Desafío

*Proceder Demócrata

*Amnistía Imposible

*Obsesiones de Moda

 

La democracia nació en Atenas en el siglo V Antes de Cristo por lo que ya cumple dos mil quinientos años más de los que se le atribuyen al cristianismo; es curioso, viéndolo así, que la Iglesia Católica –no es crítica sino mero referente histórico-, jamás se haya inclinado por este modelo aun cuando se nos diga que los cónclaves para elegir a un nuevo Papa tienen alguna inspiración en él; no es así, desde luego, por los millones de fieles a quienes se excluye en ese pequeño mundo de capelos y purpurados, sin siquiera conocimiento cabal acerca de los presuntos aspirantes al trono de San Pedro. Ahora, por ejemplo, con el retiro de Benedicto XVI se rompió la tradición vitalicia del Pontificado y con ello se abre ya a la discusión temas tan controvertidos, en el Derecho Canónico –que en griego significa norma o medida-, como el de la supuesta infalibilidad, en materia de fe y dogma, de cuantos ocupan el trono de San Pedro.

¿Escribí trono? Tal se acerca más a la concepción de la monarquía con todo y sus reyes y corte que al de la participación popular en la toma de decisiones. De hecho, una Iglesia moderna, libre de prejuicios arcaicos, podría haber dado el ejemplo al escuchar a su feligresía acerca del drama de muchos matrimonios rotos, del aborto incluso necesario –el terapéutico, por ejemplo-, la homosexualidad y, sobre todo, la igualdad de géneros, obligatoria en el derecho –se supone-, lo que habilitaría a las monjas como sacerdotisas con el privilegio de ser, por tanto, ministras de culto. No existe argumento válido para segregarlas; el único, escuchado por mí de un alta jerarca de la Santa Sede, es que Jesús sólo contó con apóstoles varones aun cuando poco se dice del papel de María Magdalena cuya esfinge, y no de la pequeño Juan, recoge Leonardo da Vinci en su maravillosa “Última Cena” que pude observar, en Milán, cuidadosamente, apenas hace un año.

Algo similar ocurre con el sistema político mexicano que no cambia sino, como la energía, la mala vibra más bien, sólo se transforma. Así sucedió en 2000 cuando los Fox, ella y él naturalmente, reconocieron los avances del régimen priísta que tanto habían cuestionado, en materia financiera y ¡educativa!; fue así como los viejos cómplices del priísmo, los empresarios más ricos, se volvieron sus aliados y, al mismo tiempo, la poderosa e insondable Elba Esther Gordillo pasó a sus filas sin siquiera renunciar –lo haría seis años después- a su militancia priísta.

Lo mismo sucedió cuando Enrique Peña Nieto sustituyó al nefasto calderón –minúsculas-, con todo y su lastre de cien miel cadáveres y veintisiete mil desaparecidos –entre ellos no pocos informadores-, y sólo tuvo la ocurrencia de mantener igual los cuartos de guerra asegurando la impunidad del predecesor quien, para colmo, ahora pretende desarrollar un liderazgo que le fue ajeno durante su gestión cuando hasta la casaca militar impuesta por el secretario de la Defensa Nacional, entonces Guillermo Galván Galván, que le quedó larga y sin forma. Peña, hasta el momento y a despecho del discurso inicial cuando se lanzó contra los poderes fácticos, no ha hecho sino seguir las doctrinas y criterios de la ultra-derecha, en comunión con felipe, sin siquiera establecer los mínimos consensos públicos.

Ya hemos comentado que no son pocos los funcionarios, sobre todo aquellos con mando territorial y potencial de fuego a través de las corporaciones policíacas, empeñados en creer que sólo los sufragios valen aun cuando, después, ya en ejercicio del poder, se desvíen de sus llamados y convocatorias esenciales en aras de una falsa, tuerta negligencia; esto es, sin banderas sociales y una notoria inclinación por mantener en alza al gobierno aún a costa de empobrecer, todavía más, a la inmensa mayoría de los mexicanos. ¿Por qué, luego de cada crisis económica estructural, los multimillonarios lo son más y quienes trabajamos contamos con menor poder adquisitivo? La respuesta podría ser, sin duda, lo planteado líneas arriba.

Siguiendo esta línea, Peña decidió lanzar, de entrada, tres iniciativas de reformas claves: la educativa, la energética y la fiscal. Este columnista ya explicó sus razones para estar a favor de la primera y en contra de las otras dos, primero porque la disfrazada privatización de PEMEX –con compañías como la hispana Repsol y la estadounidense Shell, que se frotan las manos a medida que los revoltijos políticos nos abaratan-, acabará con reducir sensiblemente el patrimonio de los mexicanos con un destino incierto y rebosante de tenebrosos escenarios; y segundo, porque se hinca el diente a la clase media aumentando, sin lógica alguna, hasta el 32 por ciento el Impuesto sobre la Renta, además de encajes bancarios sobre cuentas y transacciones. Los más perjudicados, aunque el camuflaje de los empresarios deje de ser efectivo, siempre se ubican en los sectores productivos y no entre los especulativos que gozan de informaciones financieras privilegiadas.

¿Qué ocurre ahora? Sencillamente que los afectados directamente por las tres iniciativas ejercen su derecho a la protesta civil si bien algunos lo hacen radicalizándose con empeño en sostener argumentos absurdos como el de la no evaluación magisterial; pero, sin distingo de métodos, las reacciones negativas se juntan y forman ya una indiscutible mayoría. Tanto que el propio presidente Peña debió declarar, en Indonesia hace una semana, estar consciente de los “costos políticos” de su obcecada decisión de no rectificar ni siquiera incorporando parte de las otras iniciativas –sobre todo relacionadas con nuestra riqueza petrolera-, con sustentos históricos, culturales y financieros más acordes con nuestra realidad nacional.

No, el presidente de un país demócrata no puede argüir que sus decisiones conllevan un costo político; y no debe hacerlo porque sencillamente es un mandatario, quien obedece, y no un mandante, aquel que ordena. Esto es: debiera ser el colectivo, el pueblo tantas veces difamado, quien debiera marcar las pautas. ¿Y cómo hacerlo si nada se le consulta y los informes oficiales son siempre tramposos por tendenciosos y superficiales? En el caso de las reformas en cierne, es evidente la negativa de buena parte de los mexicanos a las mismas y, en este sentido, debiera recordar que los comicios federales de 2012, con todos los signos de derrames de dinero fuera de lo legítimo, los ganó con apenas el 38 por ciento de los sufragios contados, esto es mucho menos de los requeridos para formalizar una mayoría. Por ello, claro, gobierna en minoría y debe someterse a la voluntad general cuando pretende dar un paso que modifique el perfil histórico del país. México no es propiedad del mandatario por seis años; no lo es tampoco de los rijosos que enarbolan banderas de intolerancia y laman a la desobediencia civil atizando la hoguera de la anarquía; México es el conglomerado, cuantos nacimos, vivimos y nos mantenemos aquí, buenos y malos, pobres y ricos, políticos y ciudadanos, amigos y antagonistas; todos, sencillamente.

Quien no lo entienda así estará encendiendo la hoguera de la anarquía y negando las rutas hacia la democracia que queremos sea madura y no fruto de interpretaciones sesgadas.

 

Debate

No puede dejarse la impresión acerca de que las distintas corporaciones policíacas –incluso los “granaderos” por quienes siento fobia desde 1968-, son carnes de cañón para cuantos causan desórdenes, arrojan bombas “molotovs” –llamadas así por un comandante ruso que masacró al pueblo finlandés durante la llamada Guerra de Invierno antecedente de la Segunda Mundial-, hieren a decenas de uniformados, queman a uno, destruyen cristales y saquean tiendas… para luego marcharse como si nada negando cualquier nexo con los vándalos pero siempre solicitando su excarcelación por motivos políticos. Construyen falacias sobre sinrazones.

En este momento, no son pocos los agentes –tengo pruebas de ello-, que manifiestan su convicción de no atajar a los delincuentes, cuando actúan en masa, para no ser motivos de despidos injustificados o de castigos por varios días de escuetos salarios. Ni una satisfacción para ellos salvo el estigma de la represión… cuando en el bando contrario, en el de los manifestantes del 2 de octubre por ejemplo, no hubo una sola baja por fortuna. ¡Y vaya si pudo ocurrir una tragedia de proporciones mayores con la enorme cantidad de pertrechos en manos de los marchistas que extendieron así su particular concepto de vacaciones!

¿Tienen autoridad moral los supuestos mentores que, para retirarse, negociaron la autorización de nueve mil plazas magisteriales además de millones de pesos con tal de que dejaran la ciudad de México?¿La tienen los funcionarios de la ciudad de México quienes comenzaron a actuar muy tarde, cuando ya se había sitiado al zócalo, con el demagógico acento de respetar la libre manifestación de las ideas aun cuando la ciudadanía del Distrito Federal rechazara al continente de la ignorancia?¿O las autoridades federales que apostaron a que creciera el caso para ensuciar y hacer trastabillar al jefe del gobierno defeño, posible postulante presidencial aunque no defina su partido de lanzamiento?

Sencillamente, ninguno de ellos. No me atrevería, en lo particular, a ser representado por alguno de tales grupos facciosos, contrarios, por ende, a la democracia. Y es esto lo que debería contar a la hora de analizar una gestión: cuando menos, la capacidad de rectificar cuando el pueblo, el colectivo o como quiera llamársele –lo primero, de tanto uso parece demagógico- ejerza su soberanía y rechace las medidas sectarias del secretario de Hacienda con el aval del presidente.

 

La Anécdota

De pronto nos llegan las modas anglosajonas con una fuerza increíble. Por ejemplo, la de la delgadez extrema que tiende a conformar a una humanidad casi esquelética. No quiere decir lo anterior estar en contra de las campañas contra la obesidad, sobre todo en cuanto toca a las refresqueras endulzantes que pagan millonadas para asegurarse atentar contra la salud pública bajo la más aviesa impunidad conocida.

También estamos cayendo en la moda animalista por la cual algunos pretenden arrebatarles a los niños sus espacios, en Chapultepec específicamente, porque consideran que sus mascotas tienen más derecho a ellos. Hay zonas, por ejemplo, en las que se restringe el paso a animales; pero sus dueños ni siquiera los toman en cuenta arguyendo que tales señales “no son ley” y, por ende, tienen derecho, como cualquiera, a cruzar por donde está trazada una pista para caminar o correr, o por jardines en los que los más pequeños debieran estar seguros. Para colmo niegan que sus mascotas representen peligro… y tal vez para ello así sea; pero no para los demás, violentando con ello los derechos de terceros.

Lamentablemente resulta muy difícil argumentar cuando se habla con una tapia o con seres que han renunciado a su raciocinio para ponerse al nivel de sus adoradoras mascotas, seres irracionales y cautivos –bastante peor a la muerte en algunas naciones de oriente- que son vistas por ellos con más ternura que a sus propios hijos. ¿En qué estamos pensando, por Dios?

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