
La resistencia a lo que es
Uno de los errores más comunes que cometemos emocionalmente es querer que las cosas no sean como son. O que no haya pasado lo que pasó. Visto así, parece absurdo. Pero para la emocionalidad no lo es, porque sostiene la realidad que desea. Si el deseo es muy grande y no se ha satisfecho, permanece como real o posible, aún cuando las cosas hayan desaparecido, cambiado, o muerto. Lo sigue revitalizando el deseo de vida, de continuidad. Y utiliza a la resistencia como su energía artificial. Su tanque de oxígeno. Nos resistimos. Y toda esa fuerza usada para resistirse, consume los recursos necesarios para procesar los hechos que se presentan delante. Es decir, ya no contamos con la capacidad de afrontarlo, porque no solamente los negamos, sino que usamos toda nuestra energía para resistir.
La resistencia puede verse en los sueños, cuando aún traemos imágenes de algo que ha terminado: personas que ya no nos acompañan, lugares que dejamos atrás, situaciones que tuvieron un desenlace, pero que nuestro inconsciente reanima, intactas. Como aquel mismo día. Y con ciertos matices que nos dicen que algo no está bien, que está fuera de lugar, o ha cambiado sin que nos diéramos cuenta. Una sensación de extrañamiento aparece, y tratamos de enmendarla en el sueño, para comprender qué fue lo que pasó. Porque nuestras emociones no lo comprenden. Hemos sido atravesados de forma veloz o traumatizante, y no lo pudimos afrontar en ese momento. Quedó congelado en nosotros como una historia inconclusa, sin final. Porque en verdad, no queremos que termine o que sea así! o peor conjugado: no queremos que haya terminado.
No queremos (hoy) que fue así (ayer). Estamos en el reino de lo imposible. No fuimos quienes decidimos el desenlace, o nos arrepentimos de aquello que hicimos, y entonces nos negamos a voltear la última página. Ese es el lenguaje subconsciente, sin tiempo. Todo sucede paralelamente y a la vez. Generalmente usamos el escenario de los sueños para cambiar los hechos. Pero en la vigilia, la escenografía se cae, es árida. Es el espejo que no queremos ver. Entonces la mente se acelera, tratando de construir una imagen ficticia, reflotar errores propios y ajenos, culpas y melancolía, que siguen luchando contra lo inevitable.
Lo que Es tiene un peso. Una contundencia, una realidad. La emoción que se resiste, en cambio, lo transforma en aquel sueño, en donde construyes una realidad alternativa: tu propia escena, en la cual cuestionas lo que ha ocurrido. Así lo vives, transitándolo hacia atrás, degustándolo en el pasado. Comprueba cuando te estés resistiendo. No admites que te has equivocado. No concibes que alguien o algo ya no este más en tu vida. O que has pasado por alto tus propias señales de advertencia. Que no has podido hacer un duelo. Y sigues viviendo allí, lo sigues reconstruyendo, resistiendo (que proviene del latín re-sistire/ volver a-«estar fijo, en un lugar») porque de esa forma, tu emoción sostiene la posibilidad de hacer algo diferente. En la resistencia se halla el germen ya seco del deseo de cambio. Porque es un cambio retroactivo, en el pasado. Luchas con lo que sientes, a veces te resistes incluso a estar mal. Y te enojas por estar enojado, o triste. Te exiges. Porque al resistirte a lo que ha ocurrido, barres con todas sus consecuencias posibles.
Es la energía opuesta al fluir…. eres un río, pero te ubicas como la piedra en el río. Te estancas en un sitio, y desde allí obstruyes el canal de paso. El desarrollo natural de los acontecimientos. Quedas detenido en el tiempo, helado. Y regresas una y otra vez a esa misma situación, espacio, u oportunidad perdida. Para volver a ser el río y dejar atrás la piedra, tienes que disolverte. La resistencia parece dura por naturaleza. Inflexible, puja fuerte para no soltar. A la vez, como vimos, es una roca hecha de polvo, basada en una imagen onírica, irreal. Tú tienes que ser como las aguas (y lo eres) que se deslizan a través de sus rocas, de sus resistencias naturales. Sí, están allí, todo río las tiene. Pero sigue su camino. No se estanca. Obsérvalo: salta, rodea la piedra, la integra a su recorrido. Se pueden separar río y piedra? Son parte de lo mismo. Danzan y juegan a salpicarse. Es decir, la misma resistencia es algo natural. Y puedes incluso recibirla, como algo que te acontece, como tu reacción.
Pero luego comprender y soltarla. Porque ten presente que lo que te hiere hoy, no es solamente lo que pasó; sino transformarte en esa roca dura. Ser ella. Ser tu pasado. El río se convulsiona ante grandes resistencias. Tus aguas emocionales pueden dar enormes saltos. Pero siguen su camino. Así es. Así fue. Eso pasó. Pudiste hacerlo así y no de otra forma, la que te gustaría hoy. Ya no está esa oportunidad. Pero hay otras, otras vendrán. Si no es posible con esa persona, lo será con otras. Si no es en ese espacio, otro aparecerá. Y si alguien se fue para siempre, ya no lo traes de vuelta hecho un fantasma, sino que respetas su camino, y lo despides con amor. Descansas. Aceptas (fluyes). Abrazas tu emoción. Te has caído. Ahora te levantas en el presente y saltas la roca de tu resistencia. Avanzas más fortalecido, recobrando la enorme potencia que habías invertido en resistirte a lo que Es.
Por AMEP1111
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