Desafío
*Expoliación del Crudo
*Concurso de “Política”
*Sumo una Firma en Pro
La mayor parte de los mexicanos –esto es con la excepción de aspirantes a prestanombres, concesionarios en puja y funcionarios gubernamentales comprometidos con los grandes consorcios internacionales-, no queremos, me sumo, el tremendo retroceso histórico que significará la paulatina incorporación del sector privado, y con éste de las compañías extranjeras, al dominio del subsuelo mexicano, sobre todo en el renglón energético sin considerar el valor estratégico y patriótico del petróleo, todavía nuestro, en la economía nacional. Es como asesinar, a mansalva, a la legendaria “gallinita de los huevos de oro”; pero sin los arrestos viriles necesarios para dar la cara ante la injerencia externa; pareciera que contamos con un gobierno rebosante de eunucos políticos.
Tienen razón los liberales mexicanos –esto es no sólo los integrantes visibles de las izquierdas fragmentadas-, al proponer que la iniciativa de reforma energética presidencial nos expone a la pérdida sustantiva de niestra soberanía; además, sin duda, el duro señalamiento del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, acerca de que es “ilegítima políticamente”, es tan evidente como que Peña Nieto ejerce la presidencia sin centrarse en sus ofertas de campaña; esto es: en ningún momento, durante si largo periplo proselitista de 2012, señaló el imperativo de colocar el crudo mexicano, poco a poco, en manos de los ambiciosos que siempre nos acechan. Sin embargo, volvemos a insistir, que la tal propuesta viene de muy atrás, concretamente de 1998, cuando Luis Téllez Kuenzler se consolidó en la secretaría de Energía que ocupó en octubre de 1997, convenciendo a su jefe institucional, el señor zedillo –entreguista y traidor-, de que en la perspectiva universal los “monopolios” no eran bien vistos. Una filosofía propia de una mente gerencial que niega, como hoy lo hace el secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, los valores nacionales que son cimientos de nuestra idiosincrasia.
No puede verse a México sólo como una empresa, es decir sin detenerse en los hilos conductores que unifican al complejo mosaico plural de la República, forjada al calor del juarismo reformador y liberal siempre, ni en las banderas sociales aireadas durante los múltiples y sangrientos movimientos revolucionarios de la segunda década de la centuria anterior. Es absurdo, y tremendamente dañino, presuponer que las circunstancias deben imperar sobre los criterios con los cuales se construyó el andamiaje de nuestra nacionalidad. Por ejemplo, sería deplorable retornar sobre nuestros pasos para subrayar los beneficios materiales del porfiriato que se dieron a cambio de convertir a nuestro país en una región de esclavos sin otra ideología que el sometimiento. (Recomiendo, a quienes puedan tener otro criterio especialmente, la lectura de “México Bárbaro”, de John Kenneth Turner, que se ha editado en decenas de ocasiones y formatos como la obra fundamental que es).
Aunque la izquierda envejece –el ingeniero Cárdenas casi es octogenario, lo será en mayo del próximo año, y Porfirio Muñoz Ledo ya lo es desde el pasado 23 de julio, entre otros-, hay principios inamovibles. Tiene razón Muñoz Ledo, quien ha sido una de las mentes más preclaras de la vida política nacional a lo largo de más de sesenta años de actividad incesante, cuando asume que no es factible reformar la Carta Magna cuando se atente contra algunos de los principios torales e imprescriptibles de la misma: la soberanía nacional, el régimen de representación –esto es el Congreso no puede disolverse a sí mismo-, y la división del gobierno en tres poderes autónomos. Sobre estas columnas pesa la historia, la sangre vertida y los anhelos de dos principios básicos: la libertad y la justicia. Si se derruyen cuanto somos, como mexicanos, se vendría abajo para convertirse en rastrojos a pisotear por el yugo de los poderosos de fuera y sus socios serviles de adentro.
¿Será tan difícil de entenderlo? Sí porque no es comprensible que hayan ocupado la Presidencia, desde el lejano 1982, personajes unidos por la cultura anglosajona y por la manía de dar pasos hacia atrás. No se trata del neoliberalismo sino de la sustantiva pérdida de identidades; ni siquiera podemos concentrar el retroceso en las alternancias porque surgió en el momento mismo en que un mandatario mexicano, Miguel de la Madrid, se convirtió en cabildero del Fondo Monetario Internacional listo a boicotear cualquier intento de bloque latinoamericano para hacer frente al agio de los acreedores del norte. Fue este punto el que puso el final a las banderas sociales posrevolucionarias –aun en los tiempos trágicos que le precedieron en 1968 y 1971, sobre todo-, dando inicio a una parodia supuestamente democratizadora que nos colocó en el mismo punto de partida: en el porfiriato con disfraz de vanguardista.
Sólo así es explicable que se insista en aprobar una reforma energética sin el consenso de la mayor parte de los mexicanos, reacios a perder una de nuestras principales fuentes d ingresos por el espejismo de que en los próximos dos años, no más, bajarán las tarifas eléctricas y el costo de las gasolinas; tal es el sambenito que nos vende la oficialidad sin explicar lo perentorio de las medidas cuyos alcances serán cortos a diferencia del daño patrimonial: no habrá más ingresos para el erario por efecto de la desincorporación paulatina de PEMEX de la estructura gubernamental. Lo mismo sucedió durante el salinato cuando se vendieron empresas estratégicas, como Telmex, para alcanzar un momentáneo superávit en la economía estatal que se evaporó en cuanto dejó de captarse cuanto producían las mismas. ¿Cómo se les dice a quienes cometen, reiteradamente el mismo error?
El ingeniero Cárdenas, durante el mitin del pasado domingo 17 de noviembre –las izquierdas en escisión permanente ya no llenan el zócalo como lo hacían, por ejemplo, en 1988, el año de la usurpación salinista-, planteó que no puede suplantarse la expropiación petrolera de 1938, gracias a la valentía sin par del general Lázaro Cárdenas del Río, su padre, con una expoliación, esto es arrebatando injustamente a otros cuanto es de ellos, si mediar siquiera una consulta, un aval, el mínimo ejercicio de democracia. Se impone así una medida, acordada en petí comité, sin escaparates durante la campaña política rebosante de “compromisos” que se han ido desechando –como el rescate de los ferrocarriles-, profundamente repelente a los ojos de millones de mexicanos; y se nos explica que sólo así podremos alcanzar la modernidad.
Es increíble, además, la cobardía notable de las administraciones panistas, a través de doce años, que no se atrevieron siquiera a avanzar en el mismo sentido para eludir controversias y debates. ¡Más de una década de timidez institucional por los vaivenes de la cobardía política! Y es hasta ahora, tras el retorno del priísmo que se dijo dispuesto a modificar los viejos moldes impositivos, cuando la iniciativa energética presidencial, contraria a los ideales revolucionarios, va en vías de imponerse a los mexicanos en pro de los grandes consorcios que ni siquiera se conforman y quieren, ya desde ahora, mucho más: la entrega, fast-track, de los recursos petroleros.
¿Nos explicamos ahora por qué la Revolución ya no tiene festejo ni desfile? Sencillo: bajo el esquema del autoritarismo porfiriano, Videgaray Caso, uno de los presidenciables considerados favoritos por el peñismo, se reunió con el Consejo Coordinador Empresarial, en el Club de Industriales de la la ciudad de México, para que los poderosos le leyeran la cartilla: “no queremos –le explicaron- medidas cortas sino de largo alcance”. Y Videgaray, muy complaciente, defendió “su” iniciativa alegando que con ella México sería más competitivo arrojándose grandes beneficios a la sociedad. ¿Cuáles? Porque la monserga de la reducción perentoria de precios y tarifas derivadas del sector energético, no aguanta ni dos años de perspectiva; la desajenación de la riqueza petrolera, en cambio, será definitiva y muy difícil de revertir aun en el lejano caso de que se diera un viraje hacia la izquierda llegado el momento. ¿En dos, tres, seis años, como anunció López Obrador en 2012?
Pero, por lo visto, son tiempos en los que, por desgracia, las aplicaciones democráticas –como la defensa de las soberanías, la nacional y la popular-, no cuentan. Estamos en manos de unos cuantos hacedores de riqueza con la táctica de la expoliación señalada por el ingeniero Cárdenas: arrebatando a otros, la mayor parte de los mexicanos, lo que es entrañablemente suyo.
No se trata de una visión partidista o sectaria, como tantas otras; en esto, nos va la riqueza nacional y nuestro proyecto de futuro como nación. ¿O somos ya, de plano, un estado fallido?
Debate
Perdida la Revolución, con el continuismo de la derecha con distintos disfraces, y con la inminencia de una reforma energética que desatará la crispación general –sobre todo en el orden social, tan lastimado por la impudicia-, sin festejos por la justa emancipadora de 1910, es lamentable la pulverización de la izquierda por causa de los personalismos exacerbados: un cuadrilátero perfecto en el que no caben unidos, Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel, Marclo Ebrard y Miguel Ángel Mancera –este último aún sin militancia partidista aunque con un pie dentro del PRD-.
López Obrador mantiene su propio concurso tratando de reunir tres mil militantes en cada entidad federativa aun cuando debe ir a dos y tres vueltas para conseguirlo en cada plaza y en alguna sin el éxito que creyó automático. ¿Ya habrá entendido el riesgo de la permanente separación de los cuadros dirigentes por su afán insaciable de protagonismo? No debe confundirse, de modo alguno, el liderazgo –indiscutible en su caso-, con la obcecación de ser irremplazable. Obsérvese, por ejemplo, la congruencia del ingeniero Cárdenas y compárese con la eterna sublevación de Andrés Manuel cada vez más lejos de quienes construyeron con él su figura y más cerca de cuantos reprimieron y cercaron a los primeros. Ni siquiera para defender una sola y ponderada iniciativa de reforma energética, la de Cárdenas claro, más madura y seria, fue capaz de reconocer los méritos ajenos acercándose a la basura del viejo priísmo que ahora le corroe hasta las entrañas.
¡Qué lamentable perder lo esencial por lo superficial y el fariseísmo!
La Anécdota
Las izquierdas desunidas ya no llenan el Zócalo capitalino; ni una opción ni otra. En cambio, la colecta de firmas a favor de conservar, como patrimonio de TODOS los mexicanos, la riqueza petrolera, suma ya un millón doscientos mil, todavía lejos de los sufragios recibidos por López Obrador –catorce millones ochocientos mil-, en 2012. Acaso falta, para lo esencial, la cobertura que se tuvo para exaltar a una figura icono.
Pero, sin importar colores y sectarismos, ni mediar militancias enfermas del virus que aprisiona a los incondicionales, este columnista suma su firma a la defensa de nuestro petróleo. Me importan poco las descalificaciones de los hijos… del establishment. Conozco la historia y observo el futuro; algo que quizá les vendría bien al presidente Peña y sus corifeos.
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WEB: www.rafael-loretdemola.mx
E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
¿CUÁNDO DEJAREMOS LOS MEXICANOS DE PERDER LA PERSPECTIVA POR LS INSANOS USOS FACCIOSOS?¿CUÁNDO, EN FIN, DEFENDEREMOS LOS INTERESES COMUNES MÁS ALLÁ DE LOS PARTIDISTAS Y LAS COMPLICIDADES SOTERRADAS? EL PLANTEAMIENTO, HOY, PARECE UNA UTOPÍA PERO NO QUIERO DEJAR DE HACERLO. A VER SI CON ELLO CONVENCEMOS A UNO O A DOS MÁS DE UNIR ALIENTOS POR LO QUE DEBIERA SER SAGRADO PARA NOSOTROS: NUESTRO SUELO, NUESTRA HISTORIA, NUESTRA PATRIA. ¡YA HASTA LOS TÉRMINOS ANTERIORES LES PARECEN CADUCOS A ALGUNOS! PERO NO PODEMOS ENGAÑAR A NUESTRAS CONCIENCIAS.
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