Son simples escoltas de latón.

Los altos índices de inseguridad en nuestro país han obligado a que cualquier persona sin importar su ocupación invierta en su seguridad, existe desde lo más básico como instalación de rejas a ventanales y puertas, levantar muros, bardeado y reforzar con vidrios, picos de fierro hasta cercos eléctricos, cámaras de seguridad, perros en las azoteas entre otros muchos más.

Cualquier persona busca seguridad por su cuenta de tal forma que lo que antes era un lujo hoy se convierte en una necesidad. Antes se pensaba que los más vulnerables eran aquellos de la clase alta por razones obvias, es decir, tener más dinero, sin embargo, ahora los niveles de pobreza son indicadores reflejados en su aumento en el crimen organizado y otros que apenas inician como todo amateur imitando a los grandes que secuestran a una familia promedio para pedir rescates hasta de 5 mil o 10 mil pesos, también conocidos como secuestros express.

Pero solo aquellos de la clase social alta son quienes recurren cada día más a la necesidad de tener además de un transporte bien blindado, el uso de un guardaespaldas.

Empero, aunque hay un mundo detrás de una persona que decide dedicar su vida al cuidado de otros y refiriéndome no como en la clásica película “El Guardaespaldas”, en donde sale el actor Kevin Costner interpretando a “Frank Farmer” y la cantante Whitney Houston, haciendo el mismo papel de su carrera pero personalizado como Rachel Marrón, quedando inmortalizado como un clásico romántico estadounidense. Contrario a la trama fílmica en la realidad estas personas arriesgan su propia seguridad y a su familia por salvaguardar los intereses de quien lo contrata, se convierte en la prioridad de vida de un custodio.

Según datos de la desaparecida Sociedad Mexicana de Guardaespaldas, existían en todo el país 18 mil guardaespaldas de los cuales 500 fueron agremiados de dicha organización y conforme a la última información proporcionada desde 2008 cuando la presidía Julio Cesar García, la academia y sus contactos siendo un lugar recaudatorio pero sin preparar a nadie.

La profesión de guardaespaldas quedó en un mito en donde actualmente y por desgracia se ha prostituido mucho convirtiéndolos en verdaderos escoltas de latón, elementos mal improvisados, mal pagados y sin prestaciones de ley en donde ninguna autoridad sabe con exactitud cuántos de ellos hay ya que cada vez tanto ex-policías y militares o aquellos elementos de seguridad que no han pasado la prueba de confiabilidad se unen a este gremio o son contratados por empresas “dizque” de seguridad.

Ahí está un nicho que nadie ha podido llenar sin tener conocimiento sustentado pero tal perece que la lógica nos lleva también que es un negocio que nadie le quiere entrar por ser focos rojos tanto como para atentados o semillero de corrupción, aunque ante la creciente necesidad no solo de una persona que cuide y proteja la vida de otro, sino de escoltas aptos, que demuestren un nivel de capacidad de protección y cuidado es más que evidente la falta de un lugar que cuente con cursos que desarrollen inteligencia y suspicacia de una persona para ser el mejor guardaespaldas de quien lo contrata.

Mientras tanto éste mercado lo están cubriendo compañías estadounidenses que ofrecen el servicio de capacitaciones especiales para quienes pueden ser víctimas de un atentado o secuestro quienes están prefiriendo pagar y llevar a cabo tener conocimiento sobre el qué hacer ante una situación de peligro puesto que cada vez se repite la misma historia con aquellos guardaespaldas a quienes se les contrata y confía la vida del cliente para que al final terminen secuestrados y ejecutados pero los escoltas salen ilesos o desaparecidos para aplicar “el no estaba muerto sino andaba de parranda.” ¿Qué extraño en nuestro país? (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org

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