
El Sendero de los Iluminados: La ilusión del poder
Por Alan Prado
El poder no transforma a las personas, simplemente elimina su necesidad de aparentar.
El altruista defiende, el codicioso explota, el temeroso se convierte en tirano. No es el poder el que provoca la corrupción, sino la verdadera cara de cada persona que surge al no haber temor a las repercusiones.
El poder no constituye una entidad exterior que convierte al individuo en algo distinto. En realidad, funciona como un catalizador que desnuda su esencia más profunda. Desde un enfoque mental, podríamos afirmar que el poder desinhibe, removiendo la necesidad de censura propia. Lo que entonces surge no es una personalidad nueva, sino la esencia que había estado oculta debido a la presión social, el miedo o la conveniencia.
La sombra no es solamente el mal latente en el ser humano; también engloba la energía reprimida, la creatividad no canalizada y la autenticidad que no nos hemos permitido experimentar.
Cuando una persona obtiene poder, las barreras que mantenían ocultas a su sombra comienzan a desvanecerse.
Si ha cultivado autocontrol y conciencia de sí mismo, el poder se convierte en una herramienta para el desarrollo y la justicia.
Pero si ha escondido sus inseguridades sin trabajarlas, el poder exacerbará su caos interno, llevándolo hacia la tiranía o el abuso.
El altruista defiende porque ha confrontado y comprendido su sombra. No necesita abusar de su poder, ya que ha integrado sus propias contradicciones y no teme lo que pueda surgir de su interior.
Por otro lado, el ambicioso, impulsado por la insaciabilidad de su ego, busca en el poder un medio para compensar sus carencias, usándolo como un instrumento de dominio.
Y el temeroso, quien nunca enfrentó sus miedos internos, encuentra en la autoridad una coraza para ocultar su fragilidad; su reacción al poder es la tiranía, pues debe controlarlo todo para no sentirse expuesto.
《Poder y Virtud
Desde la perspectiva estoica, el poder por sí mismo es neutro; no es bueno ni malo, sino una prueba del carácter》.
«Séneca señalaba que la adversidad pone a prueba la fortaleza, pero el poder examina la moral. Mientras la adversidad nos obliga a forjarnos, el poder nos enfrenta a la tentación de la arrogancia, la soberbia y la corrupción».
«Epicteto afirmaba que lo único que realmente tenemos es nuestra capacidad para decidir nuestra respuesta ante las circunstancias. La persona que desarrolla su virtud percibe el poder como una oportunidad para practicar la justicia y el servicio, y no como un medio para alimentar su vanidad».
Marco Aurelio, el emperador filósofo, comprendía esto de forma práctica: su célebre recordatorio “Recuerda que eres un hombre” simbolizaba su esfuerzo constante por no dejarse atraer por el poder, impidiendo que su sombra lo consumiera.
Uno de los aspectos más peligrosos del poder es la ilusión de la impunidad. Cuando un individuo siente que ya no existen consecuencias externas a sus acciones, su fenómeno mental entra en un estado de desnudamiento moral: aquello que antes estaba contenido por el miedo ahora se expresa sin filtros. Si no hay un marco interno que lo dirija—una filosofía, un código de valores—su sombra tomará el mando.
El asunto no radica en el poder, sino en la preparación previa para administrarlo.
《La respuesta no es impedir que las personas obtengan poder, sino promover el autoconocimiento antes de que lo consigan》.
Solo quien ha confrontado su sombra sin mascarillas, sin justificaciones y sin temor, puede mantener el poder sin que este lo corrompa.
La auténtica prueba del carácter humano no es la adversidad, sino la libertad para actuar sin limitaciones.
Es en ese momento donde se revela quiénes somos en realidad.
Alan Prado (AMEP 11:11).
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