Desafío: Ejército y Ricos

*Ejército y Ricos
*Mujeres Agresivas
*Animalista Notable

Lo dijo muy claramente el presidente de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo, Enrique Solana Sentíes, en representación de la cúpula empresarial:
–“Por ningún motivo permitiremos que se metan en los cuarteles” –con referencia a los padres de los normalistas de Ayotzinapa cuyas muertes infamantes han dibujado, en el mundo, otro perfil de nuestro país.
Tal expresó el sujeto, quien desde luego no tiene problemas patrimoniales, en plena eclosión de la plutocracia y refrendo de que el señor peña nieto no tiene en sus manos los controles; y todo luego de firmar un convenio con los secretarios de la Defensa y Marina para “el fomento de la cultura entre la población civil”. No creo que podamos atestiguar en el futuro un caso similar de hipocresía, bastardía intelectual y manipulación para treparse sobre el mecate del nuevo poder institucional: el de las armas. No puedo resistir mi indignación.
Mal día este para recordar a los símbolos nacionales, en la fecha señalada para honrar al lábaro patrio tan olvidado en las astas que crecieron en dimensiones con el simulador zedillo mientras éste deshonraba al país con acuerdos soterrados para beneficiar a sus socios anglosajones y sin el cuidado necesario para enaltecerlo como materialización de nuestra mancillada soberanía. ¿Quién se atreve a sostenerme lo contrario? Desafío a cualquiera, de entre los vasallos oficiales, a hacerlo.
El ejército y la marina cuentan con poder de fuego y han rodeado al presidente peña, asustado sin remedio ante las múltiples manifestaciones humillantes –quema de su esfinge, silencio ante sus palabras, recorte de su agenda por razones de seguridad amén de una enfermedad que lo desvencija y avejenta sin remedio-, quien sólo permanece en el poder Ejecutivo por soberbia, carente de legitimidad moral y política –si alguna vez la tuvo la ha perdido definitivamente ante la crispación general-, al grado de proponer encuestas tan inútiles, absurdas e increíbles para llegar a la conclusión, Televisa de por medio, de que el 87 por ciento de los mexicanos son felices. ¡Caramba… los sondeos deben haberse realizado en Las Lomas o en Los Pinos porque en nuestro entorno no recuerdo últimamente una conversación que, en algún momento, no haya caído en los veneros de un profundo rencor!
Pero, ¿qué nos está pasando? A veces, pese a mi experiencia como analista, no intuyo los orígenes de posturas tan perversas e inoportunas como la del empresariado. ¿Quiénes forman éste con la pretensión de exigir al resto de los mexicanos su derecho a manifestarse y a solicitar, como última medida, la visita a los cuarteles hasta lograr el desmantelamiento de los hornos crematorios que, según asertos de los mandos castrenses, sirven para deshacerse de los caballos inútiles o viejos? Pero los hechos dicen otra cosa: bien sabemos que en diversas ocasiones –Tlatelolco en 1968, el Jueves de Corpus en 1971-, fueron utilizados para “desaparecer” a quienes se rebelaban en las calles contra la oligarquía gobernante.
De no haber sido así, ¿en dónde demonios se encuentra el cuerpo del hijo de la luchadora Rosario Ibarra de Piedra quien durante cuatro décadas ha buscado al entrañable ser que le arrebataron subrepticiamente? Su voz es la de cientos de madres que no han conocido descanso espiritual en un México vejado por la fuerza bruta y la negligencia criminal de las autoridades. ¿Cuántos viven ese infierno en su interior? A este columnista le deben aún, igual que sus hermanos, hijos y nietos, la respuesta sobre el crimen contra Carlos Loret de Mola Mediz, el yucateco más trascendente del último medio siglo cuando menos. A él no lo incineraron en el Campo Militar número uno sino en el panteón de Dolores luego de engañarnos acerca de una autopsia que, al deslindarla, era tan falsa como un billete de dos pesos. ¡Y cuántos casos más como éste!
Pero los empresarios, como el tal Solana, tan abyecto como su fortuna, no conocen otra historia que la de la especulación sin medida y las alianzas con el poder. No les importa destino alguno social y se creen altruistas como para burlarse de todos con pretensiones retóricas sobre expandir la cultura entre “la población”. Ellos, los ricos, no entran en la clasificación porque se creen cultos por haber visitado el Museo del Louvre en París curiosos en seguir las huellas del “código Da Vinci” sin interesarse por recorrer el nuestro, el de Antropología e Historia, el mejor en su género en el mundo y legado final del régimen de Adolfo López Mateos, acaso el último mandatario popular pese a su ceguera al reprimir los movimientos vindicatorios de médicos y, sobre todo, ferrocarrileros. Los segundos han ido desapareciendo y los doctores debieron optar por el silencio a punta de bayonetas y bajo el alegato de estar poniendo en riesgo la salud de los mexicanos; pero no la mental de la clase política.
Ejército, marina y oligarquía unidos. Los accionistas de los consorcios prominentes aseguran “no tener indicios” de que la soldadesca haya intervenido en las masacres de 2014. ¿Y con qué bases pueden afirmarlos cuando hay evidencias de la actuación pastueña, mansa como la mayor parte de las vacadas lidiadas en la Plaza México la temporada reciente, del 27 Batallón de Infantería con sede en Iguala que se redujo a visitar hospitales mientras los policías municipales, con apoyo de los “Guerreros Unidos”, ultimaban a quienes se ponían por delante la noche trágica del 26 de septiembre de 2014. Muchos de éstos, los normalistas, ni siquiera podían correr porque los mandaron con huaraches a realizar sus boteos… ante la ausencia de apoyos a su escuela y el sarcasmo de las bestias quienes adujeron que eran sólo una pandilla de revoltosos y hasta se alegran de sus ausencias ante la indignación universal.
¿Este es el gobierno democrático o estamos acaso en el filo de una dictadura militar? Más temo a lo segundo. Y, precisamente, de allí la importancia de la convergencia entre la superioridad del ejército y los lacayos del empresariado nacional deseosos de convertir la tragedia en una nueva forma de especular con el poder mientras aseguran sus copiosas fortunas sobre los cadáveres de veintidós mil “desparecidos” en tan sólo seis años –bajo los regímenes de calderón y peña, el distraído-; de allí la conveniencia de un gobierno redituable, ¿acaso en espera de un golpe de Estado o por mera precaución al confirmar el vacío de poder existente?
Y ahora que lo vemos en perspectiva: ¿no fueron estos mismos empresarios quienes avalaron la derrota de la izquierda en 2006 bajo el fútil alegato de un “peligro para México”? Fuera de nuestro criterio acerca de Andrés Manuel López Obrador, rodeado de sátrapas del pasado más indigno, no puede negarse lo burdo del fraude electoral que entronizó a calderón y nos redujo, a todos, al papel ignominioso del conformismos silente ante “los hechos consumados”; y, pese a ello, los inversionistas de elite se frotaron las manos de gusto porque bien sabían que así ganaban un peldaño más en materia de estatus reflejo y de poder soterrado. Ahora, vivimos las consecuencias.
El “general” Solana, vocero de los empresarios de elite, sin haberse cerciorado de nada -¿ha dialogado acaso con los padres de los desaparecidos, no sólo los de Ayotzinapa, o investigado en el lugar de los crímenes cuanto, de verdad, sucedió?-, estima que debe darse por cierta la voz de secretarios sin credibilidad, Salvador Cienfuegos Zepeda, incapaz de dar la cara en cuanto a la matanza de Tlatlaya, muy cerca del lugar de descanso de peña nieto en Ixtapan de la Sal, y del marinero de asfalta, el Almirante Vidal Francisco Soberón Sanz, quien calla lastimosamente acerca de la presencia de marines estadounidenses bajo sus pomposos uniformes de mando. Es, sencillamente, INADMISIBLE.
Solana Sentíes debiera ser citado por el Congreso y la Procuraduría; el primero, como representación popular, para que pudiera explicar el contexto de su velada amenaza contra la población; y la segunda para indagar cuál es la verdadera trama de esa alianza oligarquía-ejército-marina cuando los rencores sociales amenazan por desbordarse.
Pero, eso sí, ¡somos felices! Por lo menos 8 ó 9 de cada diez mexicanos… con residencias en los palacetes de Chapultepec.
Debate
Me sorprendió constatar el número de damas, verdaderas señoras libre de prejuicios y rencores acumulados, que compartieron con este columnista experiencias y tesis sobre la notoria injusticia que priva sobre los hombres cuando se trata de disputas encuadradas en el término de violencia de género o familiar. Pensé que me llamarían misógino por tocar el asunto, aunque fuera con rosas, y me encontré con una nueva conciencia femenil que estima el burdo giro tomado por la justicia sobre todo en naciones consideradas primermundistas aunque deban hasta lo que llevan puesto sus ciudadanos, como en España.
La cuestión debiera ser sencillo: no es posible superar una desigualdad con otra mayor y persecutoria en extremo. ¿Por qué a los padres nunca se les permite corroborar siquiera los orígenes de las severas disputas por los hijos? ¿Y, en la misma línea, cuál debe ser el comportamiento de un hombre, vejado por insultos y actitudes chulescas de sus consortes, quienes pierden en algún momento los estribos ante las infamantes mentiras de algunas histéricas? Lo he dicho y lo repito: este columnista defendería hasta la muerte el derecho de las mujeres agredidas, porque muchas lo son sin más motivo que los excesos de machismo –el alcohol, la irresponsabilidad y el ocio, entre otros-, cuando igualmente se corrijan las líneas que despojan a los progenitores de sus hijos por el lugar común de que únicamente las señoras, aún las enfermas, pueden procrearlos correctamente. ¿Y cuándo no es así y quedan en manos de mujeres amargadas que los utilizan sólo como elementos de chantaje?
Pido que levanten las manos quienes digan desconocer que tales hechos suceden y con enorme frecuencia. Cada uno lleva su dolor en la intimidad ante la impotencia de hacer valer derecho alguno en los procesos respectivos. ¿No es la hora de vindicar a quienes, sin usar faldas, reclaman igualdad de derechos?
La Anécdota
Van y vienen los animalistas rebosantes de aportaciones oficiales y con capacidad de aglutinar a los manipulados con operativos amañados. Y fíjense lo que encontré gracias a las redes sociales.
La señora, por llamarla de alguna manera no ofensiva, Gina Ferrara, quien se ostenta como presidente de la Asociación Protectora de Animales (APA), furiosa antitaurina además, vive en una residencia entre paredes colmadas de pieles de cabras, cabezas de siervos y gamos, colmillos de elefante –cuando el comercio de marfil está muy restringido-, y otras tantas testas de búfalos, americanos y africanos, pendiendo sobre su hipócrita cabeza. Por debajo de la mesa –en las fotografías que me llegaron-, observamos a un perrito chihuahueño, al parecer, destinado acaso a servir de compañía zoofílica como sucede en muchos casos de mascotas amaestradas para este fin de amancebamiento híbrido.
¡Y todavía se ufana de querer y proteger a las especies en extinción! Debería incluirse ella misma entre los miembros de una sociedad enferma en la cual se estigmatiza al humanismo y se exalta al animalismo… colgado como cuadros inermes.
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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
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EL CINISMO NO PUEDE SER LA GUÍA DE UNA COMUNIDAD AFRENTADA EN LA QUE SÓLO UNOS CUANTOS SE CREEN EN DOMINIO DE LOS DEMÁS Y FUSTIGAN A QUIENES DISIENTEN. LO MISMO SI SE TRATA DE EMPRESARIOS VESTIDOS DE “GENERALES” QUE ANIMALISTAS CONVERTIDOS EN FATUOS MIEMBROS DE LA COFRADÍA DE LA MISANTROPÍA, ESTO ES DEL ODIO A SUS CONGÉNERES. TALES SON EL REFLEJO MAYOR DE LA DESCOMPOSICIÓN DEL TEJIDO SOCIAL EN MÉXICO.

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