Espionaje de EE.UU: El cuento de nunca acabar
La Habana (PL) Cuando aún está fresco en la memoria el escándalo por el espionaje masivo contra ciudadanos, instituciones y hasta dignatarios europeos, el tema vuelve a la palestra al revelarse ahora que otros objetivos estuvieron en la mira de los servicios de inteligencia estadounidenses.
El nuevo blanco de los ataques es la compañía holandesa Gemalto, primera de su tipo en el mundo en la fabricación de tarjetas SIM (Subscriber Identity Module), en español Módulo de Identificación de Abonados, usada en teléfonos celulares y módems.
Para dar una idea de la magnitud de lo que esto significa baste señalar que la firma produce cerca de dos mil millones de estos dispositivos al año para 450 empresas de telecomunicaciones, entre ellas T-Mobile, Vodafone, Orange, Verizon y Sprint.
Gemalto trabaja, además, con unas tres mil instituciones financieras porque elabora chips para tarjetas de crédito.
De acuerdo con documentos filtrados recientemente por Edward Snowden, ex analista de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés), las inteligencias estadounidense y británica lograron apropiarse de las claves de la compañía, lo cual les abrió las puertas a los celulares de medio mundo.
La NSA y el Cuartel General de Comunicaciones del gobierno de Gran Bretaña (GCHQ) obtuvieron las llaves al acceder a los servidores centrales de Gemalto, valiéndose de información privada de algunos ingenieros, fabricantes de tarjetas y proveedores.
De esta manera pudieron espiar las llamadas, mensajes y correos electrónicos de una persona o empresa sin necesidad de pasar por una operadora o de obtener una orden judicial y, lo más alarmante, sin dejar ningún tipo de rastro.
«Es imposible saber cuántos códigos robaron la NSA y el GCHQ, pero si nos basamos en hipótesis modestas, el número es impresionante», afirmó el sitio digital The Intercept, que filtró la información.
The Intercept asegura que el ataque contra la compañía holandesa se llevó a cabo entre 2010 y 2011 y en ese momento la NSA tenía capacidad para tratar entre 12 y 22 millones de códigos por segundo.
Una investigación realizada por la dirección de Gemalto confirmó los sofisticados intentos de ataques informáticos contra sus tarjetas SIM en ese período.
«Tenemos pruebas razonables para creer que probablemente se deben a una operación de la NSA y la GCHQ», aseguró la firma, que culpó directamente a las agencias de inteligencia y seguridad de EE.UU. y Reino Unido.
La compañía, sin embargo, aseguró que los atacantes sólo lograron acceder a la red de comunicación de sus oficinas, pero no romper la seguridad de las tarjetas SIM, como asegura The Intercept.
Este tema es muy sensible en Europa después del destape del escándalo por el espionaje masivo de los servicios de inteligencia norteamericanos contra países aliados.
La tormenta estalló en 2013, cuando el ex técnico de la NSA Edward Snowden reveló al diario británico The Guardian documentos sobre el espionaje de esa agencia a millones de personas en el llamado Viejo Continente, e incluso, a las propias instituciones.
Esa fue la punta del iceberg, pero a partir de ahí se conoció que la inteligencia estadounidense podía penetrar a las computadoras de la propia Unión Europea (UE), con lo cual tuvo acceso a documentos secretos y correos confidenciales.
El caso fue mucho más allá y llegó hasta la misión de la UE en Nueva York y 38 embajadas en Estados Unidos de países como Francia, Italia, Grecia y naciones del Medio Oriente.
Pero la gota que colmó la copa fueron las revelaciones de que Washington espió también el teléfono de la canciller federal alemana, Ángela Merkel.
«El espionaje entre amigos y aliados no es aceptable en absoluto», dijo Merkel poco después de conocer que la NSA controlaba sus conversaciones.
Llamadas a consultas a embajadores, inclusión del tema en el menú de las cumbres europeas y hasta visita de funcionarios y europarlamentarios a Washington fue la reacción del otro lado del Atlántico.
Hubo protestas de dirigentes políticos, las más airadas pedían incluso suprimir acuerdos y hasta las conversaciones sobre el llamado Tratado Trasatlántico, pero nada de eso ocurrió.
Y mientras tanto siguen las filtraciones de un escándalo que todo el mundo conoce cómo empezó, pero aún no se sabe cómo, ni cuándo terminará, lo que en el lenguaje popular bien puede identificarse como el cuento de nunca acabar.
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