¿Tolerar lo intolerable?
Por Arom Leamsi
El estandarte con el que la izquierda se ha abierto camino en la sociedad para hacerse visible, ha sido, tradicionalmente, la reivindicación de la Libertad. Libertad de opinión, de prensa, de cátedra, de pensamiento, de religión, etc., frente a todo tipo de censura que ha sido el principal mecanismo al que ha recurrido sistemáticamente, la derecha tradicional, para tener el control político y económico del Estado. Por esta razón, el derecho a la libre expresión, se considera como el único criterio vinculado directamente con la cuestión de la tolerancia, entendida por algunos, como el principal valor de la democracia; se considera democrática una sociedad donde hay respeto a las opiniones del interlocutor.
Formalmente hablando,resulta muy resbaladizo atribuir o suponer, que cada ciudadano puede hacer un uso pleno de la razón política y, por tanto, un uso legítimo de su derecho a expresar su opinión y que, por lo tanto, esta sea tolerada. Este principio formal suele ir vinculado a ciertas ideologías teológicas de corte político. En política, la tolerancia es una utopía, para que haya un diálogo político, debe haber un moderador que pueda reencausar o cortar el diálogo, por muchas razones (falta de tiempo, temas fuera de todo orden, etc.). No puede haber tolerancia sin límites, salvo formalmente. El principio de la tolerancia absoluta, conduce a tener que autorizar y validad delirios subjetivos.
Precisamente es el respeto al interlocutor, lo que puede llevarnos a no respetar sus opiniones si éstas resultan ser delirantes, groseras, perniciosas o gratuitas. La tolerancia, como todas las ideas, depende del contexto que hacen posible su aplicación; y es este contexto el que no debe estar a discusión, si es que queremos que el concepto de tolerancia pueda tener sentido. Para hacer efectiva la tolerancia, es necesario contar con un árbitro y, en este sentido, la Ética debe constituirse en un patrón de medida de la tolerancia y de lo tolerable.
En esta perspectiva, no debe ser la ética la que deba tolerar lo intolerante, por el contrario, lo verdaderamente importante debe ser la tolerancia ética, en tanto esta es la unidad de medida de lo tolerable: al cobijo de los valores éticos, no se pueden y no se deben “tolerar” todas aquellas expresiones que ridiculicen las deficiencias físicas o intelectuales, de cualquier persona,aunque sean verdaderas y evidentes; así como tampoco, invitar a hacer burla o mofa, de la condición de raza, sexo o condición social, tal como lo vienen expresando los militantes del autodenominado grupo de oposición, FRENA. Si aquellas manifestaciones son intolerables ¿Por que tolerar invitaciones a privar de la vida a otros seres humanos?
Para muestra basta un botón
«Quiero un lugar donde mis sirvientas no sean mi autoridad», dice cartel de caravana anti AMLO, el sábado 12 de julio de 2020. “… Nomás falta que llegue de guayabera a la Casa Blanca (y con penacho)”, publicación del Sr. Javier Lozano A., en su cuenta de twitter. ¿Qué es lo que molesta a la pseudo-oposición de la extrema derecha? ¿Por qué censurar a través de la ridiculización la condición de la mayoría de los mexicanos?
Cuando racionalmente se establecen los límites de la tolerancia, tanto en lo que se refiere a las conductas como a las opiniones, no se trata de defender la conveniencia o la necesidad de la “censura de los expertos o de los inconformes que han perdido sus privilegios”, no, de ninguna manera; lo que se trata de establecer, o si se quiere, reconocer la necesidad de establecer que la “libre expresión de opinión” siempre estará condicionada por factores económicos, es decir, por los privilegios políticos. Lo cierto es que, a pesar de los privilegios de los que se haya gozado en el pasado, eso no quiere decir que, en cualquier caso, la tolerancia en una verdadera democracia, pueda desligarse de la verdad y la ética, como si cualquier opinión, por el hecho de ser pronunciada o defendida haya de ser respetada.
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