
“Elefante blanco”, lucra con la muerte
Cuando se ha tenido la oportunidad de conocer otros países sobre todo aquellos considerados como de primer mundo, es inevitable sentir admiración en la grandeza de sus construcciones e infraestructuras en sus comunicaciones.
No hace falta cruzar el océano Atlántico hacia el otro continente para conocer, tan solo basta visitar a la nación vecino del norte, es decir, a los Estados Unidos para poder admirar de manera inmediata sus vías de comunicación en donde simplemente se siente el cambio en el rodar de los neumáticos de los vehículos y no solo eso sino la amplitud y diseño de sus autopistas en donde los riesgos de peligrosidad son reducidos a lo máximo.
En el país en un intento de ser competitivo y ante las exigencias de la comercialización internacional se vio obligado a la creación de autopistas en donde la falta de experiencia y en un intento de reactivar un sector de la economía se tomó la decisión de que la iniciativa privada participara por medio de convocatorias para la licitación pública de autopistas.
El objetivo central aparte de mejorar las comunicaciones recortando distancias y tiempos de traslado es para mejorar la seguridad, ahorrar combustible, reducir la congestión del tráfico entre particulares, empresariales y transporte público.
Muy a pesar de las buenas intenciones tanto del gobierno federal y estatal de las diferentes entidades del país y a pesar de los mejores esfuerzos de los ingenieros civiles y contratistas de construcción que están sujetos a las empresas ganadoras de éstas licitaciones públicas para ahorrar costos y sacarle más ganancias hay veces que las malas construcciones son más que evidentes como lo que sucede en la tan criticada autopista Saltillo-Monterrey.
Su mejor evidencia de considerarse como una pésima autopista es su historial de colisiones debido a la falta de un control adecuado de tráfico como la señalización, condiciones peligrosas causadas por el clima o daños en el pavimento, tales como baches, la falta de drenaje adecuado da lugar a formación de charcos o la acumulación de hielo, la falta de barreras de protección en las curvas o en los terraplenes empinados, éstos son solo unos cuantos de la lista larga de imperfecciones que sufre la autopista Saltillo-Monterrey.
Muy a pesar de la cantidad de accidentes y cierres de la autopista Saltillo-Monterrey la intervención tanto del gobierno federal y estatal han sido nulo, pero tampoco se ha visto una responsabilidad por la empresa privada que sin justificación alguna encontraron el “elefante blanco”, en donde la lógica diría que ante la miopía de las autoridades hacen pensar que también les toca una rebanada de las mieles de éste negocio en donde se lucra con la muerte.
Por otro lado, no olvidemos que el año pasado un juez español de la Audiencia Nacional exhibió al hijo del expresidente de Cataluña, Jordi Pujol, en un escandaloso desvío de recursos por arriba de los 14 millones de euros en donde venía incluido un desarrollo turístico, residencial y falsificación de tres facturas a una supuesta constructora por 1.2 millones de euros cada una por la adjudicación del proyecto de construcción de autopista Saltillo-Monterrey, con un costo total de 190 millones de euros.
La única manera de acabar con este tipo de “elefantes blancos”, es cuando exista algún valiente que demande la responsabilidad de reclamación de accidentes e indemnización a heridos o perdidas de familiares porque el mal diseño de la autopista fue la causante de las lesiones de muchos particulares que confiaron en las dizque autopista segura por el simple hecho de pagar una cuota que no justifica por ningún lado sus incrementos que van a la par su aumento de accidentes, robos, y cierre de la misma porque el mal tiempo afecta su mal diseño y carente de medidas para evitar contingencias como es el cada vez más recurrente, derrumbe de toneladas de rocas sobre la carpeta asfáltica de la autopista.
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