
El Sendero de los Iluminados: El silencio del cielo segunda parte
Por Alan Prado
No se trataba simplemente de ilusiones nocturnas, sino de visiones y revelaciones febrilmente intensas que desgastaban el espíritu. Anhelábamos un cielo desprovisto de sentido, un inmenso vacío donde la figura de Dios no solo se percibía como algo ausente, sino como un concepto irrealizable. En estas pesadillas, visualice que nos encontrábamos ante una inmensidad tan descomunal que nuestra propia existencia carecía de propósito. Observé rostros que no deberían existir, extrañas entidades que vagaban por dimensiones de la realidad ajenas a la nuestra, murmurando en lenguas olvidadas.
Los más vulnerables fueron los que sucumbieron primero. En las calles emergieron figuras angulosas, con miradas ausentes, repitiendo períodos sin un destinatario claro.
Las comunidades se esforzaron en preservar su creencia, aunque los sagrados lugares parecían ceder ante una carga intangible. En poco tiempo, la ética misma comenzó a deteriorarse. ¿Por qué continuar obedeciendo las pautas de una entidad que había desaparecido? ¿Cuál era el propósito de la salvación sin alguien que la ofreciera?
Luego surgió la auténtica verdad.
Ignoro quién fue el primero en expresarlo en voz alta, pero retumbó en nuestra conciencia común como un lamento interminable.
《La divinidad nunca ha sido nuestro protector, sino más bien nuestro opresor, nuestro carcelero.》
Alan Prado (AMEP 11:11).
Deja un comentario