Desafío: Para ser Millonario

*Para ser Millonario
*Popularidades Fatuas
Por Rafael Loret de Mola
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Hasta hace unos años, en plan chusco, me referí a que para contar con influencias dentro de la cúpula del poder era necesario acceder al pequeño círculo al que bauticé, sin ánimo homofóbico, como la “cofradía de la mano caída”, por su propensión al reclutamiento político malsano de jovencitos, cortados con la misma tijera, cual si fuese un ritual secreto que obligaba, por obvias razones entonces, al silencio; pasados los años, es claro que no se piensa igual y ya parece hasta una medalla, un punto de estatus y distinción, correr por entre las filas de quienes gustan deleitarse con personas de su mismo sexo. Por supuesto, es necesario apuntar que la libertad sexual es una bandera intocable, como debieran ser otras.
Hoy, superada la otrora fobia, el hilo conductor es la corrupción, incluso legalizada como es el caso de las empresas llamadas “offshore”, con la confidencialidad como base estructural y una fina habilidad para sortear los tributos generados a través de depósitos y operaciones inmobiliarias en y desde los paraísos fiscales como las Islas Caimán o Barbados, entre otras más, donde si se trata de dinero todos se tapan los ojos… hasta que ya no pudieron controlar al mundo cibernético y aparecieron, primero, “los papeles de Panamá” y después los “del Paraíso”, como cumbres de los evasores ilustres, desde la Reina Isabel II del Reino Unido hasta Carlos Slim Helú, el de mayor fortuna dentro de los multimillonarios mexicanos.
Lo anterior se encuentra dentro de lo usualmente considerado legal, aunque su ética sea nula por la implicación de evadir impuestos y golpear así a los países en donde se originan los inmensos réditos de las complicidades, y aunque el desprestigio se extendió al ser exhibidos los no9mbres de los ilustres no procede causa alguna con la salvedad de quienes, como Isabel II, tienen aún el “derecho divino de los dioses” y una ya larga dinastía sucesoria al acecho de su muerte.
Lo peor, sin embargo, no deviene de los especuladores ni del paraíso del pequeño grupo de poderosos intocables sino de los pagos extralegales, amorales, por parte de los cárteles a la clase política mexicana, incluyendo algunas empresas paraestatales como PEMEX –ahora con fachada semioficial pero ganancias destinadas a manos particulares-, la CFE y, desde luego, una larga fila de sujetos con poder de mando en sus entidades, gobernadores y alcaldes, lo mismo que no pocos funcionarios federales quienes, por ahora, han podido salvar sus rostros de la quema. Pero bien sabemos quiénes son: Emilio Gamboa, Manlio Fabio Beltrones, Luis Videgaray y casi todos los amigos del señor peña.
Mientras tanto, el mayor intermediario de los cárteles ante el régimen central, el gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, el empresario a quien cedió el trono de la entidad Mario López Valdés, MALOVA, todavía intocable y sin querellas en su contra a diferencia de otros que no cubrieron sus espaldas con el blindaje de los acuerdos soterrados con el señor peña y los suyos. No, no exagero, y quien diga lo contrario que me enfrente con argumentos y pruebas sólidas como las que yo tengo.
Si no me adelantan la Misa de Réquiem, me encantaría verlos ante los tribunales internacionales porque los nuestros están, igualmente, viciados de origen.
La Anécdota
La popularidad del anaranjado pato Donald Trump Macleod –tal su nombre completo si consideramos a su madre aunque, en realidad, ante los ojos del mundo no la tenga-, va en declive. A poco más de un año de su estruendosa elección, la jornada aquella en la que la mayor parte de los analistas apostaba por su derrota –excepto quien escribe esta columnilla-, sólo tiene un 37 por ciento de aprobación entre nos estadounidenses; si la encuesta fuera mundial caería esta cifra a los suelos. Pese a ello, sigue siendo preocupante que casi tres de cada diez de sus súbditos enarbolen los pendones de la intolerancia, la xenofobia, el racismo y el neofascismo.
Pese a ello, en nuestro país, peña puede estar tranquilo: a un año de su elección no tenía los índices que ahora definen una patología de la democracia: sólo apoyan sus políticas, y a él, siete de cada cien mexicanos. Nunca se había dado tal circunstancia que aplasta la autoridad moral del personaje y obliga a repasar dónde y cuándo comienza y termina “el gobierno del y para el pueblo”.
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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
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