Desafío: Tengo, pero muy Poca

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En México, nuestra cultura nos decía al oído desde el corazón que el “niño Dios” obsequiaba los juguetes a los niños en el día de su efeméride natal; luego, como un tornado devastador, llegó Santa Claus y su traje rojo “coca-cola” y dejó a pesebre en un segundo término. Ni que decir sobre nuestras calaveritas y alfeñiques de azúcar hechos a un lado por el imperio del “Halloween” y sus calabazas grotescas junto a las solicitudes de “dulce o truco” cada vez más generalizadas porque, ¿saben ustedes?, así muchos sienten estar progresando en la escala de valores. Igual al albañil que consume un refresco de gas, como el ya mencionado, en vez de un litro de leche porque ya trabajó en la frontera y ya no le gustan los frijoles.

Podríamos escribir cientos de referentes pero siempre queda la imagen del emigrante –el “paísano”-, quien regresa a su patria de origen con una poderosa “trocka” como símbolo de su nuevo estatus aun cuando sus familias sigan viviendo bajo techos de cartón y paredes de láminas. Pese a la camioneta de rugir estremecedor los visitantes no cambian su entorno de la infancia y, de verdad, disfrutan bañarse a cubetazos porque, sencillamente, entre los suyos se sienten libres excepto si llega alguna patrulla inoportuna a revisar las pertenencias del recién llegado para situarnos, fuera de los programas demagógicos, en la realidad: esto es bajo una dictadura inescrupulosa que se mantiene a golpes de engaños, simulaciones y fraudes electorales.

En la misma línea las consignas anglosajones a favor del animalismo –no de los animales porque nadie les ha preguntado, ni podrían responder en ausencia de raciocinio, a éstos si les va mejor en cautiverio o en la calle o la selva, en su hábitat natural o en el artificial-, han derrumbado un criterio básico: primero están los seres humanos quienes requieren para su manutención –salvo opinión de los veganos que igualmente terminan con la vida de los vegetales y las frutas para substituir cuando proporcionen los irracionales con movilidad-, las nutrientes animales.

Lo anterior me parece absurdo. No se niega a una fiera, por ejemplo, con enorme capacidad de caza, que alcance a un ciervo o una llama, o a cualquier otro ser viviente, para sobrevivir; al contrario, infinidad de documentales, avalados por la ciencia y la sociedades protectoras de los animales, promueven el círculo existencial basándose en la armonía que deviene del equilibrio entre los irracionales, como sucede en Tanzania en su maravilloso parque ecológico “Serengueti”.

A cambio de ello se desarrolla la cursi idea de que los seres humanos no debemos consumir carne porque nuestros colmillos no están hechos para ello sino para trozar y digerir especies más suaves. Tal perogrullada estima que no se requieren las vitaminas animales; es como, de acuerdo al criterio de algunos, negarse a vacunar a sus hijos por considerar que la naturaleza debe proveer de la salud sin necesidad de medicinas trastornadoras. Cada vez este criterio avanza entre algunas sociedades que llegan al extremo de despreciar cuanto el hombre aporta pero sin desprenderse de las comodidades que se han alcanzado, sobre todo la televisión y los juegos cibernéticos cuyo desarrollo pone en línea la posibilidad de guerrear a través de ellos incluso a nivel de naciones “soberanas”. Dios nos evite atestiguarlo.

Otro de los dilemas fatales de los animalistas consiste en la tortura que para ellos representa diferenciar a los animales para el sacrificio de cuantos deben ser preservados. Por ejemplo, un león o un tigre que asalta alguna aldea en Asia o África debe ser cazado de inmediato para preservar la vida humana en riesgo; no así, por ejemplo, un toro de lidia alrededor del cual se han escrito infinidad de versiones descocadas, surgidas de la ignorancia, con tal de hacer imperar las costumbres anglosajonas –como la caza por ejemplo o el adiestramiento de perros que destrozan a osos sin garras y encadenados-, sobre cualquiera otra de distinto origen y condición. Lo mismo les sucede a la hora de no explicarse las tradiciones ajenas –las del Islam por ejemplo-, al grado de haber permitido que la defensa de los genes culturales hayan desembocado en la brutalidad del terrorismo: a esto llegan los excesos de la ignorancia, la prepotencia y la intolerancia hacia los criterios ajenos y las costumbres gregarias.

En la historia, nadie puede explicar cómo quien es presentado como el mayor genocida, Adolf Hitler, se dio el tiempo necesario para fundar la primera sociedad protectora de animales por la devoción que guardaba a su perrita, Blondy, misma cuya existencia fue terminal cuando el búnker del Füerher dejó de ser inexpugnable. Luego, el líder alemán se quitaría la propia y se tomaba la de su mujer, Eva Braün, como una pobre penitencia por la barbarie del Holocausto.

Hace una semana, en Pachuca, en el predio contiguo a la Plaza de Toros se abrió un “tianguis” para ofrecer cachorros de distintas razas caninas a los paseantes con precios que iban desde los mil quinientos pesos hasta los veinticinco mil. Mi hijo menor me insistía en que nos lleváramos uno y fue cuando le dije:

-¿Te das cuenta? Junto a la jaula de los perritos está la madre o el padre que los engendró. Al momento de la compra se desprenderán de ellos sin poder evitarlo por el cautiverio en el que viven. ¿Te gustaría comprar a un y quedarte con la imagen de su madre impotente?

Por supuesto, desistimos. No fue lo peor. Había carpas en donde los animales de mayor tamaño estaban encadenados unos a otros para que se quedaran quietos mientras las manos se lastimaban sin remedio y los presuntos clientes preguntaban por su edad, su “pedigrí”, incluso su raza –se han multiplicado por los cruces híbridos-, cual si se tratase de un paseo en medio de aquel mercado perruno de esclavos irracionales. Me sentí despreciable viendo aquello, sobre todo cuando pensé en los miles de animalistas que claman por la desaparición de las corridas de toros y aplauden con frenesí mantener un perro atado en la azotea.

No entiendo tales valores acaso porque, desde niño, entendí que la cultura y el arte son expresiones superiores, inalcanzables para muchos, conjugadas en un espectáculo profundamente ecológico: el encuentro del instinto del toro –la naturaleza misma- con el carácter del hombre. Y de tal amalgama es posible obtener conclusiones existenciales de alto nivel como la fortaleza interior para lidiar los obstáculos de la cotidianeidad y superar los desafíos que impone el trabajo, la injusticia y la depredación política.

No es gratuita ni ligera mi afición sino que está arraigada en mí desde pequeño… y no soy asesino ni bárbaro aunque, eso sí, enfurezco ante las atrocidades de los malos gobiernos y de los corruptos cómplices del establishment.

De todo ello surge la necesidad de terminar con las deformaciones absurdas, los lugares comunes y, sobre todo, la ignorancia falaz. No es admisible, por ejemplo, que se clame y hasta se celebre la muerte de un torero o la desgracia de éste. Es un ser humano, caramba, y gritar de alegría porque fue alcanzado por las astas –los toros no son seres inofensivos sino criados para la lidia-, como una suerte de justicia divina por el asesinato de los bovinos a manos suyas. Esto es una incongruencia tal como la estulticia de gritarles ¡asesinos! a quienes asisten a las corridas, un espectáculo legal y con raíces ancestrales exaltadas por genios de la pintura, las letras, la escultura, la música y todas las bellas artes, por el solo hecho de no comprender que de no estar en la plaza los toros irían camino de los rastros oscuros y miserables. ¿Quién lo preferiría?

Pero lo que quiero destacar hoy es la infamia de quienes pretenden colocar a sus mascotas, y a todo ser irracional, por encima de los humanos. Esto es inmoral, anti-natura y bárbaro. Una renuncia a los congéneres para elevar en la escala zootécnica a los perros, pero no así a quienes proveen de carne para éstos, a los gatos, sin fijarse en si deben o no morir los ratones, a los caballos, sin fijarse cuantos kilos de res deben comer al día, y a los toros que también se alimentan, si bien éstos con excelencia, con las vitaminas suficientes.

¿Quién determina cuáles deben morir y cuáles vivir? Es tarea de Dios y no de unos cuantos greñudos que no se toman la molestia, siquiera, de asomarse a la verdad y pretenden negar la libertad de los demás. A mí me enfurece discutir con quienes tienen, como cerebro, un muro.

Debate
El tango del Padrón Electoral ya ensució a los comicios próximos a realizarse en trece entidades del país. Igualmente, las más de setecientas denuncias presentadas ante la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales que, seguramente, habrán de desahogarse cuando las elecciones hayan pasado y estén instalados los beneficiarios de las truculencias: “hechos consumados”, nos dirán, como cuando asumió la Presidencia el usurpador felipe calderón y fueron evidentes los tremendos excesos económicos, excedentes de los límites de ley, con los cuales impuso su sello enrique peña nieto seis años después. Sendos sujetos deberían pedir, siquiera, perdón; y no sé si lo podríamos conceder ante el imperio de la barbarie.

Es evidente que, cuando menos, la mitad de los gobernadores salientes debieran estar en capilla por sus desfalcos y sus desviaciones presupuestales que los hicieron millonarios: Rafael Moreno Valle, de Puebla; Javier Duarte de Ochoa, de Veracruz; Mario López Valdez, de Sinaloa; César Duarte Jáquez, de Chihuahua; Carlos Lozano de la Torre, de Aguascalientes; Gabino Cué Monteagudo, de Oaxaca; Roberto Borge Angulo, de Quintana Roo; Miguel Alonso Reyes, de Zacatecas; y, sobre todo, Egidio Torre Cantú, de Tamaulipas, si bien los que faltan no cantan mal las rancheras.

El hecho es que quienes buscan reemplazarlos son todavía peores y están más conectados con los grupos delincuenciales que pululan por todo el país. Son los casos de los priístas del norte, Baltasar Hinojosa Ochoa, tamaulipeco, y Enrique Serrano Escobar, chihuahuense. O de los “panistas” miguel ángel yunes, veracruzano, y Tony Gali Fayad, de Puebla; y el morenista David Monreal Ávila, de Zacatecas. Los perredistas van juntos con su antagónico PAN en Quintana Roo, Durango, Oaxaca y Zacatecas.

El cóctel de la antidemocracia está servido.

La Anécdota
Día de las Madres. Y con este motivo, hace ya algunos años, un político priísta invitó a su progenitora a asistir al convivio respectivo; se trataba de una anciana, bajita ya y con sus achaques, de gesto adusto e intolerante a la ayuda que pretendían prestarle los demás. En las presentaciones estaban cuando un impertinente, a todo pulmón, gritó:

-Oye tú, gobernador, qué festejas si no tienes madre…

El aludido, mirando a la autora de sus días, la señaló y replicó en el mismo tono:

-Mira tú, sí tengo… pero muy poca.

Escribió el gran poeta del Mayab, Antonio Mediz Bolio:

“¡Madres de los héroes!¡Madres de los mártires!
¡Madre del soldado que cayó en campaña!¡Madre del que sueña con la gloria arisca!
¡Madre del que busca paz sin encontrarla!¡Madre del que vence con fortuna y fama!
¡Madres de mendigos y de paladines!, de triunfantes próceres y de oscuros parias.
¡Sean todas benditas en todas las lenguas por todos los hombres de todas las razas!
¡Mater Admirabilis!¡Santas Madres Nuestras!¡Qué nos dieron todo sin pedirnos nada!”

Para ellas, en su día. Y a la mía que dicen que se fue pero siento más cerca cada día.

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