refiere Kompan que la lección principal de la historia chilena no es el contenido de las reformas, sino sus autores y aquellos que la llevaron a cabo, y hace votos porque surjan «Chicago Boys» ucranianos.
«Como el proceso es bastante complicado, no podrá realizarse sin un Pinochet ucraniano. Sin un Pinochet puede que no haya ni reformas ni patriotas jóvenes que las ideen», concluye al dejar en claro el modelo de «democracia» que Occidente pide a Poroshenko.
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