DICHO SEA DE PASO: EL DILUVIO QUE VIENE

Recientemente leí, en alguno de los muchos libros que me regaló Claudia esta navidad, que “hay tres tipos de personas en el mundo: las que hacen que las cosas sucedan, las que miran cómo suceden las cosas y las que se preguntan qué demonios sucedió”.

No recuerdo de quien es la reflexión, pero si recuerdo que en ese momento me hizo pensar en que el Presidente Peña Nieto es un hombre que quiso que las cosas pasaran, que dejó que muchas cosas sucedieran y que hoy, con el país sumido en una de sus más duras crisis, está desconcertado y no sabe cómo es que llegamos a esto.

Y es que iniciamos el 2015 en medio de una turbulencia económica y social que, al conjuntarse con la acentuada inseguridad, han generado una crisis nacional en la que lo más preocupante es el desconcierto y la falta de rumbo en el gobierno, lo que evidencia la ausencia de capacidad de reacción ante los problemas.

Enrique Peña Nieto se ha cansado de hablar de la transformación del país, pero el discurso suena hueco ante una realidad que demuestra que en donde no estamos estancados, estamos volviendo al pasado. Los escasos avances obtenidos son nada, comparados con los que se anuncian en el discurso.

Hablar de construir el futuro implica, forzosamente, el reconocer todo aquello que ha evitado que este país tenga el porvenir que se desea y en este gobierno no cabe la autocrítica.

Peña Nieto es un hombre que quiso hacer las cosas, de ahí el ímpetu reformista con el que inició el sexenio, pero fue precisamente su programa de modificaciones legales y constitucionales lo que lo fue alejando de la ciudadanía, primero, porque con gran soberbia se buscó el apoyo de las cúpulas y los poderes facticos y no de los ciudadanos; segundo, porque en esa negociación se fueron cediendo puntos de gran beneficio a la población, sustituyéndolos por los que beneficiaban solo a algunos grupos.

Es irónica – cuando no absurda- la estrategia gatopardista reflejada en algunas de las grandes reformas, donde se introdujeron los cambios que hacen que todo siga igual. Es momento de que el gobierno advierta que, como dijo Antonio Machado, “no basta mover para renovar y no basta renovar para mejorar”.

Y es que vemos que, ni la reforma educativa, ni la detención de Elba Esther Gordillo, han sido un factor que permita el mejoramiento del sistema educativo. La reforma hacendaria no creó un sistema tributario más justo, por el contrario, la persecución y la carga fiscal sigue estando sobre el contribuyente cautivo.

En el caso de la reforma energética, a pesar de que se modificó la estructura administrativa de PEMEX y CFE, no se modificaron las viejas prácticas administrativas, ni hubo una nueva relación patrimonial del gobierno con estas empresas. Particularmente PEMEX sigue siendo sangrada por el ejecutivo, como quedó demostrado cuando en Diciembre pasado, el gobierno federal tomó un dividendo de 50 mil millones de pesos y que solo causo inquietud entre los tenedores de deuda de

la hoy empresa productiva del Estado, por el bajo nivel de efectivo disponible con el que queda ésta.

En otros sentidos, el presidente es un hombre que dejó que las cosas sucedieran y se hizo evidente que se carece de ideal para generar verdaderas políticas de gestión gubernamental, en diversas áreas.

Se permitió, al inicio del sexenio, el surgimiento y crecimiento de grupos armados, denominados pomposamente “autodefensas” sin que se tuviera claro cuál era su verdadero objetivo y quiénes son sus patrocinadores.

El gobierno del presidente Peña Nieto, en el caso de Michoacán, no tuvo mejor idea que legalizarlos en una “fuerza rural”, misma que ahora se desaparece en las comunidades más importantes, pues las armas que el Estado les dio, solo sirvieron para que se mataran entre ellos.

La falta de atención del gobierno, más preocupado por el trámite de sus reformas, permitió que la delincuencia se apoderara de órganos del Estado. No solo fueron las corporaciones policiacas, que permitieron a los criminales ser y hacer, sino que las presidencias municipales se han puesto al servicio de los criminales y el presidente reacciona con ocurrencias pintorescas, congeladas en el legislativo, que no ofrecen verdaderas soluciones.

El presidente de la República cerró los ojos ante la corrupción, pues en la cultura priísta esta es vista como algo natural. Esa indiferencia permitió que pululara la idea de que lo malo de la corrupción no es que esta exista, sino que se descubra. El delegado de Iztapalapa, el secretario de hacienda y el propio primer mandatario reciben con descaro los favores de los contratistas del gobierno sin que les presente un conflicto, pues tal parece que poner el dinero público al servicio de unos cuantos, es algo natural.

El sistema político fue secuestrado por un atajo de delincuentes a lo que desde el gobierno federal, en vez de combatirlos, se les contempla y eso ha permitido que la corrupción se extienda, pues como dijo Edmund Burke, “para que triunfe el mal, solo es necesario que los buenos no hagan nada”.

Y así es como llegamos al 2015, un año electoral que inicia con el miedo en el ambiente y, aunque se quiera negar, con miedo en el gobierno. El presidente recibe este año preguntándose, seguramente, que demonios ha pasado.

Los mexicanos enfrentamos un año nuevo, con una crisis económica que ya comenzó, pues el crecimiento acumulado ha sido mínimo, la moneda se sigue devaluando y la política fiscal del gobierno causará sus peores estragos en el momento de las declaraciones anuales con las muy reducidas deducciones.

La baja internacional de los precios del petróleo hará sentir sus efectos en la economía nacional, pues ya está más de 30 dólares por abajo del precio estimado en la ley de ingresos, además de que el inminente aumento en las tasas de interés en los Estados Unidos ocasionará, sin duda, una salida de dólares del país, lo que detonará presiones en el tipo de cambio que se replicarán, inevitablemente, en presiones inflacionarias.

El gobierno parece inmóvil ante el panorama internacional, pues no existió una previsión ante este escenario y no se ven soluciones reales para estimular la economía. Las líneas de crédito internacionales no son una solución, pues a pesar de que desde hace años se tienen, no son beneficios tangibles para el ciudadano común. Los mexicanos estamos cansados de vivir de prestado.

El inconcebible que las gasolinas mexicanas, cuesten al ciudadano el doble de lo que cuestan en los Estados Unidos, cuando el petróleo cuesta menos de la mitad de lo que costaba hace seis meses.

La idea del gobierno parece ser la de hacer negocio y no la de generar bienestar. La reforma en Telecomunicaciones es un ejemplo, pues elimina el costo de la larga distancia nacional, lo que parece una medida loable, pero que acarreará la falta de inversión para hacer llegar el servicio telefónico a las comunidades más apartadas, pues para el operador ya no será negocio.

Las políticas sociales se utilizan para favorecer a los amigos. No solo es el otorgarles contratos carreteros y ferroviarios, casos tan simples como el de la leche LICONSA, donde se le compra a un reducido grupo de ganaderos, en lugar de favorecer a los productores locales. Por los costos de transporte, en ciertas zonas el litro de leche, le cuesta al gobierno más de lo que costaría comprarlo en el OXXO.

En este año electoral, vemos la trampa de la democracia, pues los candidatos ciudadanos son, en muchos casos, los desechos de los partidos políticos.

La elección de este año representa un riesgo, pues por una parte está el peligro populista de Andrés Manuel López Obrador y sus secuaces, quienes buscan, dijera José Martí, el reemplazo en el poder de los autoritarios arrellanados, por los autoritarios hambrientos.

Por el otro, el descredito de la política amenaza con reflejarse en el abstencionismo, que solo actuará en beneficio del partido en el poder, que tiene bien aceitada su maquinaria electoral.

El 2015 es un año de retos y los ciudadanos debemos de utilizar nuestra única herramienta para cambiar el rumbo del país, el voto, pues los mexicanos hemos comprobado que, como decía George Nathan, “Los malos gobernantes son escogidos por los buenos ciudadanos que no votan”.

En este año amenaza tormenta y ante la incapacidad del gobierno, nos corresponde a los ciudadanos generar el cambio, buscar amainar el temporal y no permanecer estáticos, contemplando simplemente el diluvio que viene.

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