La fórmula de la poesía en la danza

La Habana (PL).- Si alguien tiene dudas de que las artes puedan ser fluidamente entrelazables, por favor corra a ver a Danza Contemporánea de Cuba (DCC).
El coreógrafo escocés Billy Cowie encontró una fórmula demasiado buena, demasiado intensa para confundir los sentidos. Poesía, pintura, poesía, esculturas, poesía, danza, poesía, poesía!
Tangos cubanos tiene poco de tangos y poco de cubanos, apunta más a lo universal y cae por entero en lo sublime. Ante esta coreografía y esa compañía, al espectador no le queda otro remedio que disfrutar de la belleza de un beso con influjo Rodin y sucumbir a la hipnosis.
La música del propio Cowie remarca la poesía del gesto, el texto traza pautas, sugiere, invoca.
Desde el punto de vista estético, la mayoría de las composiciones juegan con el cubismo y transitan al surrealismo pues logran la visión de Apollinaire, una alianza entre la pintura y la danza, entre las artes plásticas y las miméticas.
Esta coreografía no solo eleva los sentidos sino que conduce al espectador por un viaje ideal a través de un museo de arte moderno.
Billy Cowie pertenece a la vanguardia, en el mundo se le conoce como un pionero en la combinación de bailarines reales y proyecciones de otros en 3D, pero trabajar con tecnologías digitales en Cuba no es coser y cantar.
Las condiciones técnicas de los teatros de la isla apenas permiten fantasear con las luces tradicionales, no por casualidad para la puesta de Tangos cubanos el coreógrafo escocés contó con el auspicio del British Council y la Casa del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
El Teatro Mella de La Habana prestó su escenario para la singular aventura plástica en la cual los artistas bailan entre cuadros o dentro de las pinturas, como tatuados por ese destino, con estudiado lirismo y sin caer en excesos.
El argentino Enrique Santos Discépolo, considerado uno de los máximos poetas del tango, definió al género musical como un pensamiento triste que se baila.
Tal vez esta fuera la única idea captada por el coreógrafo y compositor que igualmente se resistió a plasmar lo elemental de la cubanía, el icono fácil siempre expuesto.
Cowie eludió los cuños que nos hacen sentir a muchos cubanos y cubanas ajenos a nuestra propia cultura y nos retrató cual humanos comunes, sí tropicales, pero ciudadanos del mundo.
La alianza entre música, danza, literatura, vestuario, escenografía, luces, coreografía, bailarines, fluyó como una orquesta.
Sobre otra obra de Cowie un crítico europeo dijo en 2011: «todo en la pieza es perfecto». Sería justo añadir que consiguió ese milagro más de una vez.
Las funciones de los pasados día 13, 14 y 15 de febrero permitieron asomarse de nuevo a Reversible, de la coreógrafa belga-colombiana Annabelle López Ochoa, quien para explicar su creación resumió: «El alma no tiene género».
Reversible, estrenada por DCC en enero anterior, explora y debate sobre lo femenino y lo masculino, en un sentido metafórico y romántico. Demanda técnica, habilidad, desprejuicio y está abierta a infinidad de interpretaciones.
La sobriedad e ingeniosidad del vestuario: sayas para los hombres, pantalones para las mujeres, la selección musical de diversos autores europeos, el efecto de reloj que corre y el empleo de las luces de principio a fin en la coreografía trazan un espectáculo delicioso.
El carácter de los bailarines también crea una atmósfera desafiante, esta pieza no sería lo mismo sin la ironía de Gabriela Burdsall y la fiereza técnica de Marta Ortega.
A criterio de la coreógrafa, todos los seres humanos tenemos de los dos géneros aunque en el comportamiento expresemos más uno que el otro, ya sea de manera espontánea o debido a presiones sociales, pero el alma no tiene género, subrayó en declaraciones exclusivas a Prensa Latina.
También recalcó ese credo en gestos dentro de la coreografía que hacen de Reversible una pieza capaz de tocar… perdón por la reiteración inevitable, el alma de cualquiera.
La tercera obra del programa, Retorno, del cubano Alexis Zaneti, no corrió con la fluidez de las piezas anteriores, pues el lenguaje coreográfico presentó desniveles y le sobran escenas.
Gracias a la necesidad de ver a una compañía que no puede ser ignorada en el panorama de la danza cubana actual, uno descubre momentos valiosos.
Ahora, los encuentros y desencuentros, las despedidas, la soledad, el hastío, la tristeza, son asuntos reiterados en la producción artística cubana de estos tiempos.
¿Cómo abordar los mismos temas sin caer en redundancias, en clichés, en simplonerías? Esta es una incógnita que cuesta responder con originalidad en cualquier manifestación del arte y tal vez Zaneti tenga aún una deuda pendiente.
Quizás, a la hora de construir Retorno, el coreógrafo se dejó llevar por su evidente nostalgia y no tomó la necesaria distancia.
Buenos momentos de la obra introducen los temas de trova tradicional cubana: Juramento y Reclamo místico, de Miguel Matamoros; y Pensamiento, de Rafael Gómez, así como el último cuadro de influencia afrocubana.
El acompañamiento por el grupo de percusión de DCC no puede ser mejor.
Una vez más, la temporada de Danza Contemporánea demuestra que si una compañía merece atención y seguimiento es esta. Si un conjunto acaricia la poesía y la espectacularidad con apariencias de natural es este.
No en balde Sir Carlos Acosta compartirá un espectáculo en Londres con DCC el próximo verano, del 22 de julio al 3 de agosto, para suerte del público británico.
(*) Periodista de la redacción de cultura de Prensa Latina.

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