Hay otras formas
Por Guillermo Robles Ramírez
Por ser fastidiosos, latosos, inoportunos a lo cual no encuentro un adjetivo calificativo, para poder describir lo molestosos que son estas instituciones que ya tienen años que hacen lo mismo, y cuando uno va a reclamar directamente a ellos, siempre niegan ser ellos quienes hacen esas molestas llamadas.
Si antes lo hacían en horario de oficina, es decir, por la mañana a partir de las nueve o por la tarde de las 15 a las 19 horas. Ahora, han roto todo tipo de reglas, y se convierten en tu peor acosador ya que en los últimos años lo vienen haciendo en muchas de las ocasiones a partir de las 7 de la mañana y en la noche hasta las 22 y muchas de las ocasiones a las 23 horas.
Antes sus promociones las realizaban en las oficinas en donde la “víctima” trabaja, ahora no, invaden tu privacidad por vía telefónica, ya sea marcando a tu domicilio o celular.
Y, como si fuera poco, ahora en los tiempos modernos, preguntan por la persona a quien realmente buscan y si no está, responden ¿con quién habló?. Y tras contestar que con equis persona, entonces le sueltan su letanía para ofrecerle una tarjeta de crédito.
Antes portar una tarjeta de crédito, sin menospreciar, era una credencial de “caché”, “fifí”, es decir, representaba solvencia económica o solidez financiera, y su trámite era todo un proceso de investigación y una vez autorizado la tarjeta de crédito, hasta era motivo de celebración y querer usarlo invitando a comer o cenar a tus seres queridos. Pero ahora esos plásticos bancarios son repartidos como volantes de promoción al voto.
Me refiero a las instituciones bancarias o financieras que por teléfono o llamadas a los celulares ofrecen a diestra y siniestra sus diferentes tarjetas de crédito que ahora van desde nómina, light –como si fuera alimento bajo de categorías— o bien la tarjeta joven, blindada, plateada, oro o negra haciendo alusión a los diferentes segmentos de clase social, es decir, alta, media o baja.
El que a usted, al vecino, a parientes, etc., le llamen de un banco o institución financiera, o comercio departamental para ofrecerle una tarjeta; ese fino y delicado favor se lo debe a una alma caritativa que de metiche y oficioso, como el cuervo de San Onofre de Egipto, que le dio el teléfono de su casa o celular. Aunque personalmente no descarto la teoría de que existe un mercado negro en donde se vende la base de datos de los teléfonos fijos y celulares que sacan de las mismas empresas, aunque éstas compañías telefónicas siempre han negado este tipo de prácticas comerciales y asegurando que los datos son protegidos por altas normas de seguridad.
Hace no menos de una semana, recibí una llamada a la oficina donde laboro y preguntaron por un compañero que hacía ya casi un año se había salido para trabajar en otro medio de comunicación. Tras decirle al empleado bancario telefónico que a quien busca ya no labora en la empresa a donde está llamando, me preguntó mí nombre y de mala gana conteste “el que barre”.
Hubo un ligero silencio y enseguida, arremetió como buen comerciante del plástico o sea de las tarjetas de crédito: “Señor que barre, le estoy llamando del banco equis para ofrecerle nuestra tarjeta equis y lo ataje, diciéndole que no me interesa” y me interrumpió pidiéndome le dejara terminar a lo que no accedí y colgué.
Y la verdad, las cosas no están para menos, pues no hay semana que reciba un mínimo de dos a tres llamadas telefónicas ofreciéndome tarjeta de crédito. Cuando no es a la casa antes de las 8 de la mañana, es en la oficina después de las 22 horas, y no se diga a mi número celular que recibo muchas llamadas de diferentes números telefónicos, así como de diferentes entidades federativas, a lo cual me he visto obligado a tener que activar una función de mi celular de “silenciar llamadas desconocidos”, es decir, aquellos que no tengo registrado en mis contactos.
Por favor, amigos y enemigos personales, ya no den mis teléfonos que aun cuando soy comunicólogo, no me interesa me comuniquen o se comuniquen con su servidor, ningún vendedor de plástico y, por favor, señores banqueros, ya no den patadas de ahogado, y desesperación para incrementar su cartera de clientes, que después se andan quejando de tener una lista grande de morosos porque son ustedes mismos los culpables de crearlos con tantas ofertas de comprar y a su vez promocionar pagos a cuatro o seis meses sin intereses. Hay otras formas más subliminales y decentes de ofrecer sus plásticos. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México, Presea Trayectoria Humberto Gaona Silva) www.intersip.org
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