Por: Enrique Herranz Monedero

El silencio puede tener voz.

Estamos ya, demasiado lo sabemos y lo sufrimos con el bombardeo incesante de la propaganda, en plena la época de elecciones.

Y un reciente debate, tan reciente como nuestras elecciones más o menos transparentes, vuelve a tomar fuerza. El debate sobre el voto nulo.

Los detractores de esta opción suelen argumentar que así se ayuda a los partidos más grandes, al partido en el poder en turno. Que el voto nulo no cuenta. Que hay que votar, aunque sea por el menos malo, pero por alguien.

Mi desacuerdo es completo y total con esos puntos. Ya saben, amig@s y lectores, que estoy abierto a recibir nuevos puntos de vista y argumentos que cambien mi opinión, y a debatir cada uno de ellos para buscar la mejor posición.

La que hasta este momento sostengo es la siguiente: El voto nulo cuenta, claro que cuenta. En las elecciones mexicanas se contabiliza el universo total de votantes al dar los resultados, incluyendo los votos anulados, ya sean por error del votante o por decisión directa de anularlo. Los votos nulos forman parte del 100% que se tomará como base para determinar los porcentajes de votación que obtiene cada partido.

Recordemos que el 70% del monto total de financiamiento que reciben los partidos políticos para su operación permanente, y el 100% para gastos de campañas, se distribuye entre ellos de acuerdo al porcentaje de votos que haya recibido cada partido en la elección para diputados más reciente. Así, con nuestro voto nulo pesando en el porcentaje, podemos disminuir el presupuesto que se les otorga, e incluso ayudar a lograr que más partidos pierdan el registro o se vuelvan inoperantes, en general partidos parásitos, que sobreviven de la venta de su porcentaje a los partidos más grandes en forma de alianzas.

Ese es el beneficio que veo en la cuestión aritmética y presupuestal. Pero el voto nulo también es una voz que habla  en silencio.

Con las agencias de colocaciones de políticos (les dicen por ahí partidos políticos) totalmente alejadas de la sociedad, desprestigiadas, refriteando a los mismos de siempre, sólo que con corbata de otro color, demostrando una ley tras otra, una acción de gobierno tras otra, que solamente sirven a sus propios intereses a través de los empleados que colocan, el voto nulo se convierte en la única opción posible y congruente de oposición a esa partidocracia, que nos han vendido disfrazada de democracia.

El voto nulo ayuda a hacer patente y contable la opinión de falta de legitimidad de ese sistema de partidocracia, que sólo se sirve a si mismo. Desde mi óptica, aquella opción de los exámenes de opción múltiple que decía: «Ninguno de los anteriores», es la más válida en este país y este momento.

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