¿A QUIEN BENEFICIA EL VANDALISMO?
Ya casi estamos acostumbrados. Durante varios años los noticiarios han estado llenos de violencia, destrucción y muerte. La guerra contra el narcotráfico ha arrojado decenas de miles de cadáveres horriblemente mutilados. Los huracanes han cobrado su cuota anual de vidas y bienes materiales entre los más pobres del país.
El desempleo ha reducido el consumo interno, en un círculo perverso, hasta casi paralizar la producción industrial y agrícola. El crecimiento de la pobreza general es tan grande como el de la riqueza del puñado de políticos y magnates entronizados en las esferas del poder. La privatización y el abandono de los servicios sociales de seguridad, medicina, educación y cultura agrandan y profundizan las diferencias de clase.
En todos los sentidos, y durante varias décadas, las acciones gubernamentales han sido desastrosas. Contrario a lo que afirma la propaganda oficial, vivimos una profunda recesión económica sin visos de solución. En lugar de implementar medidas e invertir recursos en actividades productivas, generadoras de empleos y bienestar, se ha optado por la compra de armas y equipos militares no destinados a la defensa nacional sino para la represión y sometimiento de los mexicanos inconformes. Los responsables se muestran orgullosos de sus exitosas tácticas de intimidación hacia la población inerme mientras permanecen estúpidamente paralizados frente a los desastres naturales y la delincuencia organizada.
En tan terrible escenario, sobran razones para el descontento y las protestas populares, algunas de ellas degenerando en disturbios callejeros. La mayoría de los medios masivos de comunicación se solaza en exhibir escenas, previamente seleccionadas, en que aparecen personajes enmascarados y violentos atacando a las arrinconadas y medrosas tropas encargadas de combatirlos. Por supuesto, la mayoría de lectores y televidentes no tienen acceso a las escenas en que otras personas son brutalmente agredidas, golpeadas y encarceladas por la soldadesca, uniformada o vestida de civil, con absoluto desprecio por los derechos humanos.
El resultado de toda esa alharaca periodística es un rechazo generalizado hacia los pocos grupos que se atreven a reclamar por hechos y situaciones que a todos nos dañan. La propaganda falaz logra que el vulgo se confunda.
Pero, ¿Quiénes son esos vándalos agresivos y destructores que provocan el desprestigio de movimientos sociales dignos de admiración y apoyo? ¿Quién los administra, entrena y provee? ¿Por qué conviven amistosamente, antes y después de los disturbios, con la tropa uniformada? ¿Por qué, a pesar de muchas fotografías y videos en las redes sociales, no son detenidos y sus nombres divulgados? ¿Son el batallón Olimpia y los Halcones?
Deja un comentario