NUEVAMENTE LA BURRA AL TRIGO
Con la frase que encabeza esta columna, la sabiduría popular utiliza la tendencia animal de satisfacer el hambre sin importar el daño que causa a los demás, para ilustrar la injustificable tendencia humana a repetir acciones dañinas y egoístas, sin aprender de los errores y sin respeto al interés ajeno.
Aunque la Historia Universal abunda en esos hechos, las acciones de la clase política actual resulta un extenso muestrario. Especialmente en nuestro país.
Los legisladores, por ejemplo, se desgañitan en la tribuna tratando de convencer a su audiencia, intencionalmente sorda y cerrada a los argumentos serios, a sabiendas de que el resultado final de la votación ya ha sido negociado por los cabilderos profesionales, pero atentos a cubrir las apariencias para asegurar clientela a sus partidos.
Los evidentes perjuicios ocasionados a nuestro país, y por supuesto a nosotros, a nuestra situación económica y social presente y futura, parecieran invisibles a los ojos de los funcionarios encumbrados en las cimas del poder. Una y otra vez cometen las mismas atrocidades y esgrimen las mismas razones, probadamente falaces y perniciosas.
Lo mismo ocurre en los otros ámbitos de la vida nacional, como en la minería que beneficia a extranjeros desde la época colonial hasta hoy, y que a los trabajadores mexicanos solamente les deja enfermedades, pobreza, muerte y desolación.
A lo largo de los pasados treinta años la economía de los mexicanos ha sido arruinada mediante el perverso sistema impuesto por el Banco Mundial y por el Fondo Monetario Internacional que provoca el brutal empobrecimiento de la mayoría, y que prácticamente ha paralizado la producción industrial y agropecuaria, con el consiguiente incremento del desempleo y la inflación. Eso lo saben muy bien los políticos causantes y beneficiarios de la situación pero, atentos solo a su instinto de acumulación, sin aprender de los cotidianos fracasos, vuelven a implementar acciones similares con los consabidos resultados funestos.
Siguiendo la trama de una aterradora novela de ciencia – ficción, la burra del refrán regresa a triscar en el mermado sembradío de la realidad. Pareciera imposible olvidar que en 1977 nos aseguraban el paso a la democracia con las reformas propuestas por Reyes Heroles, secretario de gobernación en tiempos de López Portillo. Ahora, treinta y seis años después, las modificaciones que se proponen para el sistema electoral, y que incluyen la transformación del desprestigiado Instituto Federal Electoral en otro organismo similar, demuestran su falsedad. Pero los discursos de los políticos se repiten sin solución de continuidad. Como Lampedusa en su inmortal Gatopardo, fingen proponer cambios novedosos para que todo permanezca igual.
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