Hasta que la muerte nos separe
“El compromiso es lo que convierte una promesa en realidad.”
-Abraham Lincoln.
En México hay una tendencia a la disminución de los matrimonios, en su pagina sobre la nupcialidad, el INEGI resalta un decremento en el número de matrimonios realizados desde el año 2000. De 2016 a 2017 el indicador de matrimonios descendió 2.8 por ciento, mientras los divorcios se incrementaron 5.6 por ciento en igual lapso de tiempo. Según el mismo instituto, conforme pasa el tiempo la tasa de parejas que deciden vivir en unión libre, hombres y mujeres que deciden permanecer solteros se incrementa de manera gradual con el paso de los años.
Mientras que en la actualidad la edad media para casarse oscila entre los 27 y 30 años, la edad para los divorcios es entre los 37 y 40 años, en contraste encontramos matrimonios efectuados durante los años 70’s y anteriores que mantienen estable su relacion matrimonial.
El mensaje social ante esta situación es “para que te casas si tal vez no funciona”, “lo importante es el amor y no el papel”, sin pensar en el mensaje que sembramos en los más jóvenes: “apuesta al fracaso”, “vive sin compromisos” y el peor “todo es reusable”.
Tenemos en nuestras aulas una generación desligada del compromiso: progenitores que se han empecinado en reemplazar el compromiso en la formacion de sus hijos con la simple satisfacción de sus necesidades materiales. Si el bebé esta inquieto, dale el celular; si el niño quiere jugar, enciendele la tele; en muchos casos se resume a un complejo de compensación ante la falta de presencia en el hogar por tiempos prolongados, por un divorcio o no haber estado en una ocasión importante: comprarle ropa, celular, consola de videojuegos, computadora y, tal vez un automovil para sanar su atormentada conciencia.
Los niños, niñas y jóvenes no son tontos. La mayoría de las veces identifican perfectamente estas situaciones y se aprovechan. Chantajean y caemos en el juego sin pensar en el daño que les estamos causando. Entre los efectos secundarios está la dependencia emocional, económica, física, etc., con los padres quienes han hecho germinar la idea de que todo lo merecen, que son protagonistas sin obligaciones en un mundo rudo y violento.
Las últimas declaraciones son incomodas, si eres padre o madre en este momento habrás comenzado a justificar algunas de tus acciones y seguramente identificarás en tu hijo las características que ya comentamos, pero es importante el proceso de aceptación porque es el detonante del cambio cuando aun existe cierta plasticidad en su carácter y comportamiento.
Si en algo son iguales los niños de ahora y los de hace 10, 20, 30, 40, 50 y más años es que todos requieren de la guía y cariño de sus padres. La primera escuela es el hogar y hay que asumir responsablemente dicha misión, por el bien de nuestro país. No importa lo que la calle, los amigos o la escuela ofrezcan, quienes en verdad tienen la verdadera tutela son los padres.
“La paz y la guerra empiezan en el hogar. Si de verdad queremos que haya paz en el mundo, empecemos por amarnos unos a otros en el seno de nuestras propias familias. Si queremos sembrar alegría en derredor nuestro precisamos que toda familia viva feliz.”
Madre Teresa de Calcuta
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