PUEBLOS SIN MEMORIA REPITEN SUS ERRORES
En materias de sociología, religión y política parece que los humanos no entendemos. Una y otra vez cometemos los mismos errores. La historia universal semeja una novela por entregas en la que los capítulos se repiten con minúsculos cambios de ropa y maquillaje pero obedientes al mismo argumento, siguiendo la misma trama y con desenlace similar.
Réplicas de personajes y acontecimientos descritos en libros tan antiguos como el Tanaj de los hebreos, el Tao Te King de los chinos, el Mahábharata hindú, y hasta en el Popol Vuh atribuido a los antiguos mayas, pueden encontrarse en los reportes noticiosos de hoy. Aunque, claro, los antiguos heraldos y juglares han sido substituidos por las modalidades electrónicas de la actualidad.
Así, los gobiernos tiránicos y las correspondientes luchas de sus víctimas en busca de justicia y libertad, las inmensas fortunas acaparadas por unos cuantos avaros insaciables, escondidos por temor a las muchedumbres que mueren por hambre y enfermedad, o las sangrientas guerras ordenadas por demenciales jerarcas insaciables de riqueza y poder, son una constante en la historia de la humanidad.
Hoy mismo, el mundo se encuentra al borde de una nueva conflagración. El gobierno más poderoso de la historia, con un hombre joven, negro y culto que despertó esperanzas de cambio al asumir su dirección, amenaza con repetir las atrocidades de su antecesor. Si nada le hace cambiar su intención, el territorio de Siria será devastado como antes lo fueron Irak y Afganistán. El móvil es idéntico, el pretexto también. Bush ahorcó a su antiguo socio acusándolo de utilizar las armas químicas que antes le vendió y luego hizo negocio con los programas de reconstrucción. Los proyectos de Obama siguen idéntico patrón.
Nuestro país, que no es ninguna ínsula en el adverso océano de la realidad, tropieza con los mismos obstáculos y permanece hundido en las mismas adversidades como si fuera sujeto de una eterna sentencia a la manera de los griegos Tántalo y Prometeo. Desde tiempos anteriores a la conquista española, el perverso trinomio militar, económico y religioso conserva el poder y avasalla al pueblo ignorante y apático, repitiendo las mismas mentiras y aprovechando la desmemoria y la ilusión.
Los políticos profesionales repiten las hasta hoy infalibles fórmulas publicitarias para alcanzar la popularidad. Ya entronizados en los codiciados puestos gubernamentales, disfrutan los presupuestos mientras persisten en sus promesas de un mañana mejor condicionado a la implantación de medidas ya reprobadas hasta la saciedad. Y así, eternamente, la noria vuelve a girar.
Es necesario un cambio en la situación. Por ahora solamente brillan algunas chispas en medio de esta tenebrosa oscuridad.
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