Duele más cuando sale de tu bolsa

La creación de los Hospitales Generales, también conocidos como clínicas de urgencias creadas sin importar en qué administración estatal o federal, han sido buenos y funcionales proyectos, como también bien intencionados; sin embargo el único defecto es la misma gente.

La falta de conciencia y avaricia de muchas personas son la causa de que muchos programas se conviertan en un fracaso o simplemente provoquen el cierre de éstos mismos por el mal uso y abuso de la inconsciencia de muchos ciudadanos que nada más piensan en sí mismo.

Un ejemplo de ello fue aquel monedero en una tarjeta de débito entregada a las familias de pocos recursos, y lo mismo se puede decir aquel programa para que la gente que tenía ganas de poner un changarrito tuviera dinero para hacerlo y así como éstos han existido muchos otros más. Pero el abuso causado por la avaricia ha sido uno de los peores males que por ésta razón esos programas sociales se han visto afectados y por consiguiente cancelados.

Lo mismo está ocurriendo con el Hospital General y sus clínicas ambulatorias o de emergencias construidas desde la edificación y equipamiento nuevo que muchos hospitales privados ya hubieran deseado tener en donde sus buenas intenciones pero que a su vez son acabadas por la misma gente y también por el Seguro Social.

La creación de éstos centros de salud fue destinado principalmente para todos aquellos que no tuvieran un seguro médico privado e inscritos al Seguro Social, ya sea porque quedaron desempleados por la dura situación económica por la que está pasando el país por la mala administración del gobierno federal y también para aquella gente que trabajaba como independiente o sea trabajadores informales o laboristas que les son negados dicha prestación como todos los taxistas o choferes del transporte público.

En pocas palabras toda la población que no sea derecho habiente del Instituto Mexicano del Seguro Social, iba a recibir atención médica por parte de los nuevos centros de salud puestos con inversión estatal y federal.

La pereza del personal de la clínica del Seguro Social número 89, aunque no siendo la excepción porque lo mismo sucede con las otras pero en específico la 89, porque se encuentra a unas pocas cuadras cercana al Hospital General, ha incentivado la flojera tanto de las “secretarias” de consultas como del personal médico de los consultorios de lo familiar, porque cada vez es más común encontrarse en la plena “chorcha” a los trabajadores de esta clínica que es motivo de molestia cuando son interrumpidos para preguntar si pueden ser atendidos por el medico asignado y hasta para las campañas de vacunación que tiene dicha institución o para solicitarles la cartilla nacional de salud de las cuales están escasas sin podérselas entregar a los derecho habientes y con una gran facilidad son enviados al Hospital General argumentando que pertenecen a los mismos, es decir, que son del Instituto de Seguro Social y por lo tanto, están obligados a entregar tanto la cartilla así como las vacunas y medicamentos es por eso que siempre se ve mucha gente en las afueras del Hospital General porque no caben dentro de la sala de espera.

Aunque para muchos que están inscritos en el Seguro Social, no lo ven justo porque dentro de su pago de nómina se les está cobrando un impuesto para tener derecho a los servicios de salud, pues esta institución federal prefiere que se acaben los recursos y trabaje el personal del Hospital General a que se pongan hacer su chamba.

Es necesario que la cultura y conciencia se tenga que cobrar para que ésta nazca porque de lo contrario la gente nunca tendrá una iniciativa. Lamentablemente se necesita cobrar al menos una cantidad simbólica de estos servicios para que la gente valore y cuide más las instalaciones y para que el Gobierno de Coahuila no esté subsidiando la totalidad de los gastos directos e indirectos, como la luz, agua, personal administrativo, médicos, medicamentos y sobre todo gastos de salas de operación.

Por otro lado, el gobierno federal debería de concursar o hacer una revaloración cada determinado tiempo para que desde personal más arriba del organigrama al más bajo, sean evaluados por su desempeño y no estén haciendo concha por el simple hecho de haber entrado a una institución federal a echar la “hueva” y no queriendo atender a sus derechos habientes que gracias al cobro de sus impuestos les pagan sus sueldos, las gorditas, tortas, frituras y todo aquello que puedan comer en horas de laborales. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org