EL BOULEVARD DE LOS SUEÑOS ROTOS
Dicho sea de paso
Decía el gran economista Milton Friedman: “La solución gubernamental a un problema, es normalmente tan mala como el problema mismo”.
Este año que termina, será recordado sin duda, como el año de las reformas en México. La trascendencia y la grandeza de las mismas, será una cuestión que se comenzara a discutir a partir del próximo año.
De entrada 2013 fue un año, como todos los años. México sigue como siempre, es el mismo país que hace veinte años veía Luis Donaldo Colosio, un México de promesas incumplidas.
Las soluciones planteadas por el gobierno a los grandes problemas a los que hizo referencia Enrique Peña Nieto en diciembre de 2012, son malas no por sí mismas, sino porque no se han implementado en los hechos, o no se ha expedido su legislación secundaria.
Reformar fue el verbo nacional desde septiembre de 2012, cuando inicio todo con una reforma laboral que, aún y cuando abarató el despido, no pudo funcionar para crear empleos ni generar crecimiento económico.
Los números en materia de empleo son lo suficientemente malos y se puede considerar que en esa materia, los primeros trece meses del sexenio de Peña Nieto, son un rotundo fracaso.
Los que dijeron que sí sabían gobernar, demostraron que lo único que sí saben, es decir mentiras. La frase de 2012 que hablaba de un nuevo PRI, es una falacia, un mito como aquel de que 2012 era el año en que se acabaría el mundo.
El nuevo PRI demostró en 2013, que es el viejo PRI. Más guapos y mejor peinados, son el dinosaurio reencarnado.
Y México, tristemente se muestra hoy como la esposa golpeada que perdonó al marido, sólo por que este le juro que había cambiado.
En 2013, presento el presidente Peña un nuevo programa de vivienda, programa en el que, al parecer, no se midieron las consecuencias de una decisión que hoy no se sabe si fue arrebatada o perversa. Un programa de vivienda que prácticamente extinguió a dos tercios de las grandes desarrolladoras, por haberlas dejado endeudadas e insolventes, generando con ello tremendos daños a la economía y a un amplio sector de la población.
Enrique Peña Nieto fue en 2013 el presidente de las iniciativas, que sea el de las reformas es su misión en 2014. Hasta hoy, es también el presidente de la publicidad y la imagen.
Es un hombre que ha logrado una imagen de negociador, el golpe maestro de esa estrategia, tal vez lo sea el “Pacto por México”. A todos hizo creer que este acuerdo era para atender a la pluralidad y sin embargo, fue para callar a la oposición. Nada que no se acordara en esa mesa salió adelante en los primeros seis meses, en los siguientes seis, ya fue la fuerza de los billetes la que definió la agenda legislativa.
Enrique Peña Nieto fue en 2013 un presidente con miedo. Miedo a la calle y a generarse una imagen de represor. En esa línea, ha permitido que una organización tras otra se adueñe del Distrito Federal, donde constitucional y legalmente, tiene el mando de la fuerza pública.
Pero el PRI, que de todo sabe sacar ventaja, le endilga la responsabilidad a un gobernante aún más timorato, como lo es Miguel Ángel Mancera, con la velada intención de debilitar a la izquierda en su más importante bastión, la capital de la República.
En 2013, tuvimos un gobierno que pidió en el congreso lo que necesitaba, para salir a abaratarse en la calle.
Así es como ha convertido a las nuevas legislaciones en un instrumento de negociación. Negocia con la disidencia magisterial la implementación de la reforma educativa; con las televisoras y telefónicas, negocia los términos de la legislación secundaria de la reforma en telecomunicaciones, legislación que tiene ya varias semanas de atraso. La reforma fiscal tan controversial, hoy es negociada con la clase empresarial bajo la figura de estímulos fiscales. ¿Pues no que se necesitaba tanto el dinero y tanto dinero?
Negociación mal entendida, puesto que este año el gobierno no negoció, el gobierno cedió. Porque el presidente que no sabe las capitales de los estados, que confunde unos con otros, como confunde el oriente con el poniente y el océano pacifico con el golfo de México; el presidente que se le traba la lengua y que no sabe saludar a la bandera, ha permitido que haya guardias comunitarias, grupos de autodefensa armados por el narco y más desapariciones, es el mismo presidente que negocia y convence a ministros de amparar extranjeros, a jueces, de permitir y solapar la sustracción de menores, es el presidente que crea leyes a modo para liberar reos.
Sin embargo, los números (los que hay, porque el gobierno oculta o matiza los suyos), nos demuestran que el crimen ha aumentado, los secuestros y extorsiones no tienen límite, el narcotráfico actúa en la nariz de los policías, porque la corrupción es el cáncer que está acabando con el país.
Al crimen no se le ha ganado, porque no se le quiere ganar. “El arte de la guerra es muy sencillo: Averigua donde está tu enemigo, cáele lo antes posible, pégale con todo lo que tengas y síguete así” decía Ulysses F. Grant.
Tenemos un presidente de mucho copete y poca memoria, que no cumple con su deber, ni cumple con su palabra. Un presidente que debe de ajustar su gabinete y poner en marcha al 100% sus reformas, reformas a las que la población, en su mayoría, no respalda, pero que en el discurso y el sueño de un México mas prospero la ciudadanía mitiga su coraje y deposita su esperanza.
Prometieron mover a México y solo dan pequeños pasos. El presidente debe ajustar su estrategia y poner en marcha a su gobierno, de lo contrario, los siguientes pasos se darán hacia atrás y en el boulevard de los sueños rotos.
YO NO OLVIDO AL AÑO VIEJO
Más allá de la situación del país, 2013 ha sido un buen año. En lo personal, he aprendido mucho, hoy soy más fuerte, más paciente y más decidido. Hubo sueños de unas semanas que me dieron felicidad eterna y dolores eternos que desaparecieron en un día. Se fueron amigos de toda la vida y llegaron amigos para toda la vida. Yo no olvido al año viejo, porque me ha dejado cosas muy buenas.
Feliz año 2014.
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