
El Sendero de los Iluminados: El silencio del cielo
Por Alan Prado
En un cosmos repleto de penumbras, un silencio del universo revela la traición. La divinidad ha dejado su puesto. La humanidad, se encuentra flotando en un abismo de aislamiento y miedo primigenio, observa cómo las viejas promesas se desdibujan, creando un vacío eterno que aniquila toda expectativa.
Las sombras se difunden como lenguas indeterminadas sobre el suelo.
Desde lo más alto de los cielos, una burla putrefacta desciende agobiando el mundo que solíamos considerar nuestro.
La creencia y los simientos de la fé había sido la base de las civilizaciones, el compromiso de un orden supremo, pero ahora solo existen vestigios y un silencio profundo que susurra una verdad insoportable.
《La divinidad nos había abandonado》
No fue una salida abrupta, ni un desastre que marcara su desaparición. No se escucharon trompetas del apocalipsis ni señales en los cielos, solo la sabiduría colectiva.
Fue un desgaste gradual y sutil de la realidad, una fractura de la infraestructura que mantenía la cordura humana.
Al principio, se trataba únicamente de pormenores, súplicas que quedaban sin respuesta, milagros que se disolvían en el aire como uno solo.
Ahora las iglesias se volvieron heladas, los santos de piedra aparentan desviar la mirada, como si también ellos comprendieran la falta.
Observe esto en la capilla de mi niñez, donde durante años había querido experimentar la presencia de lo sagrado en el altar, una cálida brisa de consuelo, pero en una noche de insomnio, me arrastré hasta allí buscando refugio y al cruzar el umbral, experimenté un vértigo insoportable. Era como si el edificio estuviera vacío en un sentido que iba más allá de lo físico, como si algo esencial hubiera sido extraído de su esencia.
Una simple piedra fría y un lugar vacío donde no habíta nada.
Solo había un personaje con su expresión esculpida en madera, en lugar de comunicar compasión, manifestaba el pavor de un sentenciado.
Pronto, la irregularidad se difundió. Las estrellas, consideradas por siglos como atestiguadoras celestiales, comenzaron a alterar su disposición, tomando configuraciones que ninguna cosmología lograba justificar.
Entonces, surgieron los sueños.
Continuará…
Alan Prado ( AMEP 11:11).
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