*Carcajada Nacional
*Demencia y Agobios
Por Rafael Loret de Mola
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¿Quién se atreve a argumentar en favor de la democracia en México? El modelo ya no sirve ni entre los que se decían a sí mismos sus guardianes: en Estados Unidos, nuestro deleznable vecino, los sufragios generales hubiesen dado la victoria a Hillary Clinton, por más de tres millones de votos, sobre el enloquecido Donald Trump y, sin embargo, éste ganó sin cuestionamientos al sumar las entidades claves, es decir a las que cuentan con un mayor número de delegados y definen la contienda. El absurdo es tal que ahora parece estar cobrando la factura a los estadounidenses incapaces de frenar la xenofobia, el racismo y la inhumana conducta de “su” presidente en Medio Oriente, lo mismo en Siria que en Jerusalén. Y todavía le falta un mes para cerrar su primer año en la Casa Blanca.
No nos extrañe que México haya retrocedido en el mismo renglón luego de la eufórica primera alternancia en el gobierno federal, protagonizada por un intruso quien ahora se declara abiertamente por José Antonio Meade, el abanderado priista que no lo es. Lo del célebre “ritual” no fue sino una farsa indigna que exhibe la lacayunería de los militantes de este partido quienes, en una sola jornada, se sumaron eufóricos al “dedazo” y se pusieron a exaltar el nombre del ex secretario de Hacienda sólo conocido por algo más del 35 por cierto de los mexicanos; esto es el 65 por ciento lo desconoce aún y, pese a ello, quiere ser presidente. Para él sólo contó un voto, el del presidente en funciones en su desesperado intento, que espero será fallido, por cubrirse las espaldas.
¿Y Andrés? No hubo destape porque nunca estuvo al cubierto; al engendrar a su MORENA –o al revés para darle sentido de género-, se deshizo de cualquiera que pudiera haberle competido en la izquierda y cuantos lo acompañaron en su surgimiento como icono de la izquierda se quedaron en la otra orilla, rehusando seguir apoyando al monoteísta sistema de selección del nuevo partido que debió pasar por todo tipo de trabas para lograr firmas y presencias estatales como lo ordenan los cánones de los árbitros electorales cuya parcialidad no deja lugar a dudas.
El último capítulo es el más jocoso. Ricardo Anaya urdió un “frente”, en compañía de una abobada Alejandra Barrales, del PRD, y de un busca-curules, Dante Delgado el MC quien no quiere compañías para competir por Jalisco en donde el alcalde Enrique Alfaro va a la delantera.
Anaya pasó de ser “el niño maravilla” a poseer los colmillos de elefante de mayor longitud de cuantos conocemos. Una proeza casi diabólica que recuerda aquella cinta de “El Bebé de Rose Mary”. Pues, así, despiadado, fue cortando cabezas hasta que llegó a atestiguar cómo el PRD quería que su postulante, el jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, compitiera con él. La pretensión duró cuarenta y ocho horas; por obra de magia se diluyeron los malos vientos y Anaya se proclamó aduciendo que sería el voto de los militantes sería definitivo… aunque no hubiese más opción que él mismo. Un extraño modo de entender la vida democrática.
La democracia esta destazada cuando todavía no se encuentra un modelo mejor para sustituirlo.
La Anécdota
Levanto la mano cuando ha comenzado el despilfarro de spots electrónicos con el acompañamiento de los diarios gacetilleros que les hacen el juego a un precio menor que cuanto cobran televisoras y radiodifusoras. La inmoderada propaganda, sólo limitada por los presupuestos autorizados a los que nadie hace caso –recuérdense los excesos notables de Coahuila, el fraude más reciente cometido por el INE y su tribunal de pacotilla-, en la hora de los financiamientos soterrados del narcotráfico.
Pero pido la palabra –o la escritura en este caso-, para exprimir un poco la memoria y preguntar: ¿en qué consistió la arenga para donar a los damnificados de los terremotos de septiembre las prerrogativas económicas de las que gozan los partidos? El PRI y el PAN, con sus comparsas, ofrecieron el ¡cien por ciento!, esto es todo, y MORENA deslizó, primero, que donaría el 20 por ciento nada más.
Las mentiras fluyen en la medida en la que los mexicanos olvidan y las fuentes del poder aprovechan la amnesia.
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