En diversos artículos que publiqué el año pasado establecí, como conclusión, que México incrementaría sus esquemas de deportaciones de indocumentados, sobre todo, a raíz de la crisis humanitaria que ocasionaron los niños migrantes en Estados Unidos.

Al parecer mis conclusiones no estaban equivocadas y los resultados están siendo cada vez más claros que el objetivo de los programas migratorios establecidos en México era contener las crecientes oleadas migratorias.

La crisis humanitaria de los niños migrantes fue el parte aguas que provocó un endurecimiento de los controles migratorios en México, especialmente en Chiapas, que es puerta de entrada de las corrientes migratorias humanas provenientes de Centroamérica.

Debido a este endurecimiento, según el centro de estudios sociales Pew Research Center, México ha deportado a más centroamericanos.

La cifra de ciudadanos de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua expulsados vía terrestre de los pasos fronterizos del sur del país creció un 35% en los primeros 11 meses de 2014 respecto a todo el año anterior.

También, cerca de 52.000 niños salvadoreños, hondureños y guatemaltecos fueron detenidos en las zonas fronterizas, más del doble que el año anterior.

Las corrientes migratorias humanas son provocadas por la extrema pobreza y la alta delincuencia que prevalece en los países centroamericanos, principalmente Honduras, Guatemala y El Salvador.

Honduras, por ejemplo, tiene una tasa de homicidios de 90,4 por cada 100.000 habitantes.

El Plan Frontera Sur, puesto en marcha por los gobiernos de México y Guatemala, fue anunciado como un instrumento para proteger y dar seguridad a los migrantes.

Es probable que así sea, pero las consecuencias más evidentes y dolorosas de esa política están en las cifras de deportaciones que se han ejecutado desde el territorio mexicano.

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